El libro de los vicios

Es sabido que la humanidad tiende a hacer propósitos para Año Nuevo, a saber: ir al gimnasio (alguna vez), dejar de fumar (dos años ya), adelgazar... Luego no cumplen ni el diez por ciento, y eso con suerte, porque lo normal es que no se pierdan ni los kilos cogidos durante las cenas navideñas, ni se aprenda inglés, ni ná de ná... El Club de Lectores 2.0, que es mucho más que un Club, ha decidido que, en lugar de hacer propósitos buenos, era mucho más honesto irse por el camino del vicio, así que, el primer libro del año (aunque en realidad sea el libro con el que estamos cerrando, recuerden que hablaremos de él a lo largo de enero) no podía ser otro más que El libro de los vicios de Adam Soboczynski.

El libro de los vicios no narra exactamente una historia sino que se limita a plasmar las reflexiones que tiene un señor en torno a cómo ha ido cambiando la vida sin que nos diéramos cuenta para pasar de la normalidad de los rudos hombres de los anuncios de los años cincuenta a la estupidez de las asociaciones de las madres y padres de alumnos y alumnas; habla de cómo cosas que antes se daban por sentadas, que no escandalizaban a nadie, hoy en día se consideran auténticas atrocidades... en definitiva es una denuncia del pielfinismo reinante porque, qué duda cabe, cuánto más nos preocupamos por la forma de las cosas más abandonamos el fondo... ¿o será que ya no hay fondo? Ahí vemos una pareja absurda, que hace cosas absurdas, que compra muebles absurdos, que hace fiestas absurdas, pero que tiene una imagen políticamente correcta; ahí vemos también como la ¿pareja? del protagonista no tiene nombre sino que es "la mujer que mejor que conoce" o como uno de sus ¿amigos? es "el viejo amigo mío que se dedica con éxito a algo relacionado con la cultura" frente a la mujer de la pareja absurda que sí tiene nombre; y es que no es, como decía, una historia, es una crítica brutal a nuestras obsesiones a través de capítulos cortitos que no se sabe muy bien a dónde nos llevan, si es que pretenden que vayamos a algún sitio... La idea no es mala pero a mí solo me ha parecido un señor quejándose, como si el personaje central de El guardián entre el centeno no hubiera recibido las dos bofetás a tiempo que se merecía y hubiera llegado a la edad adulta tal cual... Porque a ver, todos los que rodean y tienen nombre son, o eso nos dice él, unos cretinos... pero ¿y él? ¿qué sabemos de él más allá de que observa y se queja amargamente por todo? ¿qué sabemos de él más allá que el hecho de que todos los demás le parecen unos cretinos?

En definitiva la idea de Soboccho... Sobocyz... Soboyns... del señor este que escribe sobre vicios no es mala, pero no termina de cuajar, no cuaja en Alemania (donde transcurre la mayor parte de ¿la historia?) ni en Barcelona, ni en mi casa... Es cortito, tiene momentos bastante simpáticos pero no deja huella alguna y, en general, es pelín aburrido porque no he conseguido ver lo que él veía... Inténtenlo, quizá a ustedes, queridos lectores míos, sí les guste, total, un par de horas.

Pueden leer las reseñas de este libro, mucho mejores que esta sin duda, en los sitios de costumbre: Carmen, Desgraciaíto y Newland, así como seguir nuestras peripecias en el Club de lectura 2.0 donde encontrarán, además de los debates que suscitan los libros (jejeje) el podcast con recomendaciones de libros para regalar, que nos ha quedado muy majo.

2 comentarios:

  1. Paula, parece que eres -as usual- la más benevolente con el libro. Ese pelín aburrido que llegas a poner a mí se me ha hecho casi insoportable.

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  2. Eres una blanda. Hoy estoy en modo cercanía completa con el líder. Ha sido un erial de aburrimiento.

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