El informe pelícano

Hay algo consustancial al ser humano y es su afición por saber más que nadie o, como diría mi padre, si es que sois todos unos listos. Nos encantan las conspiraciones, y mejor aún que una buena conspiración es que saber más que los demás; es esa y no otra la razón por la cual las películas de suspense tienen tanto éxito en general, ya lo dijo Hitchcock:
No se consigue el mismo efecto al hacer estallar de repente una bomba en medio de una reunión que anunciando previamente su existencia.
Como no he encontrado la cita exacta entera la completo; nos dice Hitchcock que es mucho más interesante que el espectador conozca la existencia de la bomba; si no la conoce y explota de pronto nos llevamos un susto que nos dura unos segundos, si, por el contrario, nos muestran un contador de cinco minutos estaremos en tensión creciente hasta que la bomba explote, si es que finalmente lo hace.

El informe pelícano es una película de suspense protagonizada por Julia Roberts y Denzel Washinton cuando ambos estaban con el guapo subido a principios de los noventa. 

Roberts es una estudiante de derecho liada con su profesor en un contexto en el que dos jueces del supremo son asesinados. La aplicada estudiante lanza una teoría algo peculiar y cogida con pinzas sobre las causas del asesinato y da la casualidad de que, aunque ni ella misma se lo cree, acierta*. Como se espera en estas películas a partir de aquí todo es muerte y destrucción por lo que la estudiante, paralizada por miedo al ver que todo el que ha tenido contacto con su informe estudiantil ha muerto, decide contactar con un periodista para sacar todo a la luz porque es lo que su profesor-amante hubiera querido.

No es exactamente una película de suspense en la medida en la que desde el principio sabemos qué es lo que dice el informe (los cargos del supremo americano son vitalicios por lo que matándolos se aseguran que los elegirá el actual presidente siguiendo los intereses del malo) pero sí es una película de suspense a lo Hitchcock (si escribo Hitchcock mil veces tengo la esperanza de poder hacerlo sin mirar la ortografía cada maldita vez) porque sabemos lo sustancial desde el principio pero vamos viendo hasta dónde llega la conspiración, quién está metido exactamente en ella y cómo los dos personajes, estudiante y periodista, van sorteando obstáculos. Lo realmente divertido del tema es que en la película, salvo el asunto de correr como locos, apenas ocurre nada pero, sin embargo, consigue mantener la atención durante todo el metraje y qué quieres que te diga, si tenemos en cuenta que sabemos de qué va la conspiración -y no hay que ser muy listos para ver cómo va a terminar- eso tiene mucho mérito.

Doy por hecho que la ha visto todo el mundo, pero la pusieron hace un par de días y cuando una película es entretenida, es entretenida aunque tenga ya la friolera de 19 añitos... y eso no dice nada bueno del cine actual ¿verdad?

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*En esto recuerda tanto a Conspiración que tuve que comprobar las fechas, con feliz resultado... ojo, no digo que Conspiración sea un plagio -la gracia está en la vuelta de tuerca que le dan a la susodicha conspiración- que tampoco es que el argumento de El informe pelícano sea mega original de la muerte.

Firmin

Salvo Rebelión en la granja es difícil, por no decir imposible, encontrar un libro protagonizado por animales (y por una repugnante rata nada menos) que no sea para críos, pero los milagros ocurren.
Lo primero que hay que decir es que para leer un libro como Firmin de Sam Savage sólo hace falta saber leer, para escribirlo, por el contrario, hace falta estar dotado de una vasta cultura -alejada de la pedantería- que a día de hoy, por desgracia, no abunda.
Firmin es la historia de un lector que tiene toda la pinta de que acabará convirtiéndose en un clásico... si es que hay justicia en el mundo. Pero Firmin es algo más, es la historia de la conciencia de uno mismo y de la incomunicación; la historia del amor y la decepción constante que es a veces la vida.

Firmin es una rata que, a base de comer libros, por casualidad, consigue aprender a leer, al tiempo que puede apreciar muchas de las cosas que encierran los libros y que a nosotros, especie superior, se nos escapan. Con un principio sencillamente espectacular en el que el falso autor de estas falsas memorias, que no es otro que la repugnante rata Firmin, reflexiona sobre lo difícil que es empezar un libro, nos embarcamos en sus vivencias y en lo difícil que es vivir cuando uno toma conciencia de sí y es incapaz de comunicarse (más allá de adiós cremallera)

La rata Firmin ama los libros, vive los libros con intensidad y, a falta de tener con quién compartir su visión del mundo, se define a través de las lecturas, será Quijote, será burgués, será bohemio y, como los personajes más interesantes de la literatura:
La verdad es que nunca he estado bien de la cabeza. Lo que pasa es que yo no ataco molinos de viento. Hago algo peor: sueño con atacar molinos de viento, estoy deseando atacar molinoes de viento y a veces imagino que he atacado molinos de viento.
De su amor por los libros pasará al amor por las personas -el librero con el que vive y que hará, cuando descubre su existencia, lo que esperamos que haga y que le hará cambiar de nombre; así como el escritor para el que toca el piano-, al amor carnal por las beldades del cine que hay cerca de su casa; y el mundo, que en principio se le antoja maravilloso, se convertirá en un lugar difícil, tan, tan difícil que incluso conseguirá mirar a su infancia con su madre borrachina y sus hermanos brutos con cierto afecto:
Cuando me piden que cuente algo de mi niñez, siempre recurro a esto, para que vean lo normales que éramos.
Y todos esos pasos hacia la madurez (lo único más maduro que perdonar a los padres es comprenderlos) los va dando por casualidad: se convierte en lector porque come libros para engañar al hambre hasta que:
Me di cuenta, al principio, de que cada libro poseía un sabor distinto
y empieza a paladearlos, y de ahí a leerlos lo que le lleva a aprender, a crecer, a madurar; hasta que un día, también de casualidad, en su insistencia por ser normal (normal como somos los demás lectores aun siendo una rata) descubre una trampa -obviamente en un libro- en la que decide creer, a su manera, para ponerse en pie de igualdad con los humanos.

Lo mejor del libro es, sin duda, el estilo, la elección de las palabras que hace Firmin para contarnos su historia incluso en su traducción (doy por hecho que es una buena traducción porque, aun no conociendo el original, normalmente se nota) es de lo mejorcito que he leído en la vida. Y todo ello sin desmerecer en absoluto una historia en la que es imposible no creerse que esa repugnante rata ha aprendido a leer, es quizá una rata noruega, puede amar y ser amada y, sobre todo, puede decepcionarse y vivir intensamente, todo a la vez.

Un dios salvaje

Cuando coges a un director como Polanski y le das la posibilidad de trabajar con actores de la talla de Kate Winslet, Christoph Waltz, Jodie Foster y John C. Reilly lo peor que puede salir es una película interesante... vértigo da en pensar en lo mejor ¿la paz en el mundo? ¿el final de la crisis del Euro?

Un dios salvaje está basado en una obra de teatro (God of carnage) de Yasmina Reza, autora de la archiconocida Arte, obra que vi hace mil años con Ricardo Darín... y, aunque reconozco que tiene su gracia, contra la opinión general, no me pareció para tirar cohetes (quizá la versión de Flotats fuera mejor, no sé) Pero, con Un dios salvaje nada que objetar, me parece una película (obra de teatro) redonda, de ritmo extraordinario y diálogos brillantes.

Al igual que en Arte, la premisa de la que Reza parte es muy sencilla: el hijo de nueve años de Kate Winslet y Christoph Waltz le ha partido la cara al hijo de Jodie Foster y John C. Really y, por ello, los padres del agredido convocan a los padres del agresor a una reunión en su casa para dirimir sus diferencias y evitar así un proceso legal (la criatura ha perdido dos dientes, es algo más que una pelea infantil)
Las dos parejas son muy civilizadas, unos entienden que el agresor ha actuado mal y los otros conceden que es una cosa de críos pero, al igual que en El ángel exterminador, la pareja Winslet-Waltz no consigue marcharse a casa, aunque lo intenta en varias ocasiones -se despide, sale por la puerta, llama al ascensor-, siempre hay algún comentario que los retiene y, a medida que pasa el tiempo, la situación se va descontrolando y, fuera los tabúes y la civilización, acaba siendo hilarante.

La clave de la comedia la tiene el personaje de Jodie Foster, la más civilizada de todos, un personaje maniático y puntilloso en extremo que quiere gritarle al mundo que es una madre excelente y con un sentido de la justicia superior al resto. Frente a ella se encuentra Kate Winslet que se reconoce imperfecta -y por tanto resulta más simpática- y, a medida que avanza, va sacando las uñas. Por el lado masculino tenemos a John C. Really que pasa de parecer un calzonazos de lo amabilísimo -y cargante- que resulta a sacar una vena mucho más cruda al que se contrapone Waltz -su espejo sin máscaras- que, aunque pasa la mitad de la película pegado a una blackberry, está simplemente espectacular.

En definitiva se trata de una película en la que se confirma la sensación inicial de que los personajes no son como parecen y nos vamos sintiendo más cómodos a medida que ellos se sueltan, en la que las palabras de los distintos personajes se transforman cada vez con mayor frecuencia en carcajadas para el espectador y termina como ha de terminar una película, con la sensación de que no importaría volver a verla inmediatamente.

Gantz

A día de hoy es innegable que el cine asiático en general, y japonés en particular, ha supuesto un soplo de aire fresco para el séptimo arte; no tanto por el hecho de que hagan películas estupendas (que, al menos de momento, yo no he visto ninguna estupendérrima) sino porque, al menos, ofrecen algo diferente a lo que estamos acostumbrados y eso, en estos días de originalidad perdida, es todo un logro... De hecho no podré agradecerles lo suficiente el hecho de que sus películas de terror (que se acaban plagiando, en algunos casos escena por escena, en el cine americano) hayan revolucionado el género acabando por fin con el happy ending, que ya era hora de que no supiéramos con meridiana claridad, y desde antes de entrar en la sala, que el protagonista iba a sobrevivir al psicópata más persistente*

Gantz es una película tan extraña en principio que sólo puede ser japonesa. Como era de esperar siendo nipona está basada en un cómic homónimo que, visto que se nota que hay presupuesto, imagino habrá tenido un éxito notable.
La historia, como decía, es rara pero perfectamente comprensible, se ahorra explicaciones absurdas de tal manera que en ningún momento a nadie se le ocurriría indignarse por cosas no sé, como que por qué no hay una explicación científica a que una isla viaje en el tiempo y en el espacio; y esto, aunque parezca un asunto baladí, es algo a tener en cuenta: hay historias cuya raíz no debe siquiera insinuarse, que somos muy dados a hacernos líos filosóficos y perdernos en ellos.

Dos jóvenes son arrollados por el metro de Tokio al intentar ayudar a un borracho que ha caído a las vías pero, en lugar de dejar de existir, se encuentran en una habitación presidida por una gran esfera negra que les da unos extraños trajes, los arma hasta los dientes y, en un lenguaje infantil, les pide que maten a los personajes extraños que les muestra y les da puntos por ello, como si fuera un videojuego. Los protagonistas no son los únicos que están allí, hay otros en sus mismas circunstancias que han llegado antes -y otros llegarán después- y, entre ellos, un chico detestable que parece saber más de cómo funciona el asunto y que, al haber participado más veces, tiene más puntos que nadie. Cada vez que completan una misión (y pueden morir en ella de la forma más atroz) son devueltos a casa y pueden seguir con su vida hasta que Gantz (la esfera, o el hombre comatoso que habita en ella) los convoca y les vuelve a pedir que porfi porfi maten al siguiente.
La primera víctima parece un niño deforme y por ello los protagonistas se niegan; sin embargo, el resto de involuntarios participantes se lanzan a ello porque les ofrecen un pastón por hacerlo aunque a ninguno le resulta fácil porque el niño deforme llora a moco tendido... cuando lo matan aparece el que parece el padre del niño deforme (el señor deforme) y convierte en puré a todos los que puede hasta que es abatido por el chico detestable.
Tras esta primera misión se clarifican algunas cosas; Gantz se refiere a los que pide matar -en escenarios en los que no hay más gente que los objetivos y los que tienen que abatirlos- como aliens (y tienen pinta de serlo vista la mala baba que gastan y el aspecto que tienen, todos diferentes) y sabemos que cuando los protagonistas -o cualquiera- alcance los 100 puntos puede pedir o bien que lo dejen en paz para siempre (con borrado de memoria incluido) o bien que Gantz resucite a quien quieran (recuerda: todos han llegado ahí al morir, si siguen respirando es porque Gantz los mantiene vivos) por lo que entre que los seres que hay que matar o se acaba con ellos o ellos los matan (y esa vez de verdad), que se puede resucitar a los muertos y que no les queda otra porque Gantz los lleva allí cuando se le antoja, deciden organizarse mejor y ponerse manos a la obra.

Soy consciente de que parece terriblemente absurda pero no puedo explicar mucho más sin destriparla entera; si me ha resultado interesante es, sobre todo, por la belleza de las imágenes; por un lado está el hecho de que no se regodea en lo desagradable (hay algo de sangre como es natural, pero nada de vomitona) y por otro ver la estatua de un buda gigante liándola parda desde la tranquilidad, la forma en la que son convocados (aparecen poco a poco como escaneados ¿a lo Quinto elemento?) resulta visualmente muy interesante. Y, por supuesto, hay dosis de moralina entre los personajes: los protagonistas se conocen desde el colegio y uno era el defensor ante los matones mientras que el otro aspira a superhéroe.
En definitiva son dos horas que no se hacen largas en absoluto y que resultan de lo más entretenidas, y mira que a mí las películas de acción me aburren soberanamente.

La historia de Gantz tiene un final claro y definitivo... pero en la segunda parte y esa es otra cuestión. La segunda parte explica qué es Gantz un poco más, por qué los aliens tienen tan mala leche, aparecen más personajes, elementos nuevos que cambian algo esencial en la trama... pero es una película fundamentalmente de bofetadas y grandes matanzas que sacrifica la plasticidad de la primera en favor de la acción y, aunque no se hace excesivamente larga (con sus más de dos horas), es absolutamente prescindible... que alguien te cuente el final, si quieres saberlo todo, y pasa tu tiempo leyendo un buen libro... o ya puestos el manga.

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*Leí hace unos años (y si non è vero è ben trovato) que a partir de la II Guerra Mundial, eliminada Alemania (por motivos obvios) de la competición por la cosa del cine (la filmografía alemana de preguerra es fascinante, de su época, pero fascinante), con Europa en el suelo y muchos americanos que no volvieron a sus casas en pie, se promovió un cine que tenía que animar al espectador y de ahí tanta película de historias patrias y la manía happy ending... sólo nos ha costado 60 años superar el trauma, aunque vistas las dimensiones del susodicho trauma la verdad es que no me extraña.

Tenemos que hablar de Kevin


Lo leí hace ya tres largos años (e incluso lo reseñé un tiempo después) pero, después de prestar ni sé cuántas veces un ejemplar que no era mío (ahora está en todas las librerías pero en su momento me costó la vida encontrarlo), dar la brasa a todo el mundo, como lo estaba leyendo Bichejo (cuya reseña, publicada al mismo tiempo que esta, se puede leer aquí) y Desgraciaíto (cuya reseña idem en todo, se puede leer aquí) y, tras haber visto la película, no me quedaba otra cosa que leerlo de nuevo para hacer este club del libro 2.0 y, si la primera vez me gustó, esta vez, desaparecido el suspense (que no es un libro de suspense, conste, aunque algo de eso hay) he podido aparcar una historia que aún me sobrecoge para centrarme en los detalles, en las reflexiones, en la visión del mundo de esta descendiente de armenios ante el abismo.

Tenemos que hablar de Kevin narra la historia de una madre que ha tenido que enfrentarse al horror de los horrores al ver cómo su hijo, arco en ristre, se convierte en un asesino de instituto. El libro se construye a través de cartas que Eva, la madre de la criatura, le va a escribiendo a Franklin, padre del susodicho, y en ellas nos va haciendo partícipes de cómo era su vida entretejida en tres momentos: antes de Kevin, durante Kevin y después de Kevin.

Antes de Kevin tenemos a una mujer exitosa, viajera, independiente y enamorada que tiene a su hijo, de alguna manera, porque hay que tener hijos, porque se le va a pasar el arroz, porque es ahora o nunca pero que nunca estuvo del todo convencida -llegados a cierta edad y estilo de vida, si nunca ha aparecido la urgencia ¿quién lo está?- aunque decidió arriesgarse fundamentalmente por el amor que siente hacia Franklin, un americano de verdad de los de barras y estrellas.

"Ahora que los hijos no labran tus campos o te aguantan cuando estás incontinente, no hay ninguna razón sensata para tenerlos."

Durante Kevin vemos que todo ha cambiado, no sólo por el hecho de la maternidad que cambia la vida de cualquiera sino porque nos encontramos a un niño extraño, que no para de llorar cuando es un bebé, que no juega, que parece disfrutar haciendo daño y al que no le gusta nada hasta el punto de que cuando por fin se lanza a hablar (Eva alude a que, al igual que a caminar, es algo que ha aprendido en privado) puede hacer una larga lista de las cosas que detesta pero no mencionar ninguna de las que le gusta… y cuando va creciendo es más extraño, más impenetrable, más temible.

"Yo estuve 16 años viéndolo venir, señor Marlin –le repliqué- y para lo que sirvió…"

Después de Kevin, es decir, después de que Kevin cometiera la matanza y fuera encerrado en un reformatorio, aparece una mujer destruida que lo ha perdido todo -que ya lo había perdido de alguna manera- y a la que el mundo culpa de los actos de su hijo.

"[Kevin] me había robado todo aquello que yo significaba para mí. La primera mitad de mi vida yo era creación mía."

La acción de la novela comienza un año después de aquel jueves y Eva, en algunos momentos, reconoce que quizá su relato sobre cómo era Kevin esté contaminado por los hechos de aquel jueves pero, mientras la vamos leyendo, descubrimos que ella, a pesar de todo, no fue para Kevin una mala madre, que peleó con él, que lo intentó con todas sus fuerzas pero que el fruto de su vientre era sencillamente malvado; tan malvado era que, al mismo tiempo, tenemos la figura del padre que todo lo disculpa a la voz de sólo es un niño, pero al que Eva defiende con todo su ser porque, aunque al no estar cegados por el amor hacia él es difícil no pensar la mayor parte del tiempo que es un absoluto cretino, Franklin es un hombre honesto al que Kevin no hacía partícipe de sus rarezas, al contrario, cuando Franklin aparece Kevin deja de llorar cuando es bebé, sonríe cuando es niño, comparte algunas aficiones padre-hijo cuando es adolescente… y mantiene su papel de hijo normal ante Franklin casi hasta aquel jueves.

Leído hasta aquí da la sensación de que, de alguna manera Eva sí tiene gran culpa en lo ocurrido porque pareciera que no lo quiere y que nunca lo quiso, pero al contrario, a pesar de todo, Eva establece con Kevin desde el primer momento una relación sincera (e incluso a veces más cómplice que Franklin) y, tras aquel jueves, a pesar de tener que esconderse en el supermercado ante la madre de una de las víctimasdecide -quizá a modo de expiación de sus pecados- seguir siendo la madre de Kevin; se va a vivir –casi como una autómata- cerca de Kevin para poder visitarlo y seguir enfrentándose al hecho de que el fruto de su vientre no era como esperaba. Y esto es una de las reflexiones más interesantes de la novela, todo lo que tiene que ver con la maternidad, ya que la autora formula a la largo de las páginas algunas preguntas sin respuesta sobre la incondicionalidad del amor maternal, sobre la pareja, sobre la posibilidad de superación de las tragedias, sobre la culpa, sobre la expiación y, sobre todo, sobre las esencias de la maldad que, en algunos casos, no tienen por qué hundir sus raíces en los demás.

"Más vale morir intentando lo bello, aunque inasequible, que sumirse en la pasiva y cínica resignación de que el infierno sean las personas a las que estás unido."

¿Son los padres, y más concretamente las madres, siempre responsables de la maldad de sus hijos? ¿Debe ser incondicional el amor que los padres, y más concretamente las madres, sienten hacia sus hijos? ¿Debemos aparcar nuestras vidas por completo cuando tenemos hijos y, de no hacerlo (y conste que Eva lo hace en gran medida), nos convertimos automáticamente en madres responsables de un asesino?

La única pega que le puedo poner al libro –y por ponerle alguna- tiene que ver con el ritmo; Tenemos que hablar de Kevin es un libro denso (más que la historia lo interesante es la reflexión al respecto de las relaciones que establecemos con los demás y con nosotros mismos) y se puede hacer algo pesado más o menos hasta la mitad, momento en el que un hecho suaviza la angustia de las cartas (aunque al mismo tiempo la acrecienta, sí, como suena) pero, al irnos acercando en el relato de Eva a aquel jueves, el ritmo se acelera hasta el punto de que si bien hasta la mitad (en la primera lectura) se lee despacito, a partir de ahí atrapa al lector y el muy maldito no lo suelta hasta el final (tengo por costumbre leer más de un libro a la vez así que, la primera vez, las trescientas primeras páginas las leí en unas ¿tres? semanas regadas con otros libros entre ellas... y me llevó dos noches las trescientas restantes)

Y, para terminar, algo que no es una pega sino una advertencia… La primera vez que lo leí, la solidez en los construcción de los personajes me chirrió hasta límites extremos en la figura del padre de Kevin en la medida en la que, a veces, resulta inverosímil, pero, un tiempo después, me topé por casualidad con un documental sobre la matanza de Columbine (referencia constante –y muy bien traída por cierto- en la novela) y vi, con horror, que Eva, Kevin y todos los demás habitantes de la novela pueden ser personajes inventados salvo uno, Franklin, basado con absoluta rotundidad en el padre de Eric Harris.

Borges en tres relatos


Cada vez que alguien me dice espantado que Borges no recibió el Nobel de literatura me limito a recordarle que el Nobel tiene mucho prestigio, sí, pero no es más que un premio decidido por una serie de señores y que Borges, con Nobel o sin él, sigue siendo uno de los autores clave del siglo XX... así que, Señor Nobel, usted se lo pierde.

Otra de las cosas que no tiene Borges son novelas y este hecho, igualmente, sigue sorprendiendo a todo aquel que no se haya asomado aún a su prosa (evitar su poesía es bien, que no lo iba a hacer todo bien el señor) y es que desde nuestra mentalidad peninsular sigue siendo extraño que un autor alcance la fama de Borges sin haberse molestado en escribir nada más allá de las 50 páginas, aún hay gente que sigue pensando que los cuentos son para niños… un prejuicio de lo más absurdo, que no veo yo a un pobre crío enfrentarse a El Aleph sin que esto le cause un trauma…
Que yo recuerde me gustan todos los relatos de Borges, aunque como es natural algunos se han incorporado a mi vida con mayor intensidad que otros, pero, como lo bueno si breve dos veces bueno que decía Gracián, me voy a limitar a reseñar tres, mis favoritos:

La lotería de Babilonia
Todos los relatos de Borges son ejercicios mucho más allá de lo literario. En esta ocasión nos encontramos con la constitución de una lotería en Babilonia en la que empiezan jugando, como en todas las loterías, suertes económicas pero, para darle más gracia al asunto con el tiempo incorporan a todos los habitantes (porque no les parece justo que sólo los ricos jueguen) y para mayor diversión aún insertan entre las distintas fortunas positivas (no siempre económicas) una serie de suertes adversas; la cuestión, con el tiempo, queda en que en esa lotería un jugador (que los será lo quiera o no) puede tener la mala suerte de ser designado como reo ante el cadalso mientras que otro jugador tendrá la desgracia de ser designado como ejecutor de la sentencia… O lo que es lo mismo, Borges plantea que hay una CompañíaTM que decide los destinos de los babilonios en un juego de azar que, a base de tiempo, se ha ido desdibujando hasta el punto de que no seamos conscientes siquiera de la existencia del juego ni de la compañía y… ¿no es así el mundo?

Pierre Menard, autor del Quijote
Quizá este sea un relato que hace las delicias de los filólogos y poco más, pero a mí me parece una de las piezas maestras de la literatura universal.
Borges era un autor que, entre otras cosas, escribió artículos de crítica sobre autores inventados y, como era un genio, los construía tan bien que lo único que tenemos para afirmar que Pierre Menard no existió, que lo que cuenta no pasó, es la palabra de Borges… Quizá en un par de siglos se pierda ese hecho y tendremos hordas de filólogos investigando la ocurrencia de Pierre Menard.
Pierre Menard es un autor francés de finales del siglo XIX que se ha propuesto escribir el Quijote, ojo, no reescribir el Quijote, no copiar el Quijote, lo que Menard quiere es escribirlo como lo hubiera hecho Cervantes en su momento y, para ello, el falso crítico construye su semblanza biográfica en la que cita escritos suyos y tiene la virtud, como buen crítico, de valorarlos. A continuación empieza el delirio en la escritura del Quijote, esto es, Borges nos cuenta qué condiciones perseguía Menard para acometer su empresa, entre otras:
El método inicial que imaginó era relativamente sencillo. Conocer bien el español, recuperar la fe católica, guerrear contra los moros o contra el turco, olvidar la historia de Europa entre los años de 1602 y de 1918, ser Miguel de Cervantes.
En definitiva Pierre Menard autor del Quijote es una suerte de juego literario en el que Borges nos plantea cuestiones sobre historia y literatura que dejan las rarezas de Kafka a la altura del betún pero lo más interesante es que, como todo Borges, consigue que todo nos parezca sencillo y posible.

Funes el memorioso
El protagonista del relato cuenta la historia de Funes, un personaje extraño que tiene el don de saber en todo momento la hora exacta. Unos años después, cuando se vuelven a encontrar, Funes ha sufrido un percance y a partir de ese momento puede recordarlo todo, y cuando digo todo, digo absolutamente to-do; nos dirá el narrador:
Lo recuerdo (yo no tengo derecho a pronunciar ese verbo sagrado[…]
De tal manera que Funes, incapaz de abstraer nada, utilizará 24 horas para recordar lo que hizo en su pasado en 24 horas; se sentirá molesto (ante su ¿capacidad o maldición?) porque un perro de frente se llame igual que el mismo perro de perfil o porque el sistema numérico sea repetitivo.
Como Borges es el más tramposo de los autores en la mayor parte del relato envidiamos la memoria que tiene Funes hasta que vemos a base de pistas regadas por toda la narración que es un pobre desgraciado porque una de las cosas que nos permite relacionarnos, que nos hace humanos en definitiva, es la capacidad de abstraer, de resumir, de concretar en lo importante y olvidarnos de los detalles.

De lo único que estoy segura con respecto a Borges es que este fue el primer relato suyo que leí y, probablemente, uno de los que más veces he visitado… Aunque sean cuentos (y eso tiene una ventaja porque por su brevedad se puede volver a ellos con frecuencia) hay que tener en cuenta que si queremos de verdad leer a Borges y no sólo pasar los ojos por su prosa, su lectura ha de llevarnos un tiempo y repetirse; si de Borges se trata es importante que reflexionemos tras cada relato para descubrir de verdad qué nos está diciendo aplicable a nuestro día a día.

El juego de Ender

Hace unos años un amigo al que he perdido la pista me recomendó un libro que -vista la recomendación que me hizo- aún no sé por qué leí; la recomendación era algo así como:
Un niño es entrenado a través de juegos para enfrentarse a unas cucarachas que han venido en sus naves espaciales para acabar con la humanidad.
Me imagino que lo leí debido a que poco antes, con palabras similares, me había recomendado el remake de  Galáctica y estaba absolutamente enganchada porque si no, con semejante sinopsis... El libro en cuestión me encantó desde la primera página, desde el primer tercerito, y tanto me gustó que leí el segundo, que es aún mejor que el primero (de hecho está a años luz del primero) y no me quedó otra que leer el tercero, y no me quedó otra que leer el cuarto que, como deja la historia no sólo abierta sino completamente inconclusa (Scott Card lleva años diciendo que continuará la serie algún día, y lo ha hecho pero con uno en medio ¡así no me vale!), me llevó a leer las sombras, que, aunque no tienen ni punto de comparación (salvo el primero), tienen su gracia... Creo que jamás he leído ¿ocho? libros seguidos sobre lo mismo (cursiva sí, porque de lo mismo, aunque compartan autor, algunos personajes y origen, nanai)

El juego de Ender narra la historia de un niño, Andrew (Ender-Andrew suena parecido y de ahí el sobrenombre del personaje) que ha nacido en un mundo superpoblado hasta el punto de que para tener más de un hijo hay que pedir permiso. Ese mundo ha sido atacado además por una especie alienígena en dos ocasiones por lo que la humanidad, unida ante el enemigo exterior, entrena a sus niños para que cuando los insectores* vuelvan, se pueda presentar batalla. El hermano mayor de Ender podría haber sido el comandante perfecto, pero era demasiado cruel para ser un buen comandante; por esa casi perfección en el mando se pide a los padres que tengan un segundo hijo, una niña, que resulta ser excesivamente compasiva, y eso hace que nazca Ender, que será la mezcla entre los dos, es decir, será compasivo pero, a su pesar, sabrá defenderse con contundencia cuando es necesario. En su vida en la Tierra Ender será un niño solitario que tiene que vivir en un lugar en el que los terceros son el niño gordo y feo con gafas de la clase, del que todos se ríen y llaman con el apelativo más despectivo posible: tercerito.

En cuanto Ender se incorpora a la nueva vida de la escuela de batalla queda claro que es distinto. Ya durante el viaje se verá que es intuitivo ante su reacción a la falta de gravedad y por la extraña relación que establece con sus compañeros y con su entorno. El entrenamiento al que se someten los niños para el futurible ataque es esencialmente a través de dos juegos: la bebida del gigante, al que juegan en solitario, y las batallas a las que se enfrentan unos equipos contra otros; el primero de los juegos resulta ser un juego tramposo puesto que llega un momento en el que no se puede avanzar más pero, aún así, Ender lo intentará una y otra vez; el segundo, como es esperable (que para algo es el protagonista) es un juego en el que Ender pasará de ser un niño pequeño y aparentemente insignificante a ser el líder que lleva a su equipo a la victoria, siempre, no importa las veces que cambien las reglas para hacer que su equipo pierda, no importa que le hagan enfrentarse una y otra vez sin descanso, no importa que le pongan obstáculos nuevos cada vez, Ender es el estratega que están buscando por lo que, como último paso en su formación, lo llevan a un nuevo lugar de entrenamiento con unos pocos bajo su mando, para seguir jugando a la guerra pero, esta vez, el juego, que será a través de una pantalla de ordenador, es mucho más difícil que nunca.

Quizá así contado no parezca un gran libro, pero la gracia no está en las acciones, sino en los pensamientos de Ender, en su motivación para hacer las cosas porque no es más que la historia de un niño solitario que quiere que lo dejen en paz, que no quiere pelearse con los insectores ni con nadie, que quiere jugar con su hermana Val, y con su amigo Bean, pero que no lo consigue porque se le ha puesto una carga sobre los hombros que a duras penas soporta. No voy a decir que sea un libro filosófico, pero sí lleva en sí una serie de preguntas para que el lector intente responder, no en vano el autor reescribió el final (y la novela originalmente era un relato corto) para dar cabida a una reflexión mayor (y para enlazarlo más fácilmente con la continuación, que todo hay que decirlo)

Como decía al principio, el segundo, La voz de los muertos, es mejor que el primero y además tiene una ventaja: la historia es tan lejana (no sólo en el tiempo, la propia narración no tiene nada que ver) que ni siquiera hace falta empezar por El juego de Ender, ahora bien, si la escuela de batalla te fascina, Scott Card decide contarla desde el punto de vista de otro personaje en La sombra de Ender, un libro que también se puede leer sin haber pasado antes por El juego de Ender (aunque no es aconsejable si tienes intención de leer El juego porque da cosas por sabidas que le quitarán parte del suspense a este) porque, como decía, es la misma historia desde el punto de vista de otro personaje, también interesante ya que si Andrew destaca por su extraña empatía, Bean destaca por su inteligencia.

En definitiva un buen libro, ameno y muy muy cortito -aunque muy muy intenso- que da pie a una de las sagas más interesantes que he leído jamás; no soy una gran lectora de ciencia ficción, me gusta, sí, pero también me angustia esa obsesión por la extinción; ahora bien, la ventaja de la saga de Ender es que -como en la mayoría de los mejores libros de ciencia ficción, a qué negarlo- la ciencia ficción, las naves, los alienígenas et al. son elementos absolutamente secundarios y lo que importa son las vivencias de unos personajes llevados al límite.

¿¿Y las continuaciones?? para otro día, que las tres que tiene (las sombras no son continuaciones) sí establecen un bloque y como los leí hace bastante tiempo tengo que hacer un esfuerzo de memoria ¡y no son horas!

¡Casi lo olvido! Llevan hablando de llevar El juego de Ender al cine casi desde que se publicó el libro (recibió los premios más importantes en lo suyo), lo leo una o dos veces cada año, pero de momento sólo promesas, aunque el guión lo escribió el propio Scott Card hace años no termina de arrancar... creo que no sería una buena película, salvo que hagan lo que puedan, se olviden de lo interesante -que no se pude poner en pantalla- y hagan una película de acción rara... 

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*Por la descripción que se hará de ellos en algún momento me los he imaginado siempre como hormigas, ni de lejos como las cucarachas que decía mi amigo.

The Artist


Es justo comenzar diciendo que tiene muchísimo mérito hacer una película muda a día de hoy, bueno, más que mérito la realidad es que hay tenerlos cuadrados porque las posibilidades de que el experimento –¿qué otra cosa es The Artist sino un experimento?- salga rana son extremadamente altas y más aún si eliges como protagonista a un actor cómico francés que estaba saliendo tímidamente al exterior (los dos minutos que sale en Pequeñas mentiras sin importancia, la absurda de bofetada OSS 117  y la interesante 13,99) y cuya comicidad, al menos de cara al exterior, se basa fundamentalmente en el histrionismo (y no sé el resto, pero es un humor que no me atrae nada)

The Artist narra los comienzos del cine sonoro y la hecatombe que eso supuso para algunos intérpretes que fueron incapaces de adaptarse no a hablar (que eso sabían hacerlo desde su más tierna infancia) sino al hecho de interpretar sin los gestos exagerados que definen, entre otras cosas, el cine mudo… y entonces es cuando se entiende qué hace Jean Dujardin en la película (seamos justos, he visto sólo cuatro películas suyas y en todas el papel requiere un gran histrionismo así que no me atrevo a decir si es capaz de interpretar sin él) porque la verdad es que lo borda. Dujardin interpreta a un Valentino (el personaje por algo se llama George Valentin), amado por todas, que se resiste al cambio y, como era de esperar, se estrella; en contraposición aparece Bérénice Bejo, una jovencita que quiere ser actriz y llega en el momento justo para subirse al carro del sonoro y arrasar sin olvidar que gran parte de su éxito se debe a un consejo que le dio Valentin (no es exactamente así, o no es solo así, pero valga la imagen)

La historia, como se puede ver, es una historia dramática a la par que buenrollista contada cientos de veces (todos nos sabemos de memoria la mejor película sobre la transición al cine sonoro que es, sin duda, Cantando bajo la lluvia) pero sería injusto decir que su interés resida únicamente en el hecho de que sea una película muda (el blanco y negro ni siquiera es novedad) hecha en 2011. No creo que sea una película que vaya a envejecer bien pero, aún así, merece la pena echarle un vistazo en la medida en que nos encontramos con algunas escenas que, al contrario de la película, sí están hechas para ser recordadas y que tienen que ver –casi- todas ellas con los guiños que se le hacen a la transición: así pues nos encontramos con una primera escena en la que se ve una película en la que torturan a un Valentin espía para que hable –sin éxito-, sus dotes de bailarín sin música acorde -¡es cine mudo! ¡la música va a su bola!- y, sobre todo, la escena de la pesadilla en la que nos hemos acostumbrado tanto a lo que estamos viendo que oír algo nos da una sensación de irrealidad comparable a la que siente el propio Valentin.


No sé si está justificado la cantidad de premios que ha recibido (sobre todo Dujardin), aunque casi diría que sí porque la apuesta era arriesgadísima; no me atrevo a decir que esté justificado el éxito que ha tenido The Artist porque si alguien está esperando sufrir el síndrome de Sthendal (soy una ingenua sobs) se equivoca completamente; pero, como decía, es una película interesante y la realidad es que, este año, no se puede ir de cinéfilo1 gafapasta sin haberla visto… pero lo dicho, ya veremos dentro de diez años qué queda de ella en nuestra memoria, si es que queda algo.
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1 Desde mi punto de vista el cinéfilo es aquel al que le gusta el cine… y punto, el gafapasta tiene prurito intelectual, pero en su versión cretina.

Apocalipsis Z


Hace once largos años terminé una licenciatura que me llevaba a leer un libro cada día y medio (no es coña, hicimos el cálculo cuando estábamos en tercero) y, aunque no los leíamos todos (no nos daba la vida), terminarla supuso –en términos lectores- una suerte de liberación en la medida en que a partir de entonces leo –aunque no siempre- más o menos lo que me da la gana sin tener que darle explicaciones a nadie. Pues bien, hace un año, en una noche de insomnio descubrí por casualidad el libro que da nombre a esta entrada y si bien no se puede considerar, ni de lejos, una obra maestra que recomendarle a todo el mundo me pareció entretenidísimo y no sé tú, pero yo es precisamente eso lo que busco de forma mayoritaria en un libro.
Obviamente no es un libro para todo el mundo, aunque sólo sea por el hecho de que hay gente que sólo lee libros sesudos o sencillamente huye de un género tan de moda hoy pero que, a pesar de todo, muchos considerarán, por decirlo abiertamente, una estupidez... ellos se lo pierden.

Apocalipsis Z narra la historia de una epidemia zombi, así, sin más. El protagonista es un abogado que ha perdido recientemente a su mujer y ve pasar las hordas de muertos desde su casa, con la única compañía de su gato (primer detalle: cierto es que el gato da momentos de conversación a modo de Wilson en Náufrago pero, la verdad, sobra un poco) A partir de aquí lo esperable, llega un momento en el que tiene que salir de su casa y enfrentarse al mundo exterior y, aquí viene lo divertido, el mundo exterior que contemplamos es la costa gallega, absolutamente reconocible (he pasado la mayor parte de los veranos de mi vida en los lugares que va describiendo) a pesar de la llegada del susodicho apocalipsis. El abogado se enfrentará a todo tipo de sucesos pero, como es norma en este género, llega un momento en el que los que dan miedo de verdad son los vivos; en este caso, tras haber conocido a un ucraniano (¡cómo que qué pinta un ucraniano en Galicia? Si lees el libro verás que el autor, que no es escritor profesional –al menos no de momento- se toma la molestia de explicar este y otros detalles con gran acierto) se dirige al hospital donde encontrará también a la chica y a una monja; de ahí al puerto donde un barco parece en principio la salvación pero está lejos de serlo. Las imágenes del puerto son desoladoras, no en vano el puerto de Vigo se había convertido en el relato en un punto seguro (las autoridades le pidieron a la gente que se dirigiera a los susodichos) y ya sabemos que son los sitios preferidos para las grandes matanzas.
Por lo que supe después (el libro se lee en una noche) Manuel Loureiro había empezado escribiendo su relato a base de entradas –es un diario del protagonista- en un blog y tras cosechar un gran éxito Plaza&Janés decidió editarlo y conseguirse así los derechos de la segunda parte)

Los días oscuros continúa la historia del abogado y sus compañeros que, tras los hechos del primer libro, se dan cuenta de que tiene que haber un lugar en el que la humanidad haya encontrado un cierto refugio y, en una cuestión de sentido común, nuestros protagonistas se dirigen a las Canarias. Si la primera parte es entretenida la segunda lo es aún más (y lo mismo, una noche de lectura), en la medida en el que aunque ya no sentimos que lo que cuenta podría suceder mañana (gente que se come la cara de gente en Miami) sigue constituyendo un relato verosímil en el que nos mete hasta en un problema sucesorio bastante divertido con los froilianos… el primero me entretuvo, con el segundo me reí a carcajadas con la explicación de la forma de estado que hace que, aunque sólo fuera por este nimio detalle, el libro merezca la pena. En la segunda parte sabremos cómo ha empezado la epidemia y, aunque no es nada nuevo lo que propone, la verosimilitud sigue siendo una baza a su favor.

Y como no hay dos sin tres, el autor se despide con La ira de los justos. Nuestros protagonistas tampoco se sienten bien en Canarias por lo que se enfrentan al océano y son rescatados por un barco que ha ido en busca de petróleo lleno de hombres enormes que se enfrentan a los no muertos, son mordidos y sobreviven para ser confinados después en la bodega del barco. Los personajes no entienden nada como partida: cómo es posible que no se infecten, cómo es posible los hispanos y negros que se arriesgan consientan ser encerrados por los Whitepowa después… En el barco serán conducidos a un lugar de Estados Unidos en el que se ha constituido una sociedad profundamente injusta –de las del profundo sur con su fanatismo religioso y su racismo exacerbado- dirigida por un reverendohijodep. Si el primero tenía la gracia del lugar y el segundo la del problema sucesorio, Loureiro y su sentido del humor nos narran en esta ocasión que hay un país que debido a su peculiaridad se ha salvado de la epidemia y que no puede ser otro que Corea del Norte cuyo amado líder ha protegido a base de sus minas antipersona fronterizas y su nulo contacto externo. Los norcoreanos ven la epidemia que ha acabado prácticamente con la humanidad como una ocasión para extender el comunismo por el mundo (sí, yo también grité ¡así cualquiera!) dando lugar a situaciones totalmente delirantes.

En definitiva es esta una trilogía de zombis, que no te cambiará la vida, que no tiene ínfulas filosóficas, que no pretende nada más que tenerte entretenido unas horas pero ¡oye! lo consigue de sobra… y es que para ganarse a un lector que no tiene nada que perder y ni un chusquito de sueño no hay nada como ser verosímil aun en el contexto más delirante.