Como una novela

El libro de este mes de el Club de tortura lectura 2.0 es el brevísimo ensayo Como una novela de Daniel Pennac, un profesor de instituto que trata de explicar cómo se debe y cómo no se debe estimular la lectura en las nuevas generaciones. Como es costumbre podéis ver las reseñas del resto de autores reunidas en el propio Club, donde además se ha instalado Bichejo -de momento-, o, si queréis ir a sus casas, que son interesantísimas ¡¡incluso cuando no hablan de libros!!: Carmen, Newland y Desgraciaíto.

Hay que partir de la base, como decía, de que Pennac es profesor de instituto... o lo que es lo mismo, sabe muy bien que venderles un libro a los chicos es tarea fundamental si queremos hacer de ellos buenos lectores así que, a lo largo de Como una novela nos va dando con más o menos humor pautas a seguir en esta noble tarea, y hasta se descuelga con un decálogo de derechos del lector:

  1. El derecho a no leer.
  2. El derecho a saltarnos las páginas
  3. El derecho a no terminar un libro
  4. El derecho a releer
  5. El derecho a leer cualquier cosa
  6. El derecho al bovarismo
  7. El derecho a leer en cualquier sitio
  8. El derecho a hojear
  9. El derecho a leer en voz alta
  10. El derecho a callarnos
O lo que es lo mismo, el derecho al placer, a hacer lo que a cada uno le venga bien en cada momento... Es una lista estupenda de derechos para un lector pero, y ahí es donde la argumentación de Pennac, se cae abajo, para ser lector hay que dejar de ser no-lector o lo que es lo mismo, si nunca te has leído un libro por el puro placer de hacerlo, no te llames a ti mismo lector (ojo, no es obligatorio ser "lector" en esta vida), o lo que es lo mismo, por supuesto que tienes derecho a no terminar un libro (ni sé cuántos no termino yo), por supuesto que tienes derecho a saltarte páginas... pero eso, de UN libro concreto, no de todos, que para hojear en condiciones hay que tener cierta vista lectora, si nunca terminas ningún libro no sé cómo calificarlo salvo como falta de curiosidad, etc, etc... Conclusión: un gran derecho conlleva una gran responsabilidad.

Y es que Pennac, deduzco, escribe este libro llamado por las dulces voces de Sirena de la pedagogía moderna, en la que todo ha de ser divertido y estimulante y si no eres estimulado y divertido desde el exterior no has de poner nada de tu parte... Por suerte o por desgracia no es así: aprender a leer cuesta, adquirir conocimientos también y hay libros que jamás serían leídos -hablo de clásicos imprescindibles- si no fueran obligatorios en la escuela.

Habla Pennac también de lo importante que es "engañar" al alumnado para que lo que leen no parezca obligatorio (en este caso está delante de un alumnado que lo es de milagro) y ¡zas! ahí se la cuelas... Recuerdo una clase de primero de la ESO en la que después de hablarles de Ana Frank vi llena de orgullo que al día siguiente muchos de los alumnos tenían el Diario en la cajonera, recuerdo lo mismo con El Lazarillo de Tormes, El principito... pero no deja de llamarme la atención que eso haya sido en las clases en las que la literatura no formaba parte del temario (la literatura como historia de empieza a enseñarse en 3º de ESO) porque entonces para conseguir seducirlos con La Celestina hay que decirles qué es una virguera, que Calisto y Melibea pasan gran parte de sus encuentros desnudos y cuanta cochinada se te ocurre para llamar a las hormonas de quinceañeros como manera de despertar sus mentes... (Recuerdo decirle a mis alumnos que el llanto de Pleberio era importante porque según la moral de la época en lugar de llorar a su hija debía patear su cadáver... y encontrármelo tal cual en los exámenes... no se me ha vuelto a ocurrir, obviamente) y digo esto porque Pennac habla de cómo desde la literatura ha de llegarse a la historia de y me llama la atención viniendo de un profesor que sabe que hay libros que sólo se entienden en contexto (se entienden correctamente, quiero decir) y que historia de la literatura no es la única asignatura que tienen, es decir, que no hay tiempo... Y hoy va de anécdotas: En una clase de bachillerato un tanto peculiar (buenos pero muy numerosos -> ruidosos) en lugar de soltarles la chapa habitual sobre el Quijote (no es por echarme flores, pero las clases de literatura suelen ser entretenidas) llevé el libro y se desató la magia... Una hora para analizar qué quiere decir eso de "desocupado lector", la siguiente para hablar de "la historia de un hijo seco", la siguiente para "ni suplicarte con lágrimas en los ojos", etc, etc... Sé que recordarán el Quijote, pero darlo así me llevó muchísimo tiempo... y había algo de prisa.

La cuestión es que los extremos no son buenos, ni han de leerse el Quijote con 10 años (aunque no veo por qué es tan atroz esa idea, francamente, miren a los anglosajones haciendo ensayos sobre Shakespeare en primaria) ni pedirles que lean sólo aquello que les gusta (o directamente ver como no leen nada de nada sin intentar lo contrario)... porque entonces jamás pasarán de Flanagan, y leer a Flanagan es desconcertante si tienes más de 14 años... Al paladar hay que educarlo y, para ello, es importante que lean algunas cosas "escogidas" por gente que sabe del asunto... pero nadie sabe más del asunto que un padre lector... y nuevamente se cae la argumentación de Pennac, que pareciera sugerir que la culpa es "del sistema" "de los profesores" pero jamás de los alumnos... Y vuelta al tópico de que "ya no se lee" como si los adolescentes de los 70 fueran todos lectores de la talla de Borges frente a los de hoy que sólo se divierten viendo Gandía Shore...

Lo bueno que tiene el libro (es que si no me centro un poco me enciendo) es que es breve y ciertamente ameno, no agrede aunque es simplón como él solo, lleva una cierta reflexión (con los mismos argumentos que has defendido/rebatido 200 veces) y, sin duda va a ser objeto de debate ¿obligar o no obligar a leer en la escuela/casa? o más importante aún, y cito a Bichejo, cuando estás harto de leerlo ya se ha terminado. ¿Lo malo? que discrepo en (casi) todo y estoy un poco aburrida de los profesores a lo El club de los poeta muertos (en el mundillo se les llama "amigo de los niños" y no, no es un halago) que les espeluzna cualquier cosa que suene a exigencia... Si fuera un libro dedicado a los adultos entendería todo el planteamiento, pero como es obvio, a los adultos que no leen ya los has perdido como público, pero ¿tanto remilgo con darle un par de martillazos -repito: un par- a un diamante en bruto que es un alumno?

En conclusión: una reflexión amable sobre la formación de lectores, tan amable como servir té de mentira en tacitas de mentira en la casita de mentira del árbol... Amable y educada sí, pero ¿nos lleva a algún sitio en su propósito (conseguir lectores) o "simplemente" nos hace pensar al respecto?