Hablemos de langostas.


Como ya imaginarás, querido lector, el segundo libro de este Club de lectura 2.0 es Hablemos de Langostas de David Foster Wallace, un autor del que Bichejo se ha enamorado (podéis ver su reseña aquí) y que también ha leído Desgraciaíto (reseña aquí).

Lo primero que tengo que decir sobre el mismo es que puedo entender, hasta cierto punto, el nivel de fascinación por este autor; es cierto que su escritura es diferente, que no es una novela sino una serie de artículos sobre temas diversos que más adelante analizaré, pero que no ha terminado de convencerme… al tiempo que me ha marcado, curioso ¿verdad?

Si hay un adjetivo que me viene a la mente cuando pienso en lo que he leído es sórdido, y es que DFW es el autor de lo sórdido, un hombre que cuenta con muchísima gracia lo que ve y le llama la atención pero parte de la base de que no debería llamársela sólo a él, debería llamárnosla a todos; y es que Foster Wallace no da ninguna concesión a lo divertido del asunto y eso hace que todo sea divertido, como explicado para un marciano, es el lúcido que no puede pretender normalidad en donde no la hay, ácido y divertido, todos y cada uno de los artículos que componen el libro tienen donde rascar, empezando por los títulos, y sin olvidarse ninguna de las anotaciones que, a veces, son más fascinantes que aquello que están anotando. Allá vamos:

Gran hijo rojo
Este artículo es una maravilla pero es espeluznante, quiero decir, describe un mundo sencillamente espeluznante que no es otro que el mundo del porno. Nuestro intrépido autor asiste a una convención con entrega de premios y describe punto por punto aquello con lo que se va encontrando, un mundo sórdido y profundamente desagradable, lleno de estrellas y actrices B que son lo opuesto al erotismo en sus funciones entre las que se encuentra una que ha tenido la desfachatez de implantarse unas peras que puede inflar o desinflar según la ocasión lo requiera a través de unos pequeños orificios en las axilas.
El autor no nos da un momento de paz a lo largo de sus páginas, y no son pocas, por lo que, si de mí hubiera dependido, lo hubiera dejado para el final porque ha sido realmente difícil sacarse la sensación de sordidez de encima.

Ciertamente el final de alguna cosa, o por lo menos eso es lo que a uno le da por pensar
DFW es un gran reseñista, algo a lo que aspiramos todos aquellos que pasamos algún tiempo escribiendo sobre cosas de la cultura. En este caso nos habla de Hasta el final del tiempo, una novela que, vista la reseña y la aparente misoginia de su autor no pienso leer en la vida pero cuya reseña me ha hecho reírme a carcajadas, jamás había visto tantas bofetadas sobre el mismo sujeto, lucidez del reseñista en estado puro.

Tal vez la única cosa que el lector termina apreciando de Ben Turnbull es que resulta una caricatura tan tosca de los protagonistas de Updike que ayuda a clarificar qué es lo que ha resultado tan desagradable y frustrante en los personajes recientes de este autor […] Ni una sola vez se le ocurre, sin embargo, que la razón por la que es tan infeliz es que es un gilipollas.

Algunos comentarios sobre lo gracioso que es Kafka de los cuales probablemente no he quitado bastante
No me atrevo a decir que sea el mejor artículo del libro, pero desde luego sí es con el que más he aprendido (al menos aprendido en un sentido agradable, ahora sé cosas del porno que me gustaría olvidar)
Leí a Kafka hace demasiado tiempo y es una relectura que tenía pendiente; Kafka es un autor difícil pero, tras leer a Foster Wallace, por fin he encontrado la clave del asunto:

 Lo que afirmo es que la gracia de Kafka se basa en una especie de literalización radical de verdades que solemos tratar en forma de metáforas.

Y vaya si tiene razón, qué literalización más radical que convertir en un ser repugnante a alguien que tiene una vida repugnante.

La autoridad y el uso del inglés americano
Otro artículo fascinante, pero no sé si apto para todo el mundo en cuanto a que es la reseña sobre un diccionario. A mí me ha encantado porque me fascina la lexicología, porque soy de las que se leen las introducciones de los diccionarios y procuro enterarme de cómo se han hecho pero, y esto sí que es para todo el mundo, el artículo encierra una reflexión que todos deberíamos hacernos ¿quién es el autor del diccionario que sea para decirnos qué es una palabra o por qué esa palabra y no otra?
Artículo que tiene más preguntas que respuestas, más reflexión que análisis y que deja al lector pensativo, como deben dejar estas cosas.

La vista desde la casa de la señora Thompson
El mejor artículo del libro con diferencia, pero absolutamente demoledor; en esta ocasión, con la excusa inicial de la visión de las banderas que colgaban en todas las ventanas, Foster Wallace nos va contando las sensaciones tras el 11S, la fecha de la infamia a la que se refiere como el Horror y eso es lo que percibe el lector, un Horror de tales dimensiones que no se puede creer, porque, como dicen en el libro, parecían imágenes de Independence day.
Hay que señalar, además, que DFW es un autor de una valentía que creo que hasta hoy no había visto jamás –es lo que tiene ser un lúcido- en la medida en la que habla de la belleza de las imágenes del atentado cuando algunos aún, once años después, no nos hemos repuesto del susto pero que, de haber sido las imágenes de una película de ficción y no una atrocidad espeluznante, hubiéramos considerado un acierto (o una exageración, que si algo tiene de particular el 11S –además del espanto y tantas otras palabras que aún hoy me faltan para describirlo- es que si conseguimos creérnoslo es porque pasó)

Arriba, Simba
En esta ocasión DFW nos cuenta los vericuetos de una de las campañas de John McCain, y nos volvemos a encontrar, de nuevo, un punto de vista diferente, no sólo por el artículo en sí como por el hecho de que nos haga partícipes de lo que hay detrás de su propia escritura. Y por supuesto su visión de la campaña.

¿les importa a ustedes [lectores de Rolling Stone] un pimiento el hecho de que McCain pueda o deba ganar?
 Y cuando el senador McCain también dice […] cuesta no escucharlo como otro ejemplo más de las idioteces cuidadosamente guionizadas que los candidatos presidenciales nos van soltando mientras siguen intentando convertirse en el ser humano más poderoso importante y comentado del planeta.

En esta ocasión lo más interesante es cuando nos da un glosario de vocabulario de campaña relevante… chanante… porque las campañas en sí, sus puntos fuera de foco ya los suponemos chanantes a nada que tengamos imaginación.

En el libro hay cuatro artículos más, interesantes pero que resultan un tanto repetitivos, o que quizá no están a la altura de los ya citados;

Tenemos otras dos reseñas:

Cómo Tracy Austin me rompió el corazón
Qué decir de este artículo, que no es más que la reseña de una autobiografía sobrecogedoramente insulsa que lleva a Wallace a reflexionar sobre la admiración a los deportistas y su manía por contarnos cosas (a la manera de Twain y su abrir la boca y demostrarlo). Tras haber leído sobre lo inenarrable y con la sensación del Horror aún en la piel no se mantiene el nivel de los anteriores y, visto que hasta este artículo apenas hemos podido respirar con algo de paz, hasta se agradece (a pesar de estar aquí va a continuación del artículo sobre el 11S)

Los grandes atletas suelen resultar pasmosamente incapaces de hablar sobre esas cualidades y experiencias que constituyen lo fascinante de sí mismos. Para mí, sin embargo, la pregunta más importante es por qué esto resulta siempre tan amargamente decepcionante.

El Dostoievski de Joseph Frank
Como suena, pero con menos bofetadas de la habitual. Para fans de Dostoievski en la medida en la que también analiza al autor y aunque lo desconocía (a DFW) hace dos meses siempre es interesante lo que tiene que decir.

Y dos experiencias chanantes:

Presentador
Un análisis sobre el día a día de las tertulias radiofónicas.

Hablemos de langostas
Si en el primer texto nos encontramos a DFW en unos premios al cine porno, en esta ocasión lo acompañamos al Festival de la Langosta de Maine, que no es un mundo sórdido y por lo tanto podemos disfrutar de las chalaúras que se ven. El título es literal, da lo que promete, hablemos de langostas, y nos da una chapa sobre las langostas, sin trampa ni cartón. Divertido hasta cierto punto, pero después de la señora Thompson no es para tirar cohetes.

El túnel

Hace muchos, muchos años, mi familia decidió visitarme en masa. Tantos éramos que todas y cada una de las superficies horizontales de la casa, salvo el suelo y las mesas, fueron ocupadas por distintos seres, individualmente o en grupo, para dormir... y esa noche, después de la cena y a medida que se iban retirando, yo cometí el error de empezar El túnel de Ernesto Sábato. Como hacía frío y no podía encender la luz ni siquiera en el pasillo, acabé leyendo el libro sentada en el suelo del cuarto de baño porque, una vez que se entra en el túnel, la única manera de soltar el libro es llegar hasta el final.

El túnel relata la historia de un crimen, pero no es una novela policiaca; nos encontramos en ella ante los pensamientos de un asesino que reconstruye su crimen desde el principio, desde que conoce a la víctima, y le acompañamos en las razones que le han llevado a cometerlo, porque nos promete una explicación que todavía hoy, mil conversaciones después, no he encontrado.

Existió una persona que podía entenderme. Pero fue, precisamente, la persona que maté.

Todo gira en torno a un cuadro, una escena sencilla en la que, en una esquina, aparece una ventana en la que sólo reparan dos personas: Juan Pablo Castel, su autor y ulterior asesino, y María Iribarne, la víctima ¿o tal vez María, a pesar de todo, no se da cuenta de las implicaciones de la ventana?

Pero El túnel es mucho más, es la historia de un hombre solitario, y un tanto misántropo, que cree haber encontrado por fin a alguien que lo acompañe en su soledad, que lo saque del túnel, pero que, quizá, ha errado el tiro, o no, o quién sabe. Parece una historia de amor, parece que Juan Pablo se ha enamorado de María, aunque está esté casada con un hombre ciego (desconozco las razones de la obsesión que tiene Sábato por la ceguera) pero, visto el resultado, toda la novela se nos presenta como un gran interrogante.

¿Por qué es tan importante esa ventana? ¿Entendió María lo que quería decir? ¿la mata porque lo entendió o porque no lo entendió?

Preguntas, preguntas, preguntas en una de las novelas más apasionantes del siglo XX, de uno de los autores más apasionantes del siglo XX que nadie debería dejar de leer.