El viernes por fin encontré, después de más de un año buscándolo, el polémico Madre tigre, hijos leones, de la escritora chino americana Amy Chua, y digo encontré porque llevaba un año con ganas de hincarle el diente a un libro TAN polémico como este, sin caer en la cuenta de que podían traducir su título, Battle Hymn of the Tiger Mother (algo así como El himno de batalla -¿llamada a la guerra?- de la Madre Tigre), como les viniera bien, esto es, como les diera la real gana sin dar cuentas a nadie (¿de dónde demonios salen los hijos leones del título? al menos en la variopinta traducción de Rosemary's baby hay una "semillita" -de esas que papá le regala a mamá- y es del mismísimo demoño).
Por otra parte, hoy salía a la venta el libro de la celebérrima bloguera Molinos
Una madre sin superpoderes y, siendo poseedora de un kindle podía disponer de él en cuanto me levantara, así que dicho y hecho, en cuanto me he despertado he comprado el libro en su formato electrónico (me cuentan que a Amazon se le han agotado en papel ¡en sólo un día!) y he disfrutado del día leyéndolo.
Esta es mi primera reseña doble, al menos en este blog, pero se debe a que en un periodo de dos días (acabé con Chua anteayer, con Molinos ayer) he leído dos libros en los que dos madres de dos niñas hablan de cómo han educado a sus dos hijas; y no acaban ahí los paralelismos, aún hay más -que dirían en los dibujos- las dos hijas mayores, Sophia y María, son más responsables y obedientes frente a la rebeldía de las pequeñas, Lulu y Clara; pero mucho más importantes que las similitudes (casualidades de la vida, más que nada) entre Amy Chua y Molinos son las diferencias: si Amy Chua está intentando crear un
círculo virtuoso con sus hijas (tan exigente que, de haberlo sabido, hubiera sido desmontado por los servicios sociales) en el que no se consiente nada por debajo del sobresaliente y se pasan horas todos los días -incluidos fines de semana y vacaciones- practicando piano, en el caso de Sophia, o violín, en el caso de Lulu, nos encontramos con el sentido común hecho madre en lo que nos cuenta Molinos; por un lado tenemos a una madre china que enfrenta el modelo (exitoso, qué duda cabe) de educación tradicional chino con el occidental y después, oh afortunadas casualidades de la vida, me doy de bruces con el modelo occidental y resulta que el susodicho modelo que muestra Molinos me gusta, no, me encanta.
Para Amy Chua "el éxito académico es un reflejo del éxito de los padres en la educación de sus hijos" y por eso les presionan para ello, sin embargo, en occidente, aunque pensamos igual, también queremos que puedan elegir -aun a costa del fracaso escolar-, porque preferimos sentirnos culpables del fracaso (ellos jamás lo serán del todo a nuestros ojos) que presionar "de más", ya que no hay mayor pecado que hacer a nuestros hijos infelices.
Molinos quiere que sus hijas sean felices, pero (y aquí es donde toda la argumentación de Chua se va al garete) sin que eso le cueste la felicidad a ella (los drogadictos -según Chua a la droga se llega tocando la batería, sí, como suena- no hacen felices a sus padres); busca -y encuentra- tiempo para hacer cosas sin sus hijas mientras que Chua las obliga a ensayar durante horas y, en el caso de Lulu -la pequeña-, además lo hace a gritos… y consigue así que su hija deteste el violín además de haber convertido su infancia en un infierno. Frente a ello tenemos a una madre occidental que nos cuenta que sus hijas van a museos y les encanta porque se lo vende, no porque las obliga... Comparen con una cita de la madre tigre, comparen:
"estaba decidida a criar a una hija china obediente […] aunque muriese en el intento"
¿No parece lo suficientemente categórico? pues hay que pensar que, en lo que nos está relatando Chua, la que ha de "morir en el intento" no es la madre, no, es una niña de tres años que está a -14º en la calle y sin abrigo porque ha cometido la osadía de aporrear el piano.
"los padres chinos poseen dos cosas de las que carecen los occidentales, a saber: (1) mayores aspiraciones para sus hijos, y (2) mayor estima por sus hijos en cuanto a que saben hasta dónde pueden llegar"
¿¿Quiero más mis hijos porque les exijo
demasiado??
Molinos, por contra, nos cuenta que a los hijos se les quiere de manera distinta (y bajo todo lo que narra subyace que ser humana no te hace mala madre) que hay que enseñarles a hacer cosas tan básicas como comer de todo, disfrutar del arte, del campo y sí, también enseñarles quién manda sin que eso suponga un peligro físico ni un trauma intratable para ellos; para Molinos no es cuestión de fuerza, sino de inteligencia, de ahí que tenga "frases comodín" y que sepa que, si las malcría, como se malcrió a sus primos (a.k.a los pesadillas), hará de sus hijas unas ineptas.
Y otra diferencia, probablemente la fundamental: Chua no es coherente con el modelo de educación que defiende, confiesa abiertamente haber sobornado a su hija Lulu en alguna ocasión; Molinos, además de sentido común, es coherente con lo que defiende, se permite perder los nervios, se permite una pequeña desobediencia… lo que no se permite es enloquecer con los niños (explotar, sí, enloquecer, no), en ningún sentido.
Chua describe el declive a la tercera generación de inmigrantes asiáticos hacia occidnete (la 1ª se desloma, la 2ª trabaja duro y llega lejos, la 3ª -ya occidental- se ha adaptado a creer que tienen derecho a todo)
"concluí que no iba a permitir que le ocurriera nada, que no criaría a una niña mimada que se creyese con derecho a todo: que no dejaría que mi familia se arruinara"
La OMS considera que la sobreprotección es un tipo de maltrato, pero no me queda claro si esta mujer está más preocupada por el nombre de su familia que por el bienestar de sus hijas (mayor peso de la comunidad que del individuo... algo muy asiático y muy poco occidental), por contra, nos queda claro que a Molinos lo que le importa es el bienestar y la felicidad de sus hijas, sin descuidar la propia; en definitiva Molinos es el justo medio entre el exceso de Amy Chua (exceso patológico no tanto en la base de lo que piensa -en muchos casos es posible hasta compartirlo ¿quién no ve el declive?- como en los hechos -y por tanto es más grave- que describe) y la sobreprotección (al menos en lo académico) que reciben los pesadillas.
Chua es interesante, muy interesante, para reflexionar sobre la sociedad que tenemos en la medida en la que casi casi hemos abandonado todo el esfuerzo, no tanto si hablamos de maternidad; Molinos es el sentido común hecho madre, se puede ser madre y seguir siendo mujer, se puede ser madre y seguir siendo trabajadora... No sólo se puede, casi debiéramos decir que se debe.
En pocas palabras, ¿Recuerdan la fábula de la cigarra y la hormiga? ¿la hormiga es admirable? ¿seguro? ¿conoce a alguien que tenga como máxima aspiración de vida convertirse en ese detestable ser? pues Amy Chua es lo que pretende hacer con sus hijas, pero infinitamente más duro, según ella todo con vistas a un futuro que no llega nunca; cierto es que hay quien hace de sus hijos cigarras, vagos y sobreprotegidos que sólo piensan en su propia diversión, pero Molinos no sólo se opone al modelo Chua, también es lo opuesto a eso, la vida hay que vivirla y disfrutarla, aunque no todo es divertido, aunque a veces la gente se aburre, aunque a veces hay que decir no, pero nunca, nunca hay que excederse.
Si Amy Chua es un best-seller (que lo es, y de los gordos) espero y deseo que Molinos también lo sea con el tiempo; necesitábamos oír a alguien que hablara de esfuerzo, para variar, pero también debemos escuchar de cuando en cuando el sentido común en un libro ameno, divertido y maravillosamente escrito en un mar de integristas de la maternidad.