El tiempo de los regalos

Hubo un tiempo, antes de que todos perdiéramos quizá para siempre la inocencia, en el que un joven de apenas dieciocho años que deseaba ser escritor podía, a fin de tener experiencias vitales que contar, echarse la mochila al hombro y empezar un viaje a pie desde la seguridad de su acomodada casa inglesa hasta el mismísimo Estambul.

En aquellos años, antes de la Segunda Guerra Mundial, un muchacho inglés podía ir hablando con los rudos marinos de Holanda, con quiénes se reían de Hitler en Alemania e incluso con quiénes lo idolatraban, conoció prostitutas, jóvenes que vivían muy adelantadas a su época, se hizo pasar por un viejo amigo de la familia, bebió, escribió un  diario y, sobre todo, disfrutó de un viaje del que da cuenta en este libro, aunque no lo abarca entero ya que aquí, en esta inconclusa trilogía, nos deja en Hungría y murió antes de escribir la tercera parte en la que narraría el final de su viaje hacia Constantinopla. Puede que ahí esté la trampa y el recuerdo embellezca la experiencia; hoy se nos hace inconcebible que alguien pudiera disfrutar en un pueblo lleno de esvásticas, pero el autor así lo recuerda, aunque lo escribe sabiendo lo que vino después. Sea como sea, el viaje es agradable de principio a... Hungría.

Cuando el Nananalíder nos propuso el libro y explicó de qué iba, recuerdo las lapidarias palabras Newland, socarrón: 
Un libro sobre un hombre andando ¿Qué podría salir mal?
Y todos, indefectiblemente, nos acordamos de Cesar Antonio Molinas y de La vida entera... Pero no, por suerte, al menos en mi caso, erré el tiro porque la verdad es que esta vez me ha encantado el libro del hombre andando que casi se está convirtiendo en un subgénero en este Club de lectura. Cuando empecé a leerlo decidí que iba a hacer con él el viaje, que aquello que describiera yo lo vería y que aquellos a quienes él conociera, yo los conocería; he de reconocer que hay algunas partes en la descripción de espacios que se hacen un poco pesadas pero se me ha hecho tan interesante el disparate de atravesar Europa a pie, tan divertidas las charlas que comienza, tan loco que se meta en casa de cualquiera que quiera acogerlo, tan curioso que sea tan bien acogido frente a lo que, según él, pasaría si un adolescente continental enemigo (nadie había olvidado todavía La Gran Guerra) se plantara en Inglaterra que, perdónenme la cursilería, a veces incluso he sentido nostalgia de una Europa más civilizada que ya no existe (y entonces mi mente racional grita que es de agradecer, que está ambientado a principios de los 30 y ya sabemos cómo acabó la historia). El libro es un viaje iniciático y el fin de la infancia, ni más, ni mangas... qué simbólico ¿verdad?

El tiempo de los regalos es, ni más ni menos, que un libro de viajes de cuando viajar a pie y solo era posible; divertido a ratos, interesante la más veces y sí, a veces se aturulla un poco pero aún así el resultado merece la pena por la belleza del conjunto (lo he leído en algún sitio y ahora no recuerdo dónde)

Como de costumbre pueden leer las reseñas del resto de lectores en los sitios habituales: Desgraciaíto, Carmen y Newland, así como escucharnos en los podcast que vamos colgado de cuando en cuando en la página del Club.

El mes que viene toca Canciones de amor a quemarropa, que ya hay quien dice que es un Irving... No sé qué pensar, salvo que he decidido que este año los libros de este, nuestro Club de lectura, me van a gustar, ea.