Un árbol crece en Brooklyn

El 10 de mayo de 1933, los nazis llevaron a cabo uno de sus actos más famosos; no el más atroz -hicieron tantas salvajadas- pero sí uno de los más definitorios: la quema de libros en la Plaza de la Ópera de Berlín; Sigmund Freud, socarrón y uno de los autores cuya obra pasó por el fuego, dijo que era todo un avance que quemaran los libros de los autores que consideraban nocivos puesto que unos siglos atrás hubieran quemado a los propios autores... cuánto horror nos quedaba por descubrir, ya se sabe que donde queman libros, al final queman personas.

Tras esta historia horrible, hay otra que, si bien no compensa tanto horror cometido por los nazis -¿qué podría hacerlo?-, nos devuelve cierta fe en la especie: en los años cuarenta, cuando EEUU entra en guerra, una asociación de libreros norteamericanos decidió que había que diferenciarse de la barbarie nazi en todo y, por ello y con apoyo del gobierno, emprendió una campaña a favor de los libros con algo tan sencillo, y maravilloso, como animar a la gente a regalar libros de bolsillo a los soldados que iban a luchar... y ahí es donde entra en juego Un árbol crece en Brooklyn, que una es perifrástica, pero cuenta las cosas por algo.

La novela de Betty Smith fue el best seller mundial el año de su publicación, 1943, debido sobre todo al hecho de que fue la novela más regalada a los soldados norteamericanos que estaban en el frente para ayudarlos a sobrellevar los horrores de la guerra. A la vuelta a casa muchos se pusieron en contacto con la autora, Smith recibió miles de cartas de agradecimiento de los rudos combatientes porque, decían, gracias a esa novela, no olvidaron por qué estaban luchando, qué es lo que estaban defendiendo.

El éxito de Un árbol crece en Brooklyn se debió sobretodo a que, para esos soldados, su lectura fue como estar en casa. La novela arra las vivencias de una familia en el Brooklyn de antes de la guerra, no cuenta exactamente la historia de la infancia de los soldados, pero sí podría coincidir con las vivencias de sus padres, con todo lo que ellos les habrían contado... eso explicaría, sin duda, por qué está todo tan edulcorado, por qué son todos tan felices a pesar del hambre y la miseria que padecen, por qué entre el hambre y la dignidad eligen siempre la dignidad, por qué entre el robo y la honradez del trabajo duro -casi esclavo- prefieren el trabajo duro... En definitiva, Un árbol crece en Brooklyn cuenta la historia de una América que nunca fue tan bonita en la realidad pero que sí lo era en la mente de varias generaciones y, por tanto, merecía la pena conservar. Es una novela llena de valores positivos: trabajo duro, esfuerzo, lectura (la protagonista lee varios libros a la semana, no sabemos de dónde saca el tiempo con la vida que lleva), generosidad, educación (la protagonista camina mucho cada día para poder ir a un buen colegio y aprovechar así su inteligencia) y valores familiares (el padre de familia es un desastre alcohólico, pero es muy simpático y hace a sus hijos felices, ya se encarga la madre de, además, alimentarlos ya que la música no se come)

Lo que ya no me atrevo a decir es si es una novela con grandes valores literarios; es un tanto extensa y a veces resulta forzado, no cuenta exactamente una historia en el sentido clásico, se le ven las costuras (hay un personaje que tiene TRES matrimonios -y cero divorcios- y ONCE hijos que mueren en el parto y aún así lo sigue intentando porque lo importante es participar... y todo eso antes de los cuarenta que, por supuesto, cumple siendo la mujer más deseada de Brooklyn), y a ratos se hace un tanto pesada... pero igual se deja leer y, si el lector consigue meterse en la historia -suspenda la incredulidad, por favor ¿qué más da?¿tanto importa que alguien haga un relato de ficción feliz?- las páginas van pasando y nos sentimos casi como los soldados de la segunda guerra mundial, como si tuviéramos un lugar feliz que defender, un lugar feliz al que volver... Vale que nunca estuvimos allí, pero esos soldados que luchaban contra los nazis tampoco y la lectura de Un árbol crece en Brooklyn mantuvo a muchos de ellos con vida, ya sólo por eso la humanidad le debe algo a este libro.

Si quieren leer el resto de reseñas del Club de lectores 2.0, pueden hacerlo en los sitios habituales: Carmen, Newland y Desgraciaíto. Nos vemos el mes que viene con A cien millas de Manhattan.