Wishlist FNAC 2014

Bueno, pues un año más, como ya es tradición en estas entrañables fechas, nos disponemos a elaborar la wishlist para que los amables señores de FNAC nos la proporcionen. Con esto de la crisis es mucho lo que uno se quiere comprar y poco el dinero para hacerlo, así que la elaboración de la lista es fácil. No obstante, si sois de los afortunados a los que les sobra el dinero y se compran las cosas conforme se les antojan, podéis echar mano del INSPIRADOR DE REGALOS que la web nos proporciona en la dirección http://www.fnac.es/Guides/es-ES/microsites/navidad_2013/navidad_2013.aspx Yo no lo he utilizado porque soy pobre, pero me cuentan que funciona bastante bien. 

 Procedamos a enumerar los artículos que queremos. Trataré de ser breve y conciso: 
Y ya está. Si no me fallan las cuentas, todos estos artículos hacen un total de 2.013,83 euros, quedándome bastante por debajo del límite máximo permitido de 2.014 euros. Suerte a todos los participantes, y gracias a los amables señores de FNAC por ofrecernos esta oportunidad.

Las lunas de Júpiter


Imagine por un momento que se sienta usted en una cafetería y, a su lado, hay una pareja de mujeres contándose cosas; por cuestiones del destino no lleva ni libro, ni periódico, ni tiene acceso a internet de ningún tipo por lo que, mientras se toma su café, lo único que puede hacer para entretenerse es escuchar esa conversación y asistir así al pedazo de la vida de esas mujeres que, sin advertir siquiera su presencia, se están contando cosas de la vida. La conversación que presencia es amena, está bien hilada y es interesante a ratos, a pesar de que la ha pillado usted a medias… Disfruta su café y la conversación ajena pero llegado un momento, breve, unos quince minutos, puede que menos, debe levantarse y volver a enfrascarse en su vida, por lo que nunca llega a saber cómo acaba lo que han contado ninguna de esas mujeres, sólo ha podido apreciar un fragmento pequeño que no tiene principio, ni nudo, ni final…

Pues sepa que escuchar conversaciones ajenas está muy feo así que, si le ha cogido el gusto a escuchar a esas mujeres, bien puede enfrascarse en la lectura de Las lunas de Júpiter de la ínclita premio Nobel Alice Munro, porque la idea es la misma.

Las lunas de Júpiter es una compilación de relatos breves en los que Alice Munro nos sitúa en esa cafetería metafórica y nos muestra un fragmento de la vida de unas mujeres, al que hemos llegado sin previo aviso y del que nos vamos de la misma manera. Está maravillosamente bien escrito pero siempre nos deja con ganas de saber a dónde va y por qué demonios nos está contando lo que nos está contando… y, de hecho, en uno de los primeros relatos (confieso que se me han desdibujado no ya al terminar el libro sino a medida que lo iba leyendo, un erial) nos hace un guiño como si faltara “chicha” en la historia:

“Si hubiese sido más joven, me hubiera inventado una historia. Hubiera seguido insistiendo en que el señor Black estaba enamorado de una de mis tías y que una de ellas, no necesariamente aquella de la que él estaba enamorado, estaba enamorada de él”

Y es que Munro no nos cuenta nada extraordinario… bueno, miento, lo más curiosos es que sí nos cuenta historias que no tienen nada de ordinario, pero lo hace de tal manera que no percibimos ninguna excentricidad, ni apenas nada que merezca la pena ser contado salvo que nos afecte directamente…

Con este libro los aguerridos miembros del Club de lectores hemos decidido terminar el año (reseñas en sus sitios habituales: bichejo, Carmen, Desgraciaíto y Newland) un libro que no me atrevo a recomendar pero que tampoco quiero espantar su lectura porque, como decía, está bien escrito y es lo suficientemente corto como para que apetezca asistir a ese fragmento de vida… eso sí, si vuelvo a visitarlo (que lo haré a lo largo de este mes, a medida que hablemos de él) no será de principio a fin, que si algo bueno tienen los relatos breves es que se pueden leer algunos y dejar otros.

Doña Perfecta

El libro elegido este mes por el Club de Tortura Lectura es una de las obras más importantes de el que hubiera sido nuestro primer premio Nobel si no se hubiera metido en esas cosas de la política que a veces todo lo pudren... y es que a Don Benito, por si alguien no conoce la historia, se le pudrieron los adversarios que, incapaces de ver al genio literario, montaron tal campaña en su contra en lo referente a la recién creada Academia sueca que le dieron el premio a Echegaray (ZzZzZz) por eso de no desairar a todo un país. Lo realmente curioso de todo este asunto que me hace divagar de tan absurda manera es que, como decía (supongo que a estas horas se ha notado mi entusiasmo con Galdós), Doña Perfecta es una de sus obras más importantes de un autor que prácticamente sólo tiene obras importantes y que, después de haber leído gran parte de su producción, se puede deducir a las claras que era más majo que las pesetas...

Galdós, más majo que las pesetas

Después de haber vuelto a leer Doña Perfecta me han entrado ganas locas de volver a visitar a Fortunata y Jacinta así como revivir los Episodios nacionales (las dos primeras series, que son los que tengo por casa) y es que Doña Perfecta es una obra de muy largo recorrido y de una profundidad que ya quisieran para sí otras obras del periodo realista que la triplican en extensión. Pero empecemos la reseña de la obra por el final, algo que sólo se puede hacer cuando las últimas líneas definen a la perfección la trama:
 
Esto se acabó. Es cuanto por ahora podemos decir de las personas que parecen buenas y no lo son.
Doña Perfecta es la historia de una mujer, que para mayor sorna se llama Perfecta, a la que todos en Orbajosa tratan de "santa", de "ángel" pero que es más mala que la quinina, que manipula todo y a todos, que somete a su voluntad a cuantos tienen la desgracia de cruzarse en su camino a base de una falsa bondad y grandes dosis de mala leche. Si no fuera porque el término es muy posterior y no es Moliére sino Galdós, si no fuera porque Perfecta es muy mala pero no está muy loca, la obra se habría llamado La Pasivo agresiva...  si no fuera, sobre todo, porque de pasiva tiene más bien... nada

La obra comienza con la llega de Pepe -sobrino de la doña- a Orbajosa -lugar de la geografía peninsular donde las ideas más rancias tienen su patria más fiel-; el propósito de Pepe, urdido por su padre, es casarse con su prima Rosarito -la ñoñez personificada-, hija de Doña Perfecta. Pepe es un intelectural capitalino con ideas modernas (ideas modernas en el XIX que espanta de lo modernas que continúan siendo a día de hoy), culto e inteligente pero, que todo hay que decirlo, un poquito prepotente al no ser capaz de ver que tiene delante a una recua de caciques beatos anclados en sus sillones de poder. Por alguna razón que no termina de entender, desde que pone un pie en Orbajosa no paran de buscarle las cosquillas, siempre con la intención de hacerle hablar para escándalo de su audiencia; es decir, a Pepe le pinchan, le pinchan y le vuelven a pinchar, sólo por el placer de incomodarlo y, encima, le pinchan a base de una supuesta bondad y humildad que consiste en cantar sus alabanzas al tiempo que le golpean y gritan que lo hacen por su bien. Doña Perfecta sólo tiene buenas palabras para su sobrino, le regaña constantemente, pero siempre con cariño, lo alaba todo el tiempo, pero siempre pone un pero en mitad de la oración... y, ya se sabe, como dice Benjen Stark "nada de lo que se diga delante de la palabra pero tiene realmente importancia"

La incomodidad de Pepe va subiendo de grado, cada paso que da es siempre en mala dirección, el pueblo inventa más y más sobre él, Rosarito enferma y no sale de su habitación... Total, que Pepe no entiende qué demonios ha pasado, no entiende por qué se siente tan incómodo y una vez que nos hemos ahogado con él en el ambiente de la detestable Orbajosa, una vez que nos han herido -como a él- las palabras que le dedican desde un supuesto cariño y con mucha falsa humildad, el narrador va un paso más allá y nos pone ¡por fin! a Doña Perfecta confesando que ha sido ella quien conscientemente ha creado ese ambiente alrededor de su sobrino con el firme propósito de conseguir sus fines (evitar la boda) sin que se note que los demás están bailando la música que ella decide poner en cada momento... Pero su sobrino es joven, impetuoso y está enamorado, así que en lugar de marcharse, en lugar de ceder un palmo, decide hacer frente a todo... y se lía parda.

Ahora bien, lo realmente fascinante de la obra es que su propósito último de la obra no es advertir al lector contra las Doñasperfectas del mundo, al menos no de las personas Doñasperfectas; el propósito de Galdós, además del puro placer de la lectura, es advertir contra la beatería y el atraso, contra los caciques que no aceptan la modernidad, que no quieren perder su poder aunque sea a favor de la mejora de vida... Es decir, Galdós escribe a una España que entonces estaba herida de muerte, en un siglo con varias guerras civiles, con un ansia de modernidad que no estoy muy segura de que se haya producido... porque aún se vende -de hecho se vende más que antes- que lo "antiguo" es bueno por sí mismo, que cuanto más reducido sea nuestro mundo más piadosos semos, y un largo etc... En definitiva esto es todo lo que podemos decir de las ideas de esa España rural, rancia, beata y analfabeta que parecen buenas y no lo son.

El libro tiene una sola pega y es que para leer realismo hay que estar ciertamente entrenado en el estilo (y no era el caso en lo que a mí concierne al menos), porque cuesta un poco pasar sobre él y, a ratos, el lenguaje se hace excesivamente engolado, el ritmo es lento hasta casi el último tercio de la novela, así como algunos de sus personajes (cof cof Rosarito cof cof), parecen sacados del romanticismo más estúpido (pero ojo, es realismo... Rosarito es la histérica-tipo del XIX, vamos, que sólo le falta quedarse ciega) pero superado este "único" problema, es una delicia de principio a fin.

Así que ya saben, si algo nos puede salvar, creía gente como Galdós, es la cultura y el pensamiento crítico; si algo nos condena al abismo es el atraso y los anclajes al pasado rancio, el tener miedo a desairar a quienes gritan más alto en nombre de su acrítica visión de su mundo.

Podéis (y debéis) leer el resto de reseñas en los lugares de costumbre (Bichejo, Newland, Desgraciaíto y Carmen) así como leer (¡y participar!) los debates que se generen en el hogar de todos: El Club de tortura lectura 2.0

Como una novela

El libro de este mes de el Club de tortura lectura 2.0 es el brevísimo ensayo Como una novela de Daniel Pennac, un profesor de instituto que trata de explicar cómo se debe y cómo no se debe estimular la lectura en las nuevas generaciones. Como es costumbre podéis ver las reseñas del resto de autores reunidas en el propio Club, donde además se ha instalado Bichejo -de momento-, o, si queréis ir a sus casas, que son interesantísimas ¡¡incluso cuando no hablan de libros!!: Carmen, Newland y Desgraciaíto.

Hay que partir de la base, como decía, de que Pennac es profesor de instituto... o lo que es lo mismo, sabe muy bien que venderles un libro a los chicos es tarea fundamental si queremos hacer de ellos buenos lectores así que, a lo largo de Como una novela nos va dando con más o menos humor pautas a seguir en esta noble tarea, y hasta se descuelga con un decálogo de derechos del lector:

  1. El derecho a no leer.
  2. El derecho a saltarnos las páginas
  3. El derecho a no terminar un libro
  4. El derecho a releer
  5. El derecho a leer cualquier cosa
  6. El derecho al bovarismo
  7. El derecho a leer en cualquier sitio
  8. El derecho a hojear
  9. El derecho a leer en voz alta
  10. El derecho a callarnos
O lo que es lo mismo, el derecho al placer, a hacer lo que a cada uno le venga bien en cada momento... Es una lista estupenda de derechos para un lector pero, y ahí es donde la argumentación de Pennac, se cae abajo, para ser lector hay que dejar de ser no-lector o lo que es lo mismo, si nunca te has leído un libro por el puro placer de hacerlo, no te llames a ti mismo lector (ojo, no es obligatorio ser "lector" en esta vida), o lo que es lo mismo, por supuesto que tienes derecho a no terminar un libro (ni sé cuántos no termino yo), por supuesto que tienes derecho a saltarte páginas... pero eso, de UN libro concreto, no de todos, que para hojear en condiciones hay que tener cierta vista lectora, si nunca terminas ningún libro no sé cómo calificarlo salvo como falta de curiosidad, etc, etc... Conclusión: un gran derecho conlleva una gran responsabilidad.

Y es que Pennac, deduzco, escribe este libro llamado por las dulces voces de Sirena de la pedagogía moderna, en la que todo ha de ser divertido y estimulante y si no eres estimulado y divertido desde el exterior no has de poner nada de tu parte... Por suerte o por desgracia no es así: aprender a leer cuesta, adquirir conocimientos también y hay libros que jamás serían leídos -hablo de clásicos imprescindibles- si no fueran obligatorios en la escuela.

Habla Pennac también de lo importante que es "engañar" al alumnado para que lo que leen no parezca obligatorio (en este caso está delante de un alumnado que lo es de milagro) y ¡zas! ahí se la cuelas... Recuerdo una clase de primero de la ESO en la que después de hablarles de Ana Frank vi llena de orgullo que al día siguiente muchos de los alumnos tenían el Diario en la cajonera, recuerdo lo mismo con El Lazarillo de Tormes, El principito... pero no deja de llamarme la atención que eso haya sido en las clases en las que la literatura no formaba parte del temario (la literatura como historia de empieza a enseñarse en 3º de ESO) porque entonces para conseguir seducirlos con La Celestina hay que decirles qué es una virguera, que Calisto y Melibea pasan gran parte de sus encuentros desnudos y cuanta cochinada se te ocurre para llamar a las hormonas de quinceañeros como manera de despertar sus mentes... (Recuerdo decirle a mis alumnos que el llanto de Pleberio era importante porque según la moral de la época en lugar de llorar a su hija debía patear su cadáver... y encontrármelo tal cual en los exámenes... no se me ha vuelto a ocurrir, obviamente) y digo esto porque Pennac habla de cómo desde la literatura ha de llegarse a la historia de y me llama la atención viniendo de un profesor que sabe que hay libros que sólo se entienden en contexto (se entienden correctamente, quiero decir) y que historia de la literatura no es la única asignatura que tienen, es decir, que no hay tiempo... Y hoy va de anécdotas: En una clase de bachillerato un tanto peculiar (buenos pero muy numerosos -> ruidosos) en lugar de soltarles la chapa habitual sobre el Quijote (no es por echarme flores, pero las clases de literatura suelen ser entretenidas) llevé el libro y se desató la magia... Una hora para analizar qué quiere decir eso de "desocupado lector", la siguiente para hablar de "la historia de un hijo seco", la siguiente para "ni suplicarte con lágrimas en los ojos", etc, etc... Sé que recordarán el Quijote, pero darlo así me llevó muchísimo tiempo... y había algo de prisa.

La cuestión es que los extremos no son buenos, ni han de leerse el Quijote con 10 años (aunque no veo por qué es tan atroz esa idea, francamente, miren a los anglosajones haciendo ensayos sobre Shakespeare en primaria) ni pedirles que lean sólo aquello que les gusta (o directamente ver como no leen nada de nada sin intentar lo contrario)... porque entonces jamás pasarán de Flanagan, y leer a Flanagan es desconcertante si tienes más de 14 años... Al paladar hay que educarlo y, para ello, es importante que lean algunas cosas "escogidas" por gente que sabe del asunto... pero nadie sabe más del asunto que un padre lector... y nuevamente se cae la argumentación de Pennac, que pareciera sugerir que la culpa es "del sistema" "de los profesores" pero jamás de los alumnos... Y vuelta al tópico de que "ya no se lee" como si los adolescentes de los 70 fueran todos lectores de la talla de Borges frente a los de hoy que sólo se divierten viendo Gandía Shore...

Lo bueno que tiene el libro (es que si no me centro un poco me enciendo) es que es breve y ciertamente ameno, no agrede aunque es simplón como él solo, lleva una cierta reflexión (con los mismos argumentos que has defendido/rebatido 200 veces) y, sin duda va a ser objeto de debate ¿obligar o no obligar a leer en la escuela/casa? o más importante aún, y cito a Bichejo, cuando estás harto de leerlo ya se ha terminado. ¿Lo malo? que discrepo en (casi) todo y estoy un poco aburrida de los profesores a lo El club de los poeta muertos (en el mundillo se les llama "amigo de los niños" y no, no es un halago) que les espeluzna cualquier cosa que suene a exigencia... Si fuera un libro dedicado a los adultos entendería todo el planteamiento, pero como es obvio, a los adultos que no leen ya los has perdido como público, pero ¿tanto remilgo con darle un par de martillazos -repito: un par- a un diamante en bruto que es un alumno?

En conclusión: una reflexión amable sobre la formación de lectores, tan amable como servir té de mentira en tacitas de mentira en la casita de mentira del árbol... Amable y educada sí, pero ¿nos lleva a algún sitio en su propósito (conseguir lectores) o "simplemente" nos hace pensar al respecto?

La última noche en Twisted River

El libro elegido este mes por el Club de tortura lectores 2.0 es La última noche en Twisted River de John Irving. Puedes leer la reseña general (y la de Bichejo, que ha tomado posesión de momento del salón del club) aquí, y las del resto de lectores residentes en su hogar habitual (que si no visitas aún ya estás tardando): Chez nananalíder, chez Carmen y chez Newland

Tras la Segunda Guerra Mundial, los grandes escritores norteamericanos pusieron todos sus esfuerzos en crear "la gran novela americana" (no es que antes no ansiaran figurar en el Olimpo de los escritores, es que la crítica literaria en general usaba menos epítetos y la norteamericana en particular tenía menos fondo de armario del que tirar), algunos de los aspirantes al título lo consiguieron, ojo, pero, desde entonces, todo autor que se precie tiene que dejarse la piel en emular a sus predecesores y marcar el camino a seguir, debe convertir su novela en un hito que será recordado por los siglos de los siglos Amén...

John Irving escribió una novela magnífica -que yo haya leído- peeeeero a sabiendas de que, a pesar del Óscar (no me he vuelto loca, su adaptación -de Irving- ganó un Óscar), no sería recordada como la gran novela americana; de hecho quien esto escribe, como tantos otros, leyó el libro y lo recuerda vagamente por aquello de "Buenas noches príncipes de Maine, Reyes de Nueva Inglaterra"...que decía Michael Caine... o lo que es lo mismo, no recuerdo el libro sino la película (todo tiene una explicación, con los años recordamos lo esencial, que es lo que cuenta la película, lo farragoso de Irving se va perdiendo por los recovecos de la mente) porque lo leí en cuanto la vi y no ha marcado mi vida, qué cosas.

Pero vayamos al grano, tras los dos párrafos precedentes creo que queda lo suficientemente claro que el libro no me ha gustado en absoluto, me ha parecido farragoso, lleno de detalles que no aportan ni un gramo a la historia, ni a los personajes, ni a los lectores y que sólo sirven para engordar de páginas un libro que narra un viaje que, curiosamente, no va a ninguna parte.

Y en el principio creo Dios los cielos y la tierra, y la tierra la dotó de árboles, y los árboles había que transportarlos de alguna manera y, como hemos visto millones de veces, esa manera era con hombres subidos encima. La novela se sitúa en una maderera y comienza el día en el que Ángel sufre un accidente, muere y el rudo Ketchum se queda hecho polvo... Ketchum -grande como un oso- tiene un amigo -creo que no sería el término exacto, pero sirva para entendernos- al que todos llaman "Coci" porque es el cocinero oficial -aunque se llama Dominic Baciagalupo- gran lector y hombre delicado que tiene un hijo de doce años llamado Danny.

Irving nos cuenta lo que el resto de personajes sabe de la vida de Ángel, que al parecer no viene de dónde decía ni es quién decía ser, y vemos el sufrimiento de Ketchum al tiempo que poco a poco se nos van deslizando las vidas de Baciagalupo e hijo... que son los verdaderos ejes de la novela... pero -y esto se muy Irving, muy gran novela americana y muy aburrido- para llegar a algo que les pase a ellos necesitamos 200 páginas de saltos hacia atrás en los que se nos cuenta la vida de Baciagalupo, su madre, su prima, el origen de su simpático apellido, la trágica muerte maderera de la madre de Danny y un sinfín de detalles sobre sus cuitas con breves interludios del sufrimiento de Ketchum. Y si lo importante fuera la trama sin más ahí debiera quedar este texto, pero como no ha pasado nada a los protagonistas (la muerte de Ángel es un asunto absolutamente menor en la historia) hay que narrar ese acontecimiento de la página 200, en la que el lector o está fascinado ante el cuadro de costumbres e historietas que no son eje central del relato o está, y es mi caso, aburrido como una morsa.

Inciso
En el XIX (soy tan fan del Realismo como odio el Romanticismo) las novelas eran largas y en gran parte se debía a que estaban llenas de descripciones... Ahora cuando son largas es porque están llenas de detalles que le dan verosimilitud... pero que sobran (al menos a mí me sobran)
Fin del inciso

La noche que sigue al día en el que murió Ángel, después de haber oído por enésima vez la historia de cómo se mató a un oso de un sartenazo, Danny, que sólo tiene 12 años, oye ruidos, cree que es un oso, coge una sartén, ve un bulto y golpea con todas sus fuerzas... a la india desnuda de 2 toneladas con la que su padre tenía relaciones sexuales impropias, y digo "impropias" porque la susodicha es a su vez la pareja del alguacil que se cae de borracho hasta el punto de que intentan hacerlo pasar como mata-indias a ver si cuela, pero no, no cuela porque deciden escapar a pesar de las advertencias de Ketchum (que no sé por qué me recuerda a Melquíades) Y ahí viene el novelón: las mismas páginas de blablablá, cuadro costumbrista por aquí, cuadro costumbrista por allá, todo como excusa para la descripción (que de narración tiene lo justo) que Irving nos hace de América (de la profunda y de la no tan profunda) y su historia, cincuenta años de una historia apasionante que ni llegando un momento en el que puedo usar mis propios recuerdos apasionados para comparar con lo que dicen, sienten y hacen los personajes ha conseguido resultarme amena... entre otras cosas porque no me resulta creíble escuchar cómo Ketchum, que empezó siendo un rudo maderero, es evocado por Danny en plan "qué hubiera dicho él en este caso", porque una vez que me metí de lleno en provincias de la América profunda... por mucho que Danny salga de allí y el escritor haga diatribas sobre Bush y Gore y sobre Bush y Kerry, sobre Irak y Afganistán, y sobre todo aquello que me tuvo horas discutiendo una tarde en Nueva York en octubre de 2004... ya no pude salir más, hacerlos cosmopolitas y todo me resultó provinciano.

Antes de salir corriendo, querido lector, confieso que a partir de la muerte de la india, puede que incluso antes, leía en diagonal, cuando no me saltaba páginas y páginas directamente... Pero todo tiene su por qué, LA GRAN NOVELA AMERICANA no es mi tipo de novela, pero sí puede ser la tuya (cuando leas la reseña de Newland y Bichejo entenderás por qué lo digo), así que no quiero desanimarte, a pesar de todo, a leerla... piensa que yo no pude con El señor de los anillos porque el principio -la historia de la tierra media, sus costumbres y advZzzzz- es como este relato... entero.

Jane Eyre

El libro elegido este mes para compartir con el Club de tortura lectura es la archiconocida novela romántica Jane Eyre de Charlotte Brontë que, junto a su hermana Emily, codificó el romanticismo literario en la novela con la idea que hoy tenemos del mismo... porque el Romanticismo literario es bastante más complejo de lo que pueda pensar alguien que no tenga a bien estudiarlo más o menos en profundidad (vaya por delante que es un movimiento que, aunque conozco de forma muy superficial, detesto profundamente), y eso por no hablar de sus complejidades filosóficas y políticas...

Jane Eyre es un clasicazo, qué duda cabe, la GRAN novela romántica inglesa... Así que, en vista de que no me ha gustado nada de nada, deduzco que el problema es mío y no del libro, que lo he leído con dos siglos de retraso, vaya:
Jane Eyre es una pobre huérfana que vive recogida por unos parientes que la detestan tanto que, como Jane tiene carácter desde su más tierna infancia -aunque tiene un corazón enorme (uso esas expresiones para mimetizarme con la prosa de Charlotte)- deciden enviarla a un colegio con otras huérfanas pobres donde la vida es durísima pero, como la dureza forja el carácter, también se puede ser más o menos feliz. En los ocho años que pasa en el colegio presenciamos lo horrible que es ser una niña pobre en el siglo XIX -hambre, frío, ropa fea, humillaciones, muerte...- hasta que la autora decide que ya nos ha espeluznado lo suficiente y tenemos en un párrafo a una Jane con 18 años que decide dejar el colegio para ver mundo y se hace institutriz en casa del señor Rochester... Es una novela romántica, y Rochester es un señor feo, duro, con patillas gordas, rico, que anda enamoriscado de las de su clase hasta que un día... y ahí va una sucesión de tópicos hasta el final...

El problema de leer un clasicazo como Jane Eyre es que, aun sabiendo que cuando se publicó era originalísimo, no hay manera de escapar de un "esto ya lo he leído/visto", y no me refiero a la trama (confieso que la desconocía en gran parte) que, dos siglos después, es tan previsible como los disparates de SyFy... y el ejemplo no es casual, en los disparates de SyFy -me encantan- se sabe quién vive y quién muere aunque la vida/muerte contradiga toda lógica, el argumento principal e incluso las leyes de la física; en Jane Eyre el culebrón está servido de principio a fin y aunque pueda sorprender al lector un giro concreto de los sufrimientos de la pobre Jane, que tanto sufre ella que es tan piadosa y modesta, si Charlotte escribiera eso hoy, por más clásico que sea, sólo se lo publicaría Harlequin (en su versión asexual, si la tiene) y es porque las pautas del género, como decía al comienzo, las marcaron las Brontë y han tenido imitadores en contingente que hoy escriben culebrones venezolanos y telefilmes de A3

Doy por hecho que el libro está maravillosamente bien escrito, la prosa cuidada pero, en primer lugar, es que es MUY romántica, y a mí el Romanticismo me empalaga con sus:
Desesperanzada como estaba respecto al futuro, no habría deseado cosa mejor sino que el Creador hubiese arrebatado aquella noche mi alma de mi cuerpo, evitándome una ulterior lucha con el destino 
¡Dios mío! ¿Qué ilusión es esta? ¿Qué dulce locura me ha acometido? 
Me pareció una coincidencia demasiado sobrenatural e inexplicable para comunicársela 
(Aunque casi casi le perdono el almíbar cuando me encontré con la mala leche que destila a veces:
Una sana educación inglesa corrigió en gran parte sus defectos franceses)
Y, en segundo lugar, por alguna razón que se me escapa, la edición que manejaba, de la Editorial Austral (sí, tú, Editorial Austral), da VERGÜENZA AJENA; plagada de laísmos y otras incorrecciones gramaticales que sacan al lector de la trama por muy profundamente que se meta en ella, con traducciones inconcebibles en algunos pasajes... Hay tropecientas mil ediciones digitales gratuitas, compré la de Austral porque me dio confianza, porque quería una buena edición que además estuviera prologada... Siempre leo los prólogos (me refiero a las ediciones críticas) después de haber leído el texto, para no ir demasiado condicionada, pero esta vez, con semejante edición, me lo voy a saltar...

Salva la novela que es más o menos entretenida y sí es cierto que el personaje de Jane está perfilado (pero también es el estereotipo -que sí, que es original de las Brontë- del que después se nutrió el Realismo -para ridiculizarlas- con su Ana Karenina, Madame Bovary, Ana Ozores y tantas otras) Jane es una mujer fuerte, decidida, de las que no esperamos en el XIX (ojo, las había ya de antes; lean a Jane Austen -hay que leerla con cualquier excusa- o incluso observen, por ejemplo, los personajes femeninos de La Celestina), pero soy una lectora del XXI y no he conseguido suspender la incredulidad del todo, he visto demasiado que no hay fisuras en ella: es modesta -siempre- tiene carácter -siempre- es buena -siempre, incluso cuando es mala es buena- y eso, si no fuera porque está en primera persona y porque Charlotte escribe muy muy bien la convertiría en un personaje plano precisamente porque es la heroína romántica de manual... pero, insistamos una vez más, de un manual que crearon las hermanas Brontë...

En conclusión, nunca pensé que me horrorizaría tanto un clásico, pero no me hagan demasiado caso en esta ocasión, lean Jane Eyre, que yo les recuerdo la advertencia inicial: con contadas excepciones, soy alérgica al Romanticismo literario.

El debate, que lo habrá en cuanto mis compañeros empiecen a defenderlo, pueden seguirlo en el Club de lectura 2.0, así como leer las reseñas entusiastas de los otros lectores residentes: Bichejo, Carmen, Desgraciaíto y Newland.

Embassytown

Portada de la edición española,
de Fantascy

Empiezo confesando que terminé el libro de China Miéville (¿qué clase de nombre de señor es China?) hará cosa de un mes pero hasta este momento no me había animado (atrevido es un término infinitamente más preciso) a reseñarlo por un único y simple motivo: Embassytown es un relato de digestión lenta, que no pesada, que exige una reflexión no ya para escribir sobre él, ojalá fuera sólo eso, sino que incluso antes de compartirlo con los amigos, antes de recomendárselo a nadie –algo que ha hecho, lógicamente, su editorial en España a la que deseo una suerte infinita en su aventura y también, locamente, unos cuantos blogueros- hay que asumir lo que se ha leído, porque cada palabra dicha cuenta en esta novela de ciencia ficción que gira en torno al lenguaje que, no olvidemos, es mucho más que decir palabras… no se hace una idea el potencial lector de Embassytown cuánto más.

La Ciudad Embajada es un pequeño núcleo urbano humano en el planeta Arieke, situado en la frontera del universo conocido, que da hogar –el planeta- a aquellos que llaman, en el colmo del ingenio, Anfitriones; los anfitriones son unos seres extraños (no se imagina el lector hasta qué punto son extraños y sólo muy al final, a base de asumir descripciones, es posible conformar una imagen mental de los mismos) e inteligentes, dotados de un lenguaje que había que descifrar pero que era sólo como primer paso porque, para comunicarse con ellos, había –y aquí estaba la dificultad- que poder producirlo… y para ello hubo que crear a los Embajadores (CalVin, HenRy, y tantos otros) que son seres plurales y singulares a la vez. El Idioma (sí, en mayúscula), su producción, es parte esencial de la vida de la Ciudad Embajada, comunicarse con los Arriekes –los anfitriones- es su privilegio por lo que la metrópoli decide enviar a su propio embajador, EzRa, que, sin querer, lo cambia todo.

Ciudad Embajada cambia con EzRa porque con la sola irrupción del ser humano ya está en proceso de cambio, porque, aun teniendo un lenguaje elaborado, los anfitriones tienen que inventar –que imaginar- nuevas realidades para poder nombrar un mundo cambiante y cada vez más amplio… Participan, embajadores y anfitriones, en lo insólito, en concursos de mentiras y se deleitan ante la visión de algo azul que, en palabras, es de un imposible rojo, mientras, a su vez, aprenden a engañar a la realidad con complicados trucos filosóficos para poder usar el Idioma y casi casi mentir… Y es que ¿qué sería de nosotros sin mentiras, sin metáforas, sin silogismos, sin símiles? ¿qué sería de nosotros sin comunicarnos?

Puede que Embassytown no sea un libro para todo el mundo, pero, al mismo tiempo, no es un libro sólo para lectores de ciencia ficción (yo no soy la más aficionada al género y me atrapó desde la primera página) porque el lenguaje es algo que nos afecta como especie y Miéville plantea un escenario en el que desarrollar una trama que nos lleva a hacernos multitud de preguntas al respecto y no obtener apenas respuestas más allá que nuestras propias conclusiones pero, al mismo tiempo, quizá sí sea un libro para todo el mundo (lo he visto reseñado, atónita me hallo, en algunos sitios como literatura juvenil), porque es la historia de un planeta que cambia con la aparición del hombre, o simplemente una aventura…

En definitiva, un libro que nos mete, sin intermediarios (narrado en primera persona con un personaje que parte de la base de que el lector sabe de qué habla) en otro mundo, en otra realidad que es la nuestra mientras estemos en la Ciudad Embajada, una ciudad viva en un mundo vivo, que se enferma –literalmente- cuando las estructuras sociales básicas se enferman y que recuerda, a ratos y remotamente, a La voz de los muertos en cuanto a la biología (no en su aspecto externo sino en principio elemental) o al mismísimo El juego de Ender en sus dificultades de comunicación sólo que, esta vez, sí fuimos capaces de comunicarnos.

Sólo un último apunte: estoy tentada de hacerme con un ejemplar en inglés, para ver cómo ha resuelto Miéville –en vez del traductor, fantástico por cierto- algunos recovecos de la trama porque, como entenderá el lector, en un libro sobre el Idioma, cada palabra cuenta, y en Embassytown hasta la tipografía del libro juega un papel en la historia… desde Calilla y Dimma no encontraba un libro en el que todo, absolutamente todo, formara parte de la trama… y eso siempre es un placer.

Cómo hablar de los libros que no se han leído

En más de un año que llevamos compartiendo esta aventura de lectura compartida, los lectores residentes de este Club de lectores 2.0 no hemos sido capaces de encontrar un solo libro que nos haya parecido fantástico a los cuatro (ahora somos cinco, véase el último párrafo), así que, en un alarde de genio, este mes se lo vamos a dedicar a un ensayo de Pierre Bayard titulado Cómo hablar de los libros que no se han leído con el que no sólo se han de perder los complejos ante la no lectura de esos libros que todo el mundo -ejem- ha leído sino que, literalmente, da lo que promete, esto es: explica cómo hablar con propiedad de los libros que no se han leído sin quedar como un cretino.

Hay que partir de la base de que Bayard es profesor de literatura y, aunque le presupongo una vasta cultura, también doy por hecho que no puede haber leído todo lo que enseña, más que nada porque yo también soy profesora de literatura (aunque en mi caso de un nivel en el que los alumnos jamás han leído un libro del temario que yo no haya leído) y ni de coña he leído -ni tengo intención- todos los libros de los que tengo que hablar en clase... y aún así puedo hacerlo con soltura y seguramente, tal y como defiende Bayard, con una precisión mayor, con más objetividad, que si los hubiera leído.

No quiero que se me malinterprete, Cómo hablar de los libros que no se han leído no es un elogio de la no lectura, sino un reconocimiento de que es más importante saber que tener una experiencia directa sobre aquello de lo que hablamos, porque, defiende Bayard, cuando tenemos una experiencia directa -esto es, cuando leemos- corremos el riesgo de caer en lo subjetivo mientras que para saber situar un libro en su contexto, establecer sus relaciones -que es lo que reside realmente la cultura- leerlo no suele sernos muy útil... Me viene a la cabeza Chesterton, un autor fundamental en la literatura al que cometí el error de leer porque me hizo gracia el título de un libro, un libro del que no podría hablar ahora de un autor supuestamente esencial al que yo no conozco... si en lugar del libro me hubiera enterado de quién es, ahora sería más culta... supongo... También me viene a la cabeza Jorge Edwards, que en El Whisky de los poetas dice que nunca encuentra a nadie que "lea" a los clásicos porque, curiosamente, todo aquel al que ve con un clásico en la mano dice estar "releyéndolo" como si haber leído (tiempo perfecto, ergo pasado) según qué libros fuera obligatorio... porque lo es ¿o no?

En definitiva es un canto a la sinceridad y un apunte sobre que es más importante, para hablar de un libro, conocerlo bien que haberlo leído, porque estas dos acciones -"conocerlo" y "leerlo"- suelen darse de bofetadas. Un ensayo de lectura ligera para una tarde de verano, divertido, bien escrito y que no se para en tecnicismos, pero que tiene, para mi gusto, un fallo garrafal, y es que se olvida de la parte de placer que da la lectura... Llevo más de quince años leyendo sólo por el placer de hacerlo, y considero que la cultura que se adquiere en los libros literarios es -o ha de ser- algo secundario, no el objeto en sí y el ensayo de Bayard va dirigido a ser más culto olvidando, por completo además, el disfrute.

Como de costumbre podéis seguir el debate en el Club de lectores 2.0 y ver las reseñas previas, además de allí, en la casa de Bichejo, Desgraciaíto, Carmen y, ahora sí que sí, Juanjo, al que damos la más calurosa de las bienvenidas... Este mes promete ser movido porque alguien tendrá que responder a una pregunta esencial: ¿para qué leemos? y a partir de ahí se me ocurren tantas otras...

Paula

El libro escogido este mes para el Club de lectores 2.0 es Paula, de la escritora chilena Isabel Allende. Las reseñas y el debate al efecto, lo podéis seguir en la página habitual; para encontrar las reseñas de Bichejo, Carmen, Niño Desgraciaíto pinchad sobre el nombre, que me consta que -¡oh, sorpresa!- hay divergencias de opinión y, por supuesto, damos la bienvenida a Newland, que por fin se ha animado a ser un miembro residente más de este Club de lectores 2.0.


En plena fama y gloria, cuando estaba de gira mundial para presentar la que era entonces su última novela, El plan infinito, Isabel Allende recibió la peor noticia que puede recibir una persona: su hija mayor, Paula, acababa de caer en los brazos ponzoñosos de la enfermedad que la llevaría a la muerte... Allende es alguien que ha pasado su vida entre las letras, no en vano su primera y más exitosa novela La casa de los espíritus nació en el exilio como una carta que escribía para despedirse de su abuelo; Paula es una novela que nace de una manera similar, pero mucho más atroz, de las tripas de la autora, para su hija, para que cuando Paula despierte -lo escribe mientras aún está viva- pueda recuperar la memoria del tiempo perdido, las historias de su madre y su familia toda.
Escucha Paula, voy a contarte una historia, para que cuando despiertes no estés tan perdida.
Con esta dolorosísima excusa acompañamos a Isabel Allende desde antes de que la propia Isabel naciera hasta la muerte de Paula con un relato en dos tiempos, por un lado la propia enfermedad, en terrible presente -la autora escribe para poder salir brevemente de la tristeza que le produce la ausencia de Paula, que cae en coma mes y medio antes de que el libro empiece- y se trata este de un relato absolutamente desgarrador, que va desde el dolor a la esperanza y tiene sus momentos de madre coraje absolutamente creíbles y sinceros, momentos en los que todavía habla con Paula
Bien, si es así sólo cabe esperar. Si tú resistes, Paula, yo también.
 hasta la aceptación de que Paula, simplemente, tiene que irse y la historia habrán de escucharla otros
Qué simple es la vida, al final de cuentas... En este año de suplicios renuncié poco a poco a todo, primero me despedí de la inteligencia de Paula, después de su vitalidad y su compañía, finalmente debía separarme de su cuerpo. Todo lo había perdido y mi hija se iba, pero en verdad me quedaba lo esencial: el amor.
Pero, como sería absolutamente imposible echar 400 páginas llorando sin parar, en la mayor parte del libro, ese libro que escribe para Paula -no, no en su honor, sino porque tenía la esperanza de que ella podría leerlo algún día- acompañamos a la señora Allende desde antes de que naciera hasta el terrible final en el que el pasado se junta con el presente. En el pasado vemos a una autora vital, con una familia disparatada que explica absolutamente todo lo que narra en La casa de los espíritus casi punto por punto, con su abuela la Memé a la que conoció poco pero que inspiró el personaje de Clara, la clarividente matriarca
La Memé se despidió de la vida con sencillez, nadie se dio cuenta de sus preparativos de viaje al Más Allá hasta última hora, cuando ya era demasiado tarde para intervenir [...] He escuchado hablar de ella, conservo en una caja de lata las únicas reliquias suyas que han perdurado y el resto lo he inventado porque todos necesitamos una abuela. Ella no sólo ha cumplido ese papel a la perfección, a pesar del inconveniente de su muerte
su abuelo, el Tata, hombre austero con sus duchas de agua fría, receptor primero de La casa de los espíritus y desfacedor de bodas; a su hija y a su nieta les ofrece deshacer el disparate de la boda... en plena boda. 
Todavía es tiempo de arrepentirse. No se case, hija, por favor, piénselo mejor. Hágame una señal y yo me encargo de deshacer esta pelotera de gente y mandar el banquete al hospicio
Su madre, que quizá no sea realmente su madre porque se robó un bebé sin asegurarse de si era o no su hija recién nacida, que en La casa de los espíritus inspira a Blanca pero que en su biografía apenas cita por el nombre, porque es una carta a Paula, y para Paula, esta mujer fuerte que sacó a sus hijos adelante tras ser abandonada por su marido, primo de Salvador Allende, es simplemente mi madre, que está en el presente de los noventa para seguir protegiendo a su hija, Isabel, del dolor más doloroso ante la pérdida de Paula. Su padre, que sólo sale en ausencia porque, nos dice Allende, existe un silencio conspirativo en torno a él, que alimenta la imaginación de la autora
En mi mi niñez lo imaginé como un criminal y más tarde, cuando supe de perversiones sexuales, se las atribuí todas, pero parece que nada tan novelesco adorna su pasado, sólo era un alma cobarde; un día se vio acosado por sus mentiras, perdió el control de la situación y salió escapando.
Y el tío Ramón, que se encargó de sacar a su madre y a ella y sus hermanos de la misión diplomática en la que su padre los había abandonado y prometió cuidarlos para siempre y, tan bien lo hizo, que ahora Allende debe de ser un hueso duro de roer a la hora de entablar discusiones.

Esta parte es una parte llena de luz hasta el momento de la dictadura, vemos, además de la familia y como es lógico, a una Allende niña y a una Allende adolescente llenas las dos de vida y curiosidad; a una mujer intensa -porque Isabel Allende es intensa como mujer y como escritora- que se busca la vida como puede, que se enamora locamente y se casa con Michael, un chileno de ascendencia inglesa que le provee a la Granny, otro personaje extraordinario. Acompañamos a Isabel por el exilio, por la maternidad, por el fin de su matrimonio y el redescubrimiento del amor en el que sigue inmersa a día de hoy (al menos hasta la escritura de la continuación de Paula que tiene por título La suma de los días y que, aunque es interesante, no está, ni mucho menos, a la altura de Paula

En definitiva Paula no es otra cosa que la apasionante vida de la apasionada Allende, escrita por Allende o, mejor dicho, por las tripas de Allende en el que es, sin duda, el peor momento del su vida, la pérdida de Paula, y del que, a pesar de todo, consigue sacar algo positivo que es Paula, su mejor novela hasta la fecha y que, seguro, habría preferido no tener que escribir.

La primera vez que leí la novela estaba recién publicada y la recuerdo como una de las novelas de mi vida, pero ahora, aunque me sigue pareciendo magnífica y me ha hecho llorar, no me atrevería a tanto, y menos a aventurar si la que no ha envejecido bien del todo es Paula la novela o quien esto escribe, o si, sencillamente, no es una novela apta para relecturas sino para sólo un primer y maravilloso golpe. El estilo narrativo de Allende es musical en extremo pero sin caer en disonancias ni absurdas frases rimbombantes, cada palabra ocupa el lugar que debe ocupar sin embargo, a medida que avanzamos en sus páginas, la novela va perdiendo fuerza y lo que eran las delicadas pinceladas del comienzo se transforman en enormes brochazos en su vida adulta, y no digo que no sea lógico y esperable, es más sencillo novelar con los otros, imaginarles reales aventuras extraordinarias, que ver la magia en lo que ha vivido uno mismo... o, quizá, la razón sea mucho más mundana y desgarradora, a medida que avanza en el relato de su vida, Paula ha empeorado y la tristeza penetra en su prosa, no digo que esté peor escrito, ojo, sólo que no es tan luminoso, de hecho en la novela hay un parón... 

Ahora bien, si tuviera que hacer una lista de "novelas para la vida", aunque se haya caído de mi top ten (es lo que tiene que hayan pasado quince años con sus correspondientes lecturas), Paula sería, sin duda, una de las de ¡corre a leerlo!

Nómada

Ayaan Hirsi es una feminista de origen somalí que, curiosamente, es denostada por una parte numerosa (me niego, por pudor, a usar ahí el adjetivo "importante") de las feministas occidentales, esas mismas feministas radicales que comparan la ablación de niñas con llevar tacones, que llaman burka occidental a la depilación y no mueren inmediatamente de vergüenza o que -y me enterado hoy mismo por un artículo de Muñoz Molina ¡de hace 15 años!- comparan la forma de describir el hecho biológico de la fecundación del óvulo ¡¡con una violación masiva!!... para esas "feministas" Ayaan Hirsi no vale... pues qué quieren que les diga ¡con su pan se lo coman! 
Cuando las mujeres musulmanas afrontan no ya la opresión sino la muerte violenta, ¿por qué las feministas no protestan contra sus opresores? ¿Dónde están las grandes defensoras que impulsaron el movimiento contemporáneo por la igualdad de las mujeres en occidente? ¿Dónde, por poner sólo un ejemplo, está Germaine Greer, autora de clásicos del feminismo occidental como La mujer eunuco? Greer considera que la mutilación genital de niñas debe analizarse en su contexto. Intentar ponerle fin, ha escrito, representaría "un ataque contra la identidad cultural"
Hablamos, para mayor escarnio, de una mujer que tiene que ir con escolta por defender la civilización occidental frente al islamismo radical especialmente en el trato que este les da a las mujeres; algo que, para más señas, cuenta desde su propia experiencia vital, las vivencias de sus primos, la muerte de su padre... En Nómada nos encontramos con una nueva migración, esta vez a EE.UU., quizá la definitiva en una mujer que ha migrado tanto, y allí, en EE.UU. vemos cómo a los hechos ya vividos se suma una nueva visión que la reafirma, aún más, en sus posiciones.
Abuela, yo ya no vivo en el pasado. El mundo empezó a a cambiar durante tu existencia y tus viejos modos de hacer han dejado de servirme. Te quiero y guardo como un tesoro algunos de mis recuerdos de Somalia, pero no todos. Ahora bien, yo ya no serviré a nuestra estirpe ni a Alá nunca más. Y puesto que los modos de vivir del pasado atenazan las vidas de muchas personas de nuestro pueblo, incluso lucharé por convencer a los nómadas como yo de adoptar el estilo de vida de los infieles.
En Nómada, como se ve en el párrafo precedente, confirma su abrazo a los valores de la Ilustración y su rechazo a la represión que sufrió en nombre de su clan y de su religión así como denuncia cómo valores dañinos están penetrando en occidente a pasos agigantados mientras miramos graciosamente para otro lado en nombre de la buena intención... Hay quien confunde esa denuncia que hace con xenofobia, pero, según la autora -refugiada somalí que se integró en Holanda hasta el punto de que llegó a ocupar un escaño en el parlamento por un partido votado por muchos xenófobos-, es al contrario, lo racista es no ayudar a la integración plena de los inmigrantes, lo racista es no compartir con ellos los logros de la civilización occidental.
Una cultura que celebra la feminidad y considera a las mujeres dueñas de sus propias vidas es mejor que una cultura que mutila los genitales de las niñas y las confina entre paredes y tras velos o las azota y las lapida por enamorarse. Una cultura que protege los derechos de la mujer por ley es mejor que una cultura en la que la ley permite a un hombre tener cuatro esposas simultáneas y niega a las mujeres la pensión alimenticia y la mitad de su herencia. Una cultura que designa a mujeres para el Tribuna Supremo es mejor que una cultura que declara que el testimonio de una mujer vale la mitad que el de un hombre. Forma parte de la cultura musulmana oprimir a las mujeres y de todas las culturas tribales institucionalizar el mecenazgo, el nepotismo y la corrupción. La cultura occidental de la Ilustración es mejor.
Este párrafo puede ser muy políticamente incorrecto pero le ruego al lector que responda a estas preguntas ¿es mejor la mutilación femenina? ¿es mejor que por ley las mujeres valgan menos que los hombres? ¿es mejor azotar a las mujeres por elegir sus parejas por sí mismas? ¿es mejor que la mitad de la población no vaya jamás a la escuela? Porque, y desde mi punto de vista ahí está el acierto de esta autora -con la que no comparto ni un poquito su ideología político-económica- es que, observando cómo trata un grupo humano X a sus mujeres, podemos saber cómo son y, lo siento en el alma, hay culturas que son mejores que otras; no es una cuestión "sólo" feminista (pongo "sólo" entre comillas porque  hay mucha gente confusa para la que el hecho de que algo sea "feminista" es -en una mala interpretación de lo que significa- malo), es que las mujeres somos la mitad de la especie; si a un niño lo educa la tribu y la mitad de la tribu es analfabeta y vive sometida psicológica y físicamente por la otra mitad en nombre de [inserte aquí la etnia, religión, ideología, whatever que más rabia le dé] ¿es eso mejor? ¿en serio?

Pero en Nómada no todo es malo; tras contener la respiración durante muchos capítulos en los que narra, insisto, vivencias que conoce de primera mano o por su propia familia (entiéndase familia en términos extensos), fracasos en la integración de quienes no renuncian a sus raíces más hondas a pesar del lastre que suponen (hablamos de no tratarse un sida, por ejemplo, por no aceptar la propia sexualidad) y que están cimentados, en muchas casos, en la buena intención de mucha gente buena (no es un error, he usado dos veces buena a propósito), Ayaan Hirsi nos da un margen para la esperanza, para ella "la mente musulmana puede abrirse" y dedica la última parte del libro a explicar cómo conseguirlo, de hecho recibe cartas de gente que ya lo ha conseguido igual que lo consiguió ella; desde su punto de vista, puede y debe abrirse esa mente, es una tarea urgente pero no exenta de riesgos. 
No es trivial saber que, incluso en Occidente, si uno critica o siquiera analiza una religión concreta puede necesitar protección el resto de su vida, que si uno expresa abiertamente su opinión acerca del islam puede suscitar disturbios o incluso una campaña internacional a gran escala y quizá convertirse en un objetivo acechado, condenado al ostracismo e incluso ser asesinado. Es una opción desagradable. La mayoría de las personas, de manera consciente o inconsciente, lo evitan. El miedo surte efecto
Nos hablará de educación, de proselitismo religioso (tiene gracia en una atea, pero está tan bien justificado en el libro que a mí me ha convencido), de feminismo (ya basta de este feminismo trasnochado, de low cost, que se indigna por pixelar un desnudo y llama bulo a una fatwa real y peligrosa, que llama burka a algo que por mucha presión social que haya sigue siendo voluntario y no conlleva muerte, que compara la ablación de niñas con llevar tacones) pero, sobre todo, la receta para luchar contra los nuevos mil años de oscuridad que se nos vienen encima como sigamos sintiendo y consintiendo nostalgia de la tribu es la de compartir generosamente el legado de la Ilustración al que tan absurdamente estamos renunciando.