Otelo, el moro de Venecia

Acudo, una vez más, a la llamada del Club de lectores 2.0 con algo de retraso por cosas de la vida, pero acudo, que es lo importante, más vale tarde blablablá.

En esta ocasión, el libro, propuesto por Desgraciaíto, es ni más ni menos que una obra del autor de teatro más conocido de todos los tiempos: Otelo, de William Shakespeare. Es curioso que siendo el autor de teatro más importante de la historia, con el plus de que ya era conocido en su propia época, sea tan poco lo que sepamos de su biografía, pero en fin, nos ha llegado lo que importa de verdad, que son sus obras, y por ello debemos dar gracias a diario a la musa Talia por inspirarle.


No había leído Otelo hasta ahora, creía que sí, pero porque lo he visto en teatro universitario y mi madre es una gran aficionada a la ópera, pero no, he leído mucho Shakespeare pero no esta, y ha sido lo que esperaba e incluso más, como siempre pasa con Shakespeare.



La historia es sobradamente conocida: Otelo, el moro, se casa locamente enamorado de la bella Desdémona y esta le corresponde a pesar de las dudas de su padre que da por hecho que ha sido contra su voluntad (recuerda a El mercader de Venecia, ni un padre cree que su hija pueda desobedecerle por amor); Otelo es, además, un gran militar por lo que el moro es muy respetado en Venecia. El drama comienza porque ha nombrado como segundo al mando a Casio y no a Yago, que es el auténtico celoso del drama y este, para vengarse, decide inventarse una trama en la que Desdémona está yaciendo con Casio para sacárselos a todos del medio y, por el camino, sacar tajada asimismo de lo que Rodrigo siente por Desdémona. Acaba como todos los dramas de Shakespeare, Desdémona muerta a manos de un engañado Otelo y aun así enamorada de él, Casio herido -necesitamos que Otelo sepa la verdad-, Rodrigo muerto y con la mujer de Yago desvelando el pastel. Por el medio vemos los tejemanejes de Yago, que es más malo y envidioso que la tiña, vemos cómo Desdémona está tan ciega de amor y es tan buena que ni siquiera cuando sabe que va a morir culpa de Otelo porque lo sabe engañado (es mujer, estamos en el siglo XVI, así que lo importante es saberse honrada le hagan lo que le hagan etc, etc) vemos a Rodrigo que es más tonto que un zapato y cree que Yago actúa desinteresadamente y por unas joyas de nada a su favor y vemos a Otelo ir pudriéndose en la amargura poco a poco, por confiado.

Llama la atención, y mucho, el personaje de Emilia, esposa obediente pero que se huele la tostada y se resiste todo lo que puede a las malas intenciones de Yago, que no duda en traicionarle -aunque me resisto a llamar "traición" a delatar al bicho que tiene por marido-, que tiene el valor de cantarle las cuarenta a Otelo cuando ve que ha matado a Desdémona y llama la atención porque hablamos de una época en la que las mujeres por no poder no podían siquiera actuar (sus papeles en la corte de Isabel  I La reina virgen eran representados por hombres) pero, la ficción, como siempre, está de nuestro lado y las alianzas femeninas son muy frecuentes en el teatro clásico.



Espero que nadie haya llegado con esto a la conclusión de que Shakespeare era un autor feminista como no era un luchador contra el racismo a pesar del maravilloso monólogo de Shylock, era un maravilloso creador de personajes que plasmaba en sus tragedias las distintas actitudes del ser humano.

Puede leer el resto de reseñas en los sitios habituales: Desgraciaíto, Carmen, MG y Juanjo en la página del Club de lectores 2.0.