Canciones de amor a quemarropa

El libro del club de este mes, a propuesta de Bichejo, ha sido -como seguro que ya ha podido averiguar, clarividente lector- el que corona esta entrada, de Nickolas Butler, y no sé si porque he decidido, de forma totalmente voluntaria y consciente, que este año me iban a gustar los libros del Club o porque el libro es objetivamente bueno pero la cosa es que me ha encantado.

Canciones de amor a quemarropa no cuenta una gran historia, ni tiene giros inesperados (aunque algunas cosillas hay) pero es precisamente ahí donde está su fuerza: en las cotidianidades. Un grupo de amigos de toda la vida de un pueblo perdido en algún lugar de los EEUU, la sal de la tierra, se reúnen a propósito de la boda de uno de ellos; el grupo tiene una particularidad, y es que uno de ellos se ha hecho mundialmente famoso a base de rasgar la guitarra con canciones que hablan, precisamente, de sus vivencias y sentimientos vitales a propósito de su origen granjero.

El relato está construido de manera polifónica, esto es, cada uno de ellos nos irá contando cómo vive cada evento desde su punto de vista y -ahí está la magia del buen escritor- sin hacer trampas, es decir, un personaje jamás va a contar algo que no sabe por su propia experiencia, así, a cada capítulo, avanzamos más en la trama (porque sí, hay una trama), construimos más profundamente su relación, sabemos como lectores más de lo que saben ellos, sabemos cuándo mienten, cuándo dicen la verdad, qué secretos guardan para todos salvo para sí mismos, qué les motiva a hacer lo que hacen... Es un ejercicio de estilo muy interesante ver como una misma historia puede verse desde tantos ángulos, aunque Butler no reconstruye cada evento desde las distintas voces, nunca se repite, sino que avanza a través de ellas, y así rellena los huecos que nos faltan.

Piense, querido lector, cómo sería su vida si viviera en un pueblo pequeño, si se hubiera casado con su amiga de la infancia, si hubiera roto con ella varias veces durante la adolescencia, si sus amigos fueran los mismos, si sus lealtades fueran las mismas a pesar de que la vida mancha y la gente cambia y, sobre todo, piense en un día, en una borrachera, alguien le contara algo que lo cambiara todo.

Canciones de amor a quemarropa no le va a cambiar la vida y puede que en un año se haya olvidado prácticamente de la historia, pero es una lectura sencilla y amena que narra cosas tan normales, tan de gente normal (ahora que la gente normal parece haberse puesto de moda) que es imposible no reconocerse, aunque sea un poco, en sus páginas, y eso que soy profundamente urbanita, no he visto más vacas que las que salen por la tele y una en una granja escuela que me traumatizó para siempre; pero lo esencial sí lo he vivido, sí he tenido amigos, si he compartido recuerdos, sí he mantenido lealtades, sí he creído en alguien... ¿y quién no?

En definitiva, es la historia de la historia que, con alguna variante, podríamos contar prácticamente todos y aún así tiene pasajes que sorprenden.

Puede leer el resto de reseñas del Club de lectura 2.0 en los sitios habituales: Carmen, Nananalíder y Newland.

Y el mes que viene La isla de los pingüinos, no se lo pueden perder ¡Es Anatol!

5 comentarios:

  1. Me sorprende que todos digáis que es una historia que podríamos contar todos y que no veáis que este señor no sabe escribir, que es lo mínimo que se le podía exigir para contar una historia que se ha contado mil veces. Pero debo ser yo que ese optimismo de me va a gustar me duró la primera página.

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  2. Estoy bastante de acuerdo en lo que dices salvo en una cosa, yo creo que el ángulo desde el que cuenta la historia es siempre el mismo, porque aunque cambia de personaje la perspectiva es la misma, llegando a veces a olvidarte de qué personaje es el que nos está hablando.

    Me hace muy feliz ver que no todo es sufrimiento en éste nuestro club.

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  3. Lo raro del asunto es que cuando he leído autores que se esfuerzan en que cada personaje tenga estilo propio me asusto profundamente porque lo normal es que la cague (por ejemplo Almudena Grandes escribe como Dios peeeero cuando se esfuerza en diferenciar a los personajes por el habla las trampas se ven a kilómetros) dicho lo cual, suelo transigir más en que mantenga el estilo personaje tras personaje que en que me eche por soltarme un "comprendes" cada dos palabras...
    La historia más vieja del mundo, ha sido como ver a un viejo amigo,,una vez más... no la que más me he divertido, no será memorable, pero no me importará volver a verlo (entre otras cosas porque en un par de años quién recuerda este libro)

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  4. Estoy bastante de acuerdo, salvo en lo que dice Newland, los personajes no tienen voz, son perfectamente intercambiables. Eso no me gusta. No hay que llegar al ¿comprendes? de la Grandes, que es un horror, pero no sabe darles personalidad propia.

    Siempre me han gustado las historias de amigos, igual eso hace que le haya pasado por alto ciertas cosas.

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  5. Para leer sobre lo cotidiano, sobre la gente normal y sobre historias previsibles, ya tenemos el wasap y ya hablo cada día con mi madre y mis hermanas. Y a las malas, se coge el Hola. Pero incluso para contar esas cosas se necesitan unos mínimos que este señor no cumple, como dice ND. No todo es tener una historia, que este señor ni siquiera la tiene.

    Me alegro por tu optimismo. Me recuerda al de los cristianos cuando entraban en el circo lleno de fieras. Yo, sin embargo, tengo más el optimismo del león cuando leo estas cosas...

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