Con muchísimo retraso (shame on me! una vez más) me uno a mis compañeros del Club de lectores 2.0 para hacer la reseña bimensual, en esta ocasión, como reza el título de la entrada, hablamos de Frankie y la boda de Carson McCullers, una novela que ha espantado a mis otros lectores amigos y no logro entender por qué, porque a mí me ha parecido una delicia.
Frankie y la boda es un título absolutamente descriptivo, en la novela se cuenta como Frankie, una cría de doce años, se enfrenta a la boda de su adorado -aunque ausente- hermano mayor y usa esa excusa para contarnos 48 horas de su vida. Hay que empezar diciendo que Frankie es una niña un tanto peculiar, que se cree mala, muy mala, pero más que mala es sólo es una niña tonta, muy muy tonta, en una edad muy difícil en el que ya parece una mujer -por un detalle al que haré referencia más tarde- pero que tiene la inocencia -y maldad- de una niña pequeña en un mundo en el que ser tan ingenua es muy peligroso.
La novela pivota en torno a tres personajes: Franky, su tata negra Berenice que sirve como proyección al mundo adulto y, John Henry, un niño de seis años que sirve de anclaje para la infancia (tanto es así -selecciona si quieres leer- que muere de meningitis al final de la novela para que quede aún más patente el fin de la infancia de Frankie)
La novela es muy poco optimista, y ya sé que es muy difícil hablar de la entrada al mundo adulto con optimismo pero hay que señalar que McCullers la verdad es que se pasa un poco, a saber: la adulta que tenemos es una mujer negra, con todo lo que ello conlleva en los EEUU en la época en la que está ambientada la novela, a la que le falta un ojo porque se lo sacó uno de sus maridos y que sólo ha sido feliz durante un breve periodo de tiempo con el único hombre al que de verdad amó, es decir, su primer marido que, como las desgracias han de ser espantosas, murió al poco tiempo de casarse, probablemente cuando aún era una adolescente ¡los adultos felices no existen en el mundo de Frankie y la boda!
En el otro extremo tenemos a John Henry, un niño que ve como su compañera de juegos, Frankie va apartándolo de su vida porque ya no es una niña; se trata de un niño que pide atención a lo largo de todas sus apariciones y que rara vez la consigue. En él tenemos la ingenuidad de la infancia bastante idealizada, justo lo opuesto de lo que veíamos en la adulta Berenice.
Y en el centro de todo está Frankie, a caballo entre dos mundos, que se desespera porque quiere que su hermano la lleve con ella después de la boda, que quiere dejar todo atrás hasta el punto de que se escapa a la ciudad primero y de casa después y, en ambos casos, lo puede contar de milagro. Frankie es una niña que ha dejado de parecerlo pero no es consciente de ello, sus amigas ya no la quieren porque no es lo suficientemente adulta, un soldado le presta atención de más porque ella lo confunde dándole conversación y pidiéndole ir a su habitación (hay que tener en cuenta que ella no tiene la más remota idea de lo que él cree que va a pasar en la habitación y cuando empieza consigue zafarse de milagro) y digo que lo confunde porque él piensa que ella es mucho mayor de lo que es, pero como no lo es está llevando una iniciativa que no es tal sin saberlo. También tenemos que hablar del padre de Frankie, que no está y así ella no tiene un referente protector en su vida y un hermano que estuvo pero se ha ido.
Si tuviera que compararlo con otras novelas, se me vienen a la cabeza dos, probablemente porque todos los (pre)adolescentes se parecen de alguna manera: por un lado El guardián entre el centeno, una historia que fascina a mucha gente pero que cuando quien esto escribe piensa que ella llega a la conclusión de que se resolvería todo dando un par de tortas al protagonista, por niñato... tratamiento totalmente aplicable a Frankie; y, por otro lado, Matar a un ruiseñor (no hablo de calidad, ojo, que Frankie y la boda me ha gustado pero Matar a un ruiseñor está a años luz de ella) en la medida en la que lo que se cuenta está tamizado por la visión de una niña que no termina de sentirse cómoda en el papel que le ha tocado en el mundo, aunque a Frankie le falta toda la dulzura, inteligencia y bondad que vemos en Scout, pero su ingenuidad es similar.
En definitiva se trata de una novelita breve (poco más de 200páginas) que narra un momento breve pero intenso por el que pasamos todos cuando dejamos de ser niños.
Pueden leer el resto de reseñas en los puntos de venta habituales: Desgraciaíto, MG, Carmen y Newland. Nos vemos en breve con las Ficciones de Borges