The Artist


Es justo comenzar diciendo que tiene muchísimo mérito hacer una película muda a día de hoy, bueno, más que mérito la realidad es que hay tenerlos cuadrados porque las posibilidades de que el experimento –¿qué otra cosa es The Artist sino un experimento?- salga rana son extremadamente altas y más aún si eliges como protagonista a un actor cómico francés que estaba saliendo tímidamente al exterior (los dos minutos que sale en Pequeñas mentiras sin importancia, la absurda de bofetada OSS 117  y la interesante 13,99) y cuya comicidad, al menos de cara al exterior, se basa fundamentalmente en el histrionismo (y no sé el resto, pero es un humor que no me atrae nada)

The Artist narra los comienzos del cine sonoro y la hecatombe que eso supuso para algunos intérpretes que fueron incapaces de adaptarse no a hablar (que eso sabían hacerlo desde su más tierna infancia) sino al hecho de interpretar sin los gestos exagerados que definen, entre otras cosas, el cine mudo… y entonces es cuando se entiende qué hace Jean Dujardin en la película (seamos justos, he visto sólo cuatro películas suyas y en todas el papel requiere un gran histrionismo así que no me atrevo a decir si es capaz de interpretar sin él) porque la verdad es que lo borda. Dujardin interpreta a un Valentino (el personaje por algo se llama George Valentin), amado por todas, que se resiste al cambio y, como era de esperar, se estrella; en contraposición aparece Bérénice Bejo, una jovencita que quiere ser actriz y llega en el momento justo para subirse al carro del sonoro y arrasar sin olvidar que gran parte de su éxito se debe a un consejo que le dio Valentin (no es exactamente así, o no es solo así, pero valga la imagen)

La historia, como se puede ver, es una historia dramática a la par que buenrollista contada cientos de veces (todos nos sabemos de memoria la mejor película sobre la transición al cine sonoro que es, sin duda, Cantando bajo la lluvia) pero sería injusto decir que su interés resida únicamente en el hecho de que sea una película muda (el blanco y negro ni siquiera es novedad) hecha en 2011. No creo que sea una película que vaya a envejecer bien pero, aún así, merece la pena echarle un vistazo en la medida en que nos encontramos con algunas escenas que, al contrario de la película, sí están hechas para ser recordadas y que tienen que ver –casi- todas ellas con los guiños que se le hacen a la transición: así pues nos encontramos con una primera escena en la que se ve una película en la que torturan a un Valentin espía para que hable –sin éxito-, sus dotes de bailarín sin música acorde -¡es cine mudo! ¡la música va a su bola!- y, sobre todo, la escena de la pesadilla en la que nos hemos acostumbrado tanto a lo que estamos viendo que oír algo nos da una sensación de irrealidad comparable a la que siente el propio Valentin.


No sé si está justificado la cantidad de premios que ha recibido (sobre todo Dujardin), aunque casi diría que sí porque la apuesta era arriesgadísima; no me atrevo a decir que esté justificado el éxito que ha tenido The Artist porque si alguien está esperando sufrir el síndrome de Sthendal (soy una ingenua sobs) se equivoca completamente; pero, como decía, es una película interesante y la realidad es que, este año, no se puede ir de cinéfilo1 gafapasta sin haberla visto… pero lo dicho, ya veremos dentro de diez años qué queda de ella en nuestra memoria, si es que queda algo.
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1 Desde mi punto de vista el cinéfilo es aquel al que le gusta el cine… y punto, el gafapasta tiene prurito intelectual, pero en su versión cretina.

2 comentarios:

  1. Ah... The Artist. De ésta también hablé. Me encantó. La vi dos veces. Una gratis de ellas, por supuesto. Me encantó (¿lo había dicho ya?) ;)

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  2. A mí, de forma incomprensible, se me escapó en el cine; al principio dije "¡quéeee? ¡ni loca!" pero a medida que iba viendo críticas pensé que quizá tendría gracia... y cuando quise verla ya era demasiado tarde :s Al final la vi en el plus y me gustó, pero no sé si "a largo plazo" ;)

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