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Los viajes de Gulliver

Año nuevo, vida nueva, se suele decir; en esta ocasión, esa vida nueva es que, cansados de tanto desatino lector, hemos decidido en este, nuestro Club de lectura 2.0, darnos un respiro y en vez de leer un libro al mes, lo haremos cada dos meses (más o menos, que este bimestre se nos ha ido un poco la fecha), a ver si así conseguimos sostener esta tortura peregrina maravillosa idea de leer juntos libros que nos horrorizan fascinan.

Empezamos con un clasicazo maravilloso e hiperconocido por todo el mundo: Los viajes de Gulliver de Swift, una crítica feroz* a la sociedad inglesa de la época contada por un viajero llamado Gulliver que, ni corto ni perezoso, planta a su mujer e hijos cada dos por tres para embarcarse y perderse (literalmente, lo hace sin querer, aunque sea como el chiste del oso) por el mundo... yo no viajaría con él, porque barco que coge, barco que se va al carajo y, con la suerte que tiene este señor, no podía ir a sitios normales nooooo, tiene que encontrarse con enanitos, gigantes, caballos y gente rara por todas partes, tan rara pero, al mismo tiempo, tan curiosa (salvo los más conocidos, los liliputienses, todos son infinitamente mejores que lo que Gulliver encontrará en Inglaterra, incluidos los académicos) que cuando vuelve (años duran sus viajes) no puede convivir con los yahoos.

La novela es una sucesión de feroces críticas a todo lo criticable del entorno del autor; empieza por al ansia de poder de los gobernantes que meten a sus pueblos en guerras por cualquier peregrina diferencia que encuentran con sus vecinos al tiempo que son traicioneros y mentirosos, seguidos por una crítica directa a la Inglaterra que Gulliver simula explicar con devoción a un gigante que no da crédito ante la sarta de disparates que le están contando, para después irse a islas flotantes llenas de gente extrañísima en un totum revolutum y, finalmente, como los humanos de todos los tamaños y pelajes no le sirven para suficiente crítica, Gulliver se juntará con unos caballos que resultan ser infinitamente más civilizados que el más civilizado de los humanos.

Pareciera que he contado el libro hasta el final en unas pocas líneas, y no lo desmentiré, pero tengan en cuenta que no he entrado a fondo en el contenido, así que pueden ustedes sumergirse en una historia mil veces versionada en el cine (la última versión, que yo sepa, es infame de puro estúpida, diría que Jack Black, o quien demonios haya perpetrado eso no ha entendido un carajo) pero donde no hay una sola versión (que yo conozca) que cuente de verdad lo que de verdad importa desvelar al autor. No es tan divertido, ni tan valiente, como La isla de los pingüinos pero si ha pasado a la posteridad con tanta fuerza es porque puede leerse en su versión superficial en plan "oh, mira un enano, oh, mira, un gigante, oh, mira Laputa jijiji" y en su versión profunda, donde no deja títere con cabeza.

Pueden leer el resto de reseñas en los lugares habituales: MG, Desgraciaíto, Newland y Carmen.


*se van a hinchar a leer crítica feroz en las reseñas, mis compañeros lectores son muy mimimimi, y a pesar de eso por eso les quiero tanto.

Por qué fracasan los países

Ha llegado el momento de cerrar el año del Club de lectores y, como estamos en crisis, nos lanzamos a hacerlo (conste que la decisión del orden de los libros se tomó hace meses) con un libro que trata de explicar las diferencias que hacen que unos países sean ricos y les vaya fenomenal, es decir, triunfen, y otros sean pobres y sin apenas derechos civiles, es decir, fracasen.

Tras haber leído el libro no paraba de preguntarme si los autores, Robinson y Acemoglu, son el americano del que habla Enrique Pinti en Salsa Criolla (el espectáculo entero es maravilloso, pero, si no les interesa a los lectores, el fragmento al que me refiero es el comienzo), incapaz de comprender por qué Japón triunfa a pesar de todo y Argentina fracasa a pesar de todo.



Empecemos diciendo que el libro es sumamente interesante, se dedica principalmente a derribar los argumentos que se han venido utilizando hasta ahora para explicar el éxito o el fracaso de los países y, a base de poner ejemplos, explica -o lo intenta- por qué la geografía, la historia y la ignorancia no explican nada, Argentina y Japón serían buenos ejemplos de ello... el problema son los ejemplos que pone, excesivamente abundantes en su desarrollo que acaban aburriendo al lector, en la medida en la que tengo la sensación lecturil de que podrían haber explicado lo mismo en 150 páginas, pero noooo, Robinson y Acemoglu son de los míos, perifrásticos hasta el final. 

Otro problema que me he encontrado con el libro es que quería leerlo a base de encontrármelo referenciado y eso ha hecho que no me descubra nada nuevo -salvo los 8000 ejemplos; llevo leyendo sobre élites extractivas e incentivos desde el comienzo de la crisis y encima todas esas referencias que mencionaba las había leído en blogs, es decir, en lugares que vienen a decir más o menos lo mismo que los autores en unas pocas líneas frente a las 600 páginas del libro.

En definitiva el libro está bien y es interesante, pero excesivamente largo; da para debate, para muuuucho y largo debate y, en caso de no conocer nada de blogs económicos es posible descubrir los conceptos de los que habla (que son novedosos, conste)

Pueden leer otras reseñas en los sitios habituales: B, Carmen, Desgraciaíto y Newland.

Revival

Año nuevo, nuevo libro de Stephen King (o tito Stephen, como le llama Bichejo, toda confianzuda) y, como no podía ser de otra manera (cómo odio esa expresión ¡¡cómo algo no va a poder ser de otra manera??) no nos ha quedado otra que lanzarnos a leerlo... no, no uso un plural mayestático; es sólo que algunos miembros de algún club de lectores 2.0 consideraron que podía ser algo divertido leer algún libro de algún autor y reseñarlo algún día que fuera el mismo día; así que, ea, para que no se me olvide, aquí pueden encontrar la reseña de Revival de Stephen King que ha hecho Bichejo, y aquí la que ha hecho Newland, a modo de Petit mini club de lectores.

Hace muchos, muchos años, a muchos kilómetros de donde me hallo, perdí la cuenta de la cantidad de libros de Stephen King que había leído; quien esto escribe es una fanática del terror en todos sus lenguajes (salvo, lógicamente, el terror que produce ver el telediario) y si lo es ahora con cuarenta palos, pueden ustedes imaginarse la de terror de mayor o menor calidad que consumía en la adolescencia... Me reencontré con el señor King hace un par de años like a virgin, touch for the very first time porque, aunque parezca increíble, en los años en los que lo devoraba me había saltado los grandes clásicos: El resplandor,  It Carrie. Con el primero llegó el reencuentro y jamás nada me había dado tanto miedo (Véase paréntesis anterior), con Carrie confieso que me aburrí un poquitín durante un viaje de autobús y estoy reservando It para un día de estos porque, no se lo van a creer, la historia en sí no me llama nada a pesar de lo que reverencio a su autor. Por el camino de estos últimos años, además de los grandes clásicos de terror del señor King, me enamoré perdidamente de su prosa con 22/11/63 y me parece intolerable que su nombre no suene para el Nobel con cierta firmeza  (¡¡por el amor de Dios, si suena hasta Murakami!!) porque dudo que haya en estos momentos un autor con tantos libros generacionales de la calidad de los suyos, que no es sólo que las historias sean únicas e interesantes, es que además, cada año que pasa, Stephen King escribe mejor.

Revival no es una excepción a lo dicho hasta aquí, es una delicia de principio a fin en su prosa, es una delicia de principio a casi fin en su historia, y todo ello a pesar de que al que diseñó la portada habría que ejecutarlo (perdonen el exabrupto, leo en digital y no había visto ese horror que poco tiene que ver con el libro que yo he leído); una historia que parece de todos los días de la América profunda que nos va conduciendo, a lo largo de cincuenta años, a un sólo momento en el tiempo, a un solo evento al que vamos, sabiendo a dónde vamos -sin saber en qué consiste- como corderitos al matadero y, aunque el final, la solución del misterio en definitiva, es un poco psé, la sensación global es que la lectura ha sido un tiempo maravillosamente empleado, es más, me atrevería a decir que la solución es psé porque he visto soluciones de Stephen King infinitamente más flojas en otras de sus novelas que aún hoy, veinticinco años después, pueblan mis pesadillas, y aquí no lo ha conseguido del todo.

Revival cuenta es una historia de dos personajes: Jaime, el niño al que vamos siguiendo toda la novela hasta que se convierte en un señor con canas, y Charles Jacobs, el nuevo pastor del pueblo. Charles es un pastor especial, muy implicado en la vida del pueblo y muy mañoso con la electricidad, Jaime es el niño que más confiará en él hasta que, un buen día, la mujer y el hijo del pastor mueren en un accidente atroz, pierde la fe en Dios y pronuncia un sermón blasfemo que provoca que lo despidan (no es que no tengan compasión por él, todos le adoran, es que no tiene mucho sentido tener un cura ateo y blasfemo dando las misas); a partir de aquí, y a lo largo de los años, Jaime -músico que se mete en jaleos tan serios como psicotrópicos a lo largo de su vida- se irá encontrando con Jacobs con distintos nombres y profesiones cada vez más disparatadas a lo largo de su vida hasta que un día... y hasta ahí puedo leer.

Los dos personajes, como es habitual en las novelas de Stephen King, son sólidos y verosímiles aunque nos cuente cosas francamente lejanas a una experiencia vital normal; la historia está tan bien construida que sólida y verosímil, dentro del bichorismo habitual de las novelas del autor; dan ganas de cogerse un avión y ver  si de veras allí pasan esas cosas. Fíjense si merecerá la pena, si estará bien escrita, que, aunque todo el relato está en función de un final un tanto psé, no he parado de recomendarla, no es su mejor novela, pero es infinitamente mejor que Joyland y ya ni les cuento en comparación con cualquier Murakami.

La noche en que Frankenstein leyó el Quijote

Día uno de octubre, vamos con nuestra programación habitual correspondiente a la reseña del Club de lectores 2.0 que, como ya supondrán, que son ustedes unos lectores inteligentes, corresponde al libro de Santiago Posteguillo, La noche en que Frankenstein leyó el Quijote: la vida secreta de los libros.

Posteguillo es un autor que se ha hecho famosísimo por sus libros de romanos así que imagino que el libro lo eligió Newland, nuestro adorado romanólogo, y, como además es un sol, no ha decidido compartir con nosotros una de romanos sino un batiburrillo de curiosidades sobre libros y autores, de esas que no te cambian la vida, pero te pueden despertar una sonrisa cuando menos e incluso te pueden hacer ganar una partida de trivial (la de tiempo que hace que no juego, por cierto ¿sigue existiendo?)

Si hay algo que podemos comprobar sin temor a equivocarnos, es que Posteguillo sabe un montón de literatura, no sólo de la que imparte, sino de literatura comparada en general, de todos los entresijos que hay detrás de grandes obras: no tenía ni idea, por ejemplo, que alguien hubiera rechazado Orgullo y prejuicio, creía que Austen había triunfado con su primera novela... sin saber que esa era precisamente su primera novela... y, como no se trata de descubrirnos América sino de construir, a base de pequeñas historias, una lista de curiosidades sobre libros, también podemos encontrar algunas cosas que sí pueden sonarnos, como la afición a Dovstoievski al juego y lo que tenemos gracias a su ludopatía.

En general estoy totalmente a favor de estos compendios de curiosidades, porque detrás de cada libro puede haber una historia fascinante que puede, o no, enriquecer nuestra experiencia a la hora de leer un libro... y eso que hay un capítulo en concreto que me hizo gritar, hasta que lo resuelve diciendo que es sólo una teoría de las muchas que hay con respecto del anónimo autor del Lazarillo (entiéndanme, he leído tantas tonterías al respecto desde la carrera, que reacciono malamente a ellas porque ¿es de verdad TAN importante quién lo escribió? ¿es razonable que alguien para sostener una teoría de autoría absurda llame -no Posteguillo, conste- mediocre al maravilloso Juan de Valdés?)

En definitiva La noche en que Frankenstein leyó el Quijote es un libro tan ameno como interesante, escrito en capítulos cortos sin solución de continuidad que permiten tanto releerlo mil veces buscando esa curiosidad que me suena pero no recuerdo como leerlo a trozos y tardar veinte años en acabarlo.

Tienen el resto de reseñas en los lugares habituales: CarmenDesgraciaíto y Newland.

Vestido de novia

Hoy, 1 de septiembre, toca la reseña de rigor del Club de lectores 2.0 a la que por una vez nos hemos enfrentado, creo, con todo éxito, a ver qué sorpresas me llevo, que nunca se sabe.

El libro elegido para este mes de vuelta al cole es, como dice el título, Vestido de novia de Pierre Lemaitre, autor celebérrimo de Nos vemos allá arriba, un libro fantástico con el que ganó el Premio Goncourt y que recomiendo encarecidamente, tanto, tanto, como recomiendo Vestido de novia, ea, que ya tenía yo ganas de recomendar con un poco de entusiasmo un autor al que he llegado por este Club de tortura lectura nuestro... Tanto lo recomiendo que si la vida me deja espero haber leído todo lo que ha escrito Lemaitre antes de que acabe el año.

Si tengo que utilizar una sensación para definir esta novela me quedo, sin dudar un segundo, con desasosiego; hacía tiempo que no leía con tanta avidez para entender qué demonios está pasando, a dónde nos quiere llevar el autor (¡ojo! no confundan el desasosiego con la angustia, la angustia es lo que me llevó a dejar El marciano -fantástico también, por cierto- hasta que vi el trailer) y es que Sophie, la protagonista de Vestido de novia, no consigue comprender qué ha ocurrido con su vida, cómo ha pasado de tener una vida perfecta, con un trabajo que le apasiona, con una pareja maravillosa, con dinero, a tener que huir porque lo que empezaron siendo pequeños descuidos como unas llaves que no aparecen o unos cambios de agenda que no recuerda haber hecho se convierten en una cagada monumental y vergonzosa en el trabajo primero y en el asesinato del niño que está cuidando en la nueva vida que tiene que crearse y que, al igual que las naderías de las llaves, la cagado monumental en el trabajo, y cómo llegó su marido a estar como está no consigue entender qué ha hecho su cabeza en esos momentos... Doy por hecho que, llegados a cierta edad, todos hemos tenido alguna vez una crisis de ausencia, o un despiste más o menos inexplicable, por lo que podemos entender cómo empezó y vivir con desasosiego a dónde acaban conduciendo a Sophie esos momentos en blanco.

La novela tiene tres partes, pero no abundaré más en el argumento para no desvelar detalles esenciales de la trama, sólo puedo decir que es tan retorcida como creíble, sobre todo en la creación de los espacios en blanco que Sophie va teniendo, en cómo se va sumiendo en su depresión, en cómo escapa y en como, a pesar de lo que sabemos de ella ¡asesina a un pobre niño!, sentimos una empatía tal que queremos que escape, que consiga recuperar la cordura y pueda volver a explicarse el mundo... y hay que ser un genio usando palabras para que el lector a la vista de lo chalada que está quiera protegerla en vez de meterla en una habitación acolchada.

Todos necesitamos que el mundo tenga sentido, y lo que Lemaitre nos quita, Lemaitre nos da.

Pueden, como de costumbre, leer el resto de reseñas en los espacios habituales y creo (repito: creo) que tenemos un pleno de buenas críticas, ¡aunque con este Club nunca se sabe!: Carmen, Desgraciaíto, Newland.

Nos vemos en quince días (o quizá antes, que Er-Murazor está empeñado en que escriba un post sobre por qué creo que España no ha creado históricamente novelas de fantasía) con El país imaginado, de Eduardo Berti, una novela ciertamente simpática pero un poco psé de la que estoy deseando leer una reseña en concreto para ver qué tiene de fantástico... y no olviden escuchar el Podcast que tienen en la barra lateral.

El lugar más feliz del mundo

Como somos unos locos, los lectores del Club de lectura 2.0 este año nos propusimos leer 15 libros juntos en lugar de 12, así que en verano había que apretar; en este mes de calor tocaba leer además de a Kundera, El lugar más feliz del mundo del nuevo y flamante director del periódico El Mundo, David Jiménez.

Confieso que no conocía a David Jiménez hasta que fue nombrado director de un periódico que ojeo (sí, sin h, cómo lo voy a hojear si hasta ahora no lo hubiera comprado jamás por conspiranoico y ahora leo casi exclusivamente en digital) de vez en cuando así que no tenía muchos prejuicios que derribar y, la verdad, después de la lectura de El lugar más feliz del mundo es posible que le preste más atención al periódico El Mundo, aunque sólo sea para ver qué reportajes de lugares remotos encuentro en él.

El lugar más feliz del mundo es un libro compuesto de pequeños cuadros costumbristas de lugares remotos pero, sobre todo, es un libro construido a través de las sensaciones de su autor, David Jiménez, reportero en Asia que se dedicaba a ir allá donde saltaba la noticia. No tener un sitio fijo en el que anclarse le ha dado la experiencia del viajero (no confundir viajero con turista) en una época en la que aún se podía viajar por el mundo, ir a lugares remotos y conocer de verdad la realidad de los sitios en vez que los parques temáticos para turistas que están ahora tan de moda y, en muchos casos, existen por motivos de seguridad y, ojo, esa cualidad del viajero nunca ha sido sencilla, ya se encarga Jiménez en contarnos cómo consigue, en muchos casos, visados a base de ocultar su condición de periodista en un mundo en el que el periodismo es cada vez un testigo más incómodo.

El libro está dividido en 6 partes: en la primera nos lleva de la mano por una serie de Lugares todos por supuesto exóticos y no aptos para todos los estómagos, después nos traslada a la dificultad especial que tienen las Fronteras, para enseñarnos a continuación algunas Calles en las que han tenido lugar acontecimientos históricos de relevancia y que, seguramente, todos recordamos (¿quién no recuerda al señor que se plantó delante de un tanque en la plaza de Tiananmen?); desde ahí visitamos algunas de las Celdas en las que sobreviven como pueden en condiciones inhumanas, después nos muestra algunos Amaneceres, esto es, pueblos que están empezando a despertar al mundo tal y como creemos que es el mundo y, por último, la parte que más me ha gustado de todas las del libro: Retornos, en la que David Jiménez vuelve a sitios en los que ya ha estado (en ocasiones nosotros también con él unas páginas más atrás) y nos muestra cómo han cambiado con el paso de los años.

El lugar más feliz del mundo es, como decía, un libro de sensaciones más que de historias (para las historias debieran ustedes leer los reportajes que salieron de cada viaje) y, por ello, es un libro para dejarse llevar, un libro que en el que no hace falta seguir un hilo y, si les soy sincera, ni siquiera hace falta recordar mucho de lo que cuenta como si de una historia ajena se tratara; al ser sensaciones cada historia puede haber sido incorporada a las propias anécdotas, olvidada o simplemente sentida, no es un libro para sacar grandes conclusiones, para aprender grandes historias, casi al contrario, es un libro para olvidar todo lo aprendido, para no dar nada por hecho, en palabras del propio autor:
cuanto más viajo, más experiencias acumulo y más mayor me hago, más me cuesta distinguir entre buenos y malos. Si me preguntan qué he aprendido en todos estos años, en la guerra, en la revolución, o en el desastre natural, diría que somos bruma. Nunca todo claridad, rara vez completa oscuridad. 
Pueden leer el resto de reseñas del Club es los lugares habituales: Carmen, Newland, Desgraciaíto así como seguirnos en la página del Club de lectores en la que, además de las reseñas, se enlazan los podcast que hacemos sin regularidad alguna.
Nos vemos el 1 de septiembre con Vestido de novia de Pierre Lemaitre. 

La fiesta de la insignificancia

Hace poco más de un año, salió a la venta el último libro del celebérrimo autor checo¿-francés? Milan Kundera, La fiesta de la insignificancia y allá que nos fuimos los lectores del Club de lectura 2.0. a proponerlo para este año, como los locos.
No quiero que se me entienda mal, así que diré para empezar que el libro no me ha disgustado, es interesante, es ciertamente entretenido, es tan corto que se lee en apenas un par de horas... ahora bien el adjetivo que más se me viene a la mente si pienso en él es, sin duda, deslavazado. Daría la sensación de que el señor Kundera tenía unas notas para una novela y un editor pesado con un ultimátum para que le presentara algo ya, y de ahí sale el libro, un libro interesante, ciertamente entretenido... pero a medio hacer y es que La fiesta de la insignificancia propone pero no concreta, apunta pero no dispara, seduce pero no culmina y no sé, a mí que me dejen a medio camino con sólo un par de caricias previas no me va nada.
La fiesta de la insignificancia narra la historia -por llamarlo de alguna manera- de unos amigos franceses que hacen cosas insignificantes, a saber, uno tiene pensamientos sesudos sobre lo seductores que son hoy los ombligos, otro seduce mujeres a base de pasar desapercibido, otro que es actor trabaja de camarero y decide hacerse pasar por pakistaní inventándose hasta el idioma... y cada poco tiempo aparece por ahí Stalin, no como personaje sino como referencia constante para explicar el punto de la novela, y nos cuentan historias de Kalilin, un señor absolutamente insignificante... En definitiva, Kundera, traza una serie de retratos costumbristas a lo Historias de la radio que vemos a medio empezar o a medio terminar, pero que no nos llevan a ningún sitio concreto pero no sé, el problema no es no ir a ningún sitio, sino que el viaje sin ser desagradable ni aburrido tampoco nos enseña el paisaje de nuestra vida. Ahora bien, que todo hay que decirlo, La fiesta de la insignificancia nos deja un cierto poso sobre la propia condición de la insignificancia porque si algo en la última novela de Kundera es un acierto absoluto es, sin duda, el título, dado que el autor nos plantea una serie de cuadros insignificantes y, curiosamente, nos lleva, casi sin querer, a una reflexión sobre las cosas insignificantes de la vida, que representan... no sé... ¿el 90% de nuestro tiempo?
Pueden leer el resto de reseñas en los sitios habituales:  Carmen, Desgraciaíto y Newland y en algún momento saldrá el podcast que ya está grabado en el que hablamos, entre otros, de este libro tan adecuado para leer en verano cuando uno no tiene muchas ganas de pensar pero es algo que tiene que hacer así, sin apenas enterarse, usando la excusa de las cosas insignificantes.

Honrarás a tu padre

Si la gente obedeciera las leyes, no habría Mafia. Si la policía fuera capaz de resistir la corrupción, si los jueces y los políticos fueran insobornables, no habría Mafia, porque la Mafia no podía existir sin la cooperación de los demás.
El libro elegido este mes en el Club de lectores 2.0 es Honrarás a tu padre de Gay Talese, un libro de mafiosos... Así contado en una sola frase parece un libro donde va a haber muerte y destrucción, historias tan fascinantes como aterradoras, donde habrá bajos fondos, familias, vendettas y muchos, muchos tiros. 

La primera en la frente, Honrarás a tu padre no es una novela sino la historia, absolutamente real (bueno, no sé yo hasta qué punto el retrato amable de Bill Bonanno es 100% fiel a la realidad), de los últimos coletazos de la mafia tal y como nos la imaginamos, es decir, después de los que se hicieron con todo durante la prohibición y cuyos nombres todos conocemos -Capone, Lucciano et al.- llegó gente como Joseph Bonnano que consiguió a duras penas sostener un poco -pero no mucho- el chiringuito; pues Honrarás a tu padre es la historia del hijo de Joseph Bonnano, Salvatore -Bill- Bonnano.
La segunda, aunque esa ya me la esperaba después de haberme espeluznado con las páginas de Gomorra hace unos años, es que la mafia no es como nos la imaginamos, no lo era en tiempos de Capone y desde luego, y lean a Saviano si no lo han hecho ya, no lo es hoy en absoluto. 
Y hay, además, una tercera cuestión y es que la gran debilidad de Honrarás a tu padre es, a la vez, su mayor fortaleza, me explico: el libro traza un retrato lo más fiel posible de la vida de Bill Bonnano desde la ¿desaparición? ¿secuestro? ¿huida? whatever de su padre, Joseph Bananas Bonanno, hasta su ingreso en prisión con un epílogo que nos lleva, aunque brevemente y con grandes saltos, desde ese ingreso en prisión hasta su muerte (el citado epílogo se centra, básicamente, en un qué fue de los hijos de Bill Bonanno y la génesis del relato, más que en Bill Bonanno en sí) y en vez de encontrarnos una vida llena de aventuras con un villano mafioso al estilo de Capone en Los intocables de Eliot Ness o un hombre de negocios mafioso al estilo de Vito Corleone en El Padrino, lo que encontramos en una vida normal de un señor normal que tiene un trabajo peculiar que no ha elegido y vive, o mejor dicho, sobrevive, como buenamente puede dentro de un código de conducta que ni le simpatiza ni le deja de simpatizar, que simplemente estaba ahí y jamás se ha cuestionado de la misma forma que no se cuestiona que el sol sale por el este.

Honrarás a tu padre es, en definitiva, una cuestión de cotidianeidades, veremos a Bill tratando de que no se le caiga la empresa cuando su padre desaparece, le veremos ponerle los cuernos a Rosalie y tener un hijo con su amante para, después, recomponer su matrimonio con ella no por obligación, sino porque realmente lo desea (¿recuerdan cuando Diane Keaton es expulsada de la casa Corleone? Pues hubo un tiempo en la vida de Bill Bonanno en el que Rosalie, su mujer, se marcha con los cuatro niños y no mandan matones a buscarla, puede entrar y salir, puede abandonarlo y volver si ella quiere y él la acepta... un matrimonio normal -si es que eso existe- bastante alejado de la imagen que tenemos del asunto), veremos a Bill sufriendo por pagar las facturas y entrando en la cárcel por absurdeces (no me entiendan mal, son delitos, pero suena a lo metemos por lo que sea como la evasión fiscal de Capone). Todas y cada una de las acciones que se describen en la novela y tienen relación con la Mafia -que son las menos- hacen que el lector se pregunte si de verdad merece la pena una vida en la que no obtienes riqueza apenas, al menos no a largo plazo y desde luego no más de la que obtendrías con un trabajo normal (Bill tiene estudios universitarios, y eso en EEUU en los 60 no es cualquier cosa) y a cambio pueden matarte al cruzar la calle -y no es una expresión ni mera paranoia-, detenerte, perseguirte, encarcelarte... ¿Quién elige una vida tan peligrosa (no les presupongo moral) para vivir de forma miserable?
[...] extrañaba la frecuencia con que veía a Rosalie y a sus cuatro hijos, dijo, y añadió que rara vez lo visitaban más de una vez al mes. Para su esposa llegar hasta Terminal Island implicaba un viaje de ocho horas por tierra desde su casa en San José, donde ella tenía un trabajo a tiempo completo como programadora de computadoras en una compañía de seguros, y donde los niños, cuando no estaban en la escuela, estaban trabajando en empleos de tiempo parcial en restaurantes de comida rápida y otros lugares ubicados dentro o cerca del centro comercial aledaño a su casa.
Por una parte es imposible empatizar con Bill, al fin y al cabo se dedica a lo que se dedica, por herencia paterna, vale, pero, aunque ni una sola vez el autor nos cuente si ordenó la muerte de alguien o alguna otra mafiedad, podemos imaginarnos a Bill tomando decisiones que supusieron la muerte de personas, la comisión de delitos, etc, etc. Por otra parte sí vemos como Talese simpatizó con él hasta el punto de destinar parte de los beneficios del libro -que en su momento fueron astronómicos- a la educación de los cuatro hijos de Bonanno, y como lectora, persona y todas las etiquetas que se me quieran poner, me parece estupendo; Bill no eligió esa vida y quizá en otra familia hubiera sido un buen tipo así que Talese consideró que sus hijos merecían la oportunidad de, al menos, elegir y es un gesto que le honra mucho más de lo que jamás debieron honrar a su padre, Joseph que, por otra parte, tampoco parece tan mal tío.
Ahora, años después, al mirar en retrospectiva ese incidente y otros similares, Bill se daba cuenta de la forma en que su padre había puesto a prueba su paciencia y su disciplina, para ver cómo respondía su hijo ante una condición que era necesaria y común en la organización, pero que sin embargo resultaba poco natural para la mayoría de los mortales.
No sé por qué [Bill Bonanno] se tuvo que ir tan pronto. Lo único que puedo decir es que probablemente el abuelo lo llamó y, como siempre, papá obedeció presto.
Por su parte, él [Bill Bonanno] siempre sintió atracción por su padre, lo atraía como un imán, lo habría seguido a los mismísimos infiernos y, cuando finalmente percibió la inmensa magnitud del poder de su padre, se sintió incluso más impresionado y orgulloso. [...] él nunca sería para ellos la figura tan imponente que su padre fue para él; los tiempos habían cambiado, la dinastía se estaba desintegrando y la insularidad de la vida familiar italiana probablemente no sobreviviría hasta la tercera generación, lo cual posiblemente era bueno para sus hijos.
El libro es, quizá, demasiado largo para leer del tirón, pero aún así me parece absolutamente recomendable porque, queramos o no, la historia de la delincuencia es una parte importante de nuestra historia occidental; sumémosle, además, que no sólo cuenta la historia de Bill sino que hay saltos a los orígenes de la mafia (es la cuarta versión que leo y sí, en esta también es culpa de una potencia extrajera invasora... ¿he dicho ya lo mucho que me enfada que nadie acepte nunca sus responsabilidades en aras de un pasado lejano?), a los tiempos de la ley seca, sale el FBI y no precisamente bien retratado (aunque a estas alturas de Hoover me espero cualquier cosa, repito: cualquier cosa), nos habla de la inmigración y la isla de Ellis, de Italia y Mussolini... en definitiva, un libro bastante concreto donde todo es tan cotidiano que nada llama la atención, ni siquiera un bomba, como el realismo mágico en el que hay una lluvia de flores amarillas.
[Dominación francesa] Según los historiadores locales, ése fue el comienzo de la Mafia, que tomó su nombre del grito de angustia de la madre de la muchacha, que corría por las calles gritando ma fia, ma fia, mi hija, mi hija.
[Dominación española, griega o árabe] El criminólogo italiano Cesare Lombroso estuvo cerca de sugerir esto al señalar que, mientras que los sicilianos del este habían sido enormemente influenciados por la colonización griega, los sicilianos del oeste habían recibido más influencia delos árabes, muchos de los cuales fueron empujados en el siglo XIII hacia las colinas ubicadas detrás de Palermo y obligados a sobrevivir de su astucia y habilidad para engañar. Otros teóricos italianos sugirieron que los sicilianos occidentales que vivían en Palermo y o cerca solían ser perezosos y poco ambiciosos debido a que habían sido dominados durante cientos de años por la laxa administración de la España medieval.
Pueden leer el resto de reseñas si pasan por el Club de lectores 2.0 o en las moradas del resto de lectores del Club: Carmen, Desgraciaíto y Newland.

Nos vemos en quince días con John Dos Passos en De brillante porvenir.

Canciones de amor a quemarropa

El libro del club de este mes, a propuesta de Bichejo, ha sido -como seguro que ya ha podido averiguar, clarividente lector- el que corona esta entrada, de Nickolas Butler, y no sé si porque he decidido, de forma totalmente voluntaria y consciente, que este año me iban a gustar los libros del Club o porque el libro es objetivamente bueno pero la cosa es que me ha encantado.

Canciones de amor a quemarropa no cuenta una gran historia, ni tiene giros inesperados (aunque algunas cosillas hay) pero es precisamente ahí donde está su fuerza: en las cotidianidades. Un grupo de amigos de toda la vida de un pueblo perdido en algún lugar de los EEUU, la sal de la tierra, se reúnen a propósito de la boda de uno de ellos; el grupo tiene una particularidad, y es que uno de ellos se ha hecho mundialmente famoso a base de rasgar la guitarra con canciones que hablan, precisamente, de sus vivencias y sentimientos vitales a propósito de su origen granjero.

El relato está construido de manera polifónica, esto es, cada uno de ellos nos irá contando cómo vive cada evento desde su punto de vista y -ahí está la magia del buen escritor- sin hacer trampas, es decir, un personaje jamás va a contar algo que no sabe por su propia experiencia, así, a cada capítulo, avanzamos más en la trama (porque sí, hay una trama), construimos más profundamente su relación, sabemos como lectores más de lo que saben ellos, sabemos cuándo mienten, cuándo dicen la verdad, qué secretos guardan para todos salvo para sí mismos, qué les motiva a hacer lo que hacen... Es un ejercicio de estilo muy interesante ver como una misma historia puede verse desde tantos ángulos, aunque Butler no reconstruye cada evento desde las distintas voces, nunca se repite, sino que avanza a través de ellas, y así rellena los huecos que nos faltan.

Piense, querido lector, cómo sería su vida si viviera en un pueblo pequeño, si se hubiera casado con su amiga de la infancia, si hubiera roto con ella varias veces durante la adolescencia, si sus amigos fueran los mismos, si sus lealtades fueran las mismas a pesar de que la vida mancha y la gente cambia y, sobre todo, piense en un día, en una borrachera, alguien le contara algo que lo cambiara todo.

Canciones de amor a quemarropa no le va a cambiar la vida y puede que en un año se haya olvidado prácticamente de la historia, pero es una lectura sencilla y amena que narra cosas tan normales, tan de gente normal (ahora que la gente normal parece haberse puesto de moda) que es imposible no reconocerse, aunque sea un poco, en sus páginas, y eso que soy profundamente urbanita, no he visto más vacas que las que salen por la tele y una en una granja escuela que me traumatizó para siempre; pero lo esencial sí lo he vivido, sí he tenido amigos, si he compartido recuerdos, sí he mantenido lealtades, sí he creído en alguien... ¿y quién no?

En definitiva, es la historia de la historia que, con alguna variante, podríamos contar prácticamente todos y aún así tiene pasajes que sorprenden.

Puede leer el resto de reseñas del Club de lectura 2.0 en los sitios habituales: Carmen, Nananalíder y Newland.

Y el mes que viene La isla de los pingüinos, no se lo pueden perder ¡Es Anatol!

El tiempo de los regalos

Hubo un tiempo, antes de que todos perdiéramos quizá para siempre la inocencia, en el que un joven de apenas dieciocho años que deseaba ser escritor podía, a fin de tener experiencias vitales que contar, echarse la mochila al hombro y empezar un viaje a pie desde la seguridad de su acomodada casa inglesa hasta el mismísimo Estambul.

En aquellos años, antes de la Segunda Guerra Mundial, un muchacho inglés podía ir hablando con los rudos marinos de Holanda, con quiénes se reían de Hitler en Alemania e incluso con quiénes lo idolatraban, conoció prostitutas, jóvenes que vivían muy adelantadas a su época, se hizo pasar por un viejo amigo de la familia, bebió, escribió un  diario y, sobre todo, disfrutó de un viaje del que da cuenta en este libro, aunque no lo abarca entero ya que aquí, en esta inconclusa trilogía, nos deja en Hungría y murió antes de escribir la tercera parte en la que narraría el final de su viaje hacia Constantinopla. Puede que ahí esté la trampa y el recuerdo embellezca la experiencia; hoy se nos hace inconcebible que alguien pudiera disfrutar en un pueblo lleno de esvásticas, pero el autor así lo recuerda, aunque lo escribe sabiendo lo que vino después. Sea como sea, el viaje es agradable de principio a... Hungría.

Cuando el Nananalíder nos propuso el libro y explicó de qué iba, recuerdo las lapidarias palabras Newland, socarrón: 
Un libro sobre un hombre andando ¿Qué podría salir mal?
Y todos, indefectiblemente, nos acordamos de Cesar Antonio Molinas y de La vida entera... Pero no, por suerte, al menos en mi caso, erré el tiro porque la verdad es que esta vez me ha encantado el libro del hombre andando que casi se está convirtiendo en un subgénero en este Club de lectura. Cuando empecé a leerlo decidí que iba a hacer con él el viaje, que aquello que describiera yo lo vería y que aquellos a quienes él conociera, yo los conocería; he de reconocer que hay algunas partes en la descripción de espacios que se hacen un poco pesadas pero se me ha hecho tan interesante el disparate de atravesar Europa a pie, tan divertidas las charlas que comienza, tan loco que se meta en casa de cualquiera que quiera acogerlo, tan curioso que sea tan bien acogido frente a lo que, según él, pasaría si un adolescente continental enemigo (nadie había olvidado todavía La Gran Guerra) se plantara en Inglaterra que, perdónenme la cursilería, a veces incluso he sentido nostalgia de una Europa más civilizada que ya no existe (y entonces mi mente racional grita que es de agradecer, que está ambientado a principios de los 30 y ya sabemos cómo acabó la historia). El libro es un viaje iniciático y el fin de la infancia, ni más, ni mangas... qué simbólico ¿verdad?

El tiempo de los regalos es, ni más ni menos, que un libro de viajes de cuando viajar a pie y solo era posible; divertido a ratos, interesante la más veces y sí, a veces se aturulla un poco pero aún así el resultado merece la pena por la belleza del conjunto (lo he leído en algún sitio y ahora no recuerdo dónde)

Como de costumbre pueden leer las reseñas del resto de lectores en los sitios habituales: Desgraciaíto, Carmen y Newland, así como escucharnos en los podcast que vamos colgado de cuando en cuando en la página del Club.

El mes que viene toca Canciones de amor a quemarropa, que ya hay quien dice que es un Irving... No sé qué pensar, salvo que he decidido que este año los libros de este, nuestro Club de lectura, me van a gustar, ea.

Por amor a la física

Este mes en el Club de lectura 2.0 hemos leído el celebérrimo Por amor a la física, un libro de divulgación científica escrito por el afamado Walter Lewin.

Walter Lewin es un profesor del MIT que se ha hecho muy famoso por sus fantásticas clases de física colgadas en Youtube... Yo soy de letras, pero como siempre he sido curiosa y odio esa división ciencias y letras en combate mortal, de los campos del saber de ciencias el que más me llama la atención es precisamente el de la física, lástima que desde el desconocimiento total... Hace unos años, una compañera -profesora de física- me prestó un libro maravilloso que me encantaría conseguir (si alguien sabe dónde, lo agradecería) en el que unos físicos soviéticos le explicaban ni más ni menos que al Soviet Supremo en qué consistía la Teoría de la Relatividad de Einstein y por qué era válida... Estaba escrito de forma tan sencilla -siendo conceptos sumamente complejos- y entretenida que pensé que, aun sin conocimiento alguno sobre el tema, la física no era tan inaccesible para alguien que sólo estudió física un año hace más de veinte... Pues bien, eso es Por amor a la física, un libro escrito para gente con una cierta curiosidad por la materia que puede tener unos conocimientos amplios o inexistentes, es decir, complejo y accesible al mismo tiempo, a ratos te pierdes en un concepto pero el profesor Lewin te pesca de nuevo...

Ahora bien, esto es el Club de tortura lectura 2.0 y no hay manera humana de que un libro no salga bien... El profesor Lewin tiene unas clases descacharrantes en la plataforma online (bueno, tenía... luego explico por qué) pero en el libro, aunque es interesante, no he sentido la misma curiosidad malsana que se supone quiere transmitir, es decir, no me pierdo tanto como para perder el interés pero lo que se podía ver en vídeo al leerlo no me ha interesando de la misma manera; no me entiendan mal, no es aburrido, pero está lejos de ser un digno canto de amor a la física como sí lo son las clases que se podían ver... 

Cada tema (no quiero usar capítulo, ni epígrafe porque es otra cosa) está introducido por una afirmación que Lewin va demostrando paso a paso a lo largo de la escritura... y ahí es dónde me ha ido matando el interés tema tras tema, es decir (por citar el primero, que es al que más veces va a recurrir para recuperar al lector) me parece muy interesante que seamos más altos tumbados que de pie, me parece super interesante saber por qué... pero me importa un carajo la manera en la que Lewin me lleva del qué al por qué, no me ha enganchado en ninguna explicación... y ahí, avanzando y avanzando, llega un momento en el que me importa muy poco la manera tan extraña en la que se abuela secaba la lechuga de la ensalada, o el arco iris... pero, ojo, eso no debe desmerecer las labores de Lewin como docente, era un magnífico profesor que usaba anécdotas personales para explicar sesudos conocimientos físicos... quizá sea yo, pero el libro amor, lo que se dice amor... no, no lo he sentido... y ya cuando se pone a hacer un recorrido por la radiación y la astronomía me ha matado, y en ese caso concreto me siento mal conmigo misma porque es un tema que me resulta especialmente fascinante.

Y, a modo de bola extra, el famoso gafe del Club de tortura lectura... llevamos unos días desconcertados por las últimas informaciones que han surgido a propósito del profesor Lewin, quien ha sido suspendido en estos días de forma fulminante como profesor emérito (tiene casi 80 años, lleva tiempo de emérito) y sus clases han sido eliminadas de la plataforma del MIT nada menos que por acoso sexual online... La historia es confusa y agradecería que el MIT se dignara a dar alguna explicación, aunque sólo fuera porque Lewin no es cualquier profesor... Aquí hay dos debates a la vista: uno tiene que ver con que si creemos que el MIT -que recordemos, no es un tribunal- se está curando en salud o ha hecho lo que tenía que hacer y dos -más interesante a mi entender- si consideramos que, de ser cierto, eso desmerece al señor que enseñaba física, es decir, si hace sus clases menos interesantes... 

Soy consciente de que como reseña esta entrada es rarísima porque sí recomiendo su lectura a pesar de que no me ha enamorado en absoluto, así que pásense por la casa de los otros miembros del Club de Tortura Lectura, que seguro que han hecho reseñas de verdad: Desgraciaíto, Carmen y Newland.

La larga marcha

Hoy es uno de diciembre, día mundial de la lucha contra el SIDA y día en el que el Club de lectores 2.0 se pone a caminar para recorrer, en esta ocasión La larga Marcha del autor valenciano Rafael Chirbes (no me explico por qué me había autoconvencido de que este señor era de Jaén)

La novela tiene unos comienzos complicados y unos finales que no son todo lo sencillos que debieron... porque nada es sencillo, ni entonces ni ahora, en este país.

La larga marcha narra la historia de varias familias durante la posguerra y durante lo que ha venido a llamarse tardofranquismo. Desde distintos orígenes sociales, distintos bandos, distintas vivencias pero una misma angustia de posguerra el universo de personajes se va moviendo en algo que no se puede llamar vida, sino simple supervivencia... pero de todo se sale, estos personajes que han sobrevivido no sólo al horror de la guerra, sino al hambre, la incertidumbre y la muerte de la esperanza que para muchos fue la posguerra, siguen adelante y tienen hijos que, al borde los años setenta empiezan a rescatar un poco el movimiento político que en este país había sido cortado de forma abrupta... y aquí quiero hacer un inciso, si hay algo que me ha gustado de verdad del libro es que en este momento de recuperación de la actividad política, Chirbes hace una referencia como de pasada a los eventos del 68, pero ojo, no sólo del mayo francés:
Y en el fondo también esa desesperanza para ellos [...] pasó a formar parte de la revolución que había empezado a crecer como una ola que se lo llevaría todo, y que, como un nuevo diluvio universal, arrasaría la tierra entera [...] Había otra gente com ellos al acecho en otros rincones de la tierra [...] las aceras del Boulevard SaintGermain, las piedras volcánicas de la Plaza de Tlatelolco, los puentes de Praga, y, desde el jardín de la Facultad de Filosofía, se escuchaba el rumor creciente de la marea que cubría al anochecer los arrozales del Mekong [...]
No me esperaba que un autor que decide escribir sobre la posguerra y el franquismo se atreviera a meter la revueltas universitarias en el mismo movimiento que, por aquel entonces, estaba agitando el mundo y cuestionándoselo todo. Con el final de la Segunda Guerra Mundial el mundo, la gente™, se alejó, de pura hambre, miedo y desesperación, de todo lo que sonara a política y no fue hasta los sesenta que una generación que no había vivido aquello empezó a agitarse y a rebelarse contra el orden establecido... exactamente igual que aquí... sólo que aquí había motivos mayores para la rebeldía.

Chirbes acomete un esfuerzo ingente para mostrarnos todo el espectro, desde el falangista venido a menos que recibió más promesas que realidades, hasta el médico que luchó con la república y no puede ejercer con toda la legalidad que quisiera (con lo que eso conlleva), pasando por una mujer de la burguesía que, al perderlo todo en manos de un hermano bandarra, sabe acercarse al sol que más calienta y acaba disfrutando de su bronceado, veremos hombres de pueblo que sufren pantanos, chabolas, en definitiva toneladas de miseria no sólo económica sino miseria moral por la total falta de esperanza...
Cuando el lector se ha quedado sin respiración ante tanta podredumbre el libro da un giro espectacular y vemos a esos hijos que hemos visto nacer en la primera parte tomar la voz protagonista, creceremos con ellos, que no se cuestionan nada más que sus propias vivencias, que no han perdido nada y sólo tiene cosas por ganar e iremos de su mano a los años sesenta y setenta, momento en el que todo se fue agitando, y veremos que la hija del médico se relaciona con quien se fue del pantano y es íntima amiga de la hija de la mujer que sobrevivió -y además fue feliz- poniéndose por montera al nuevo hombre de la posguerra que había sido secretario de su hermano antes de la guerra... y de su mano veremos que en esa crónica sentimental se va mezclando la política y los hijos de uno y otro bando coinciden en ella en un país en un momento en el que nadie estaba en condiciones de impedir la llegada de la democracia.

La larga marcha es justo lo que reza el título, todos los hechos nos conducen a un final al que llegamos exhaustos, pero felices, porque sabemos -y aunque no tuvieran la certeza entonces, también lo sabían- que se acerca por fin el final de la miseria.

En cuanto al estilo poco hay que decir, es Chirbes, y eso significa que es seco y a veces incluso cortante peeero en consonancia con lo que narra, así que, tras la larga noche, al final veremos que sale el sol y hay algunas concesiones a la belleza narrativa. Mis compañeros del Club de lectores dirán en sus reseñas que no tiene puntos y aparte y es cierto pero sólo en parte, me explico: la novela está escrita a base de pequeños capítulos que desarrollan en cada uno una escena de cada personaje... ahí no habrá ni un sólo punto y aparte en toda la novela peeero, como decía, se trata de pequeños capítulos, en definitiva es como si Chirbes le exigiera al lector que tomara aire antes de sumergirse en cada capítulo y no respirara hasta el final... el estilo en consonancia con lo que cuenta porque, incluso si hubiera puntos y aparte, lo que cuenta ahoga.

Podéis leer las reseñas de mis compañeros en los lugares habituales, aunque me consta que este mes hay una baja (sólo por este mes) ¡y no os olvidéis del podcast que saldrá en breve sobre este libro! ¡ni tampoco os olvidéis de los podcast anteriores! Lo dicho, las reseñas de los demás miembros del Club: Newland (ya que van, lean su post sobre la violencia en el fútbol, háganme el favor), Carmen y Desgraciaíto.

Por cierto, sale hoy también un nuevo post en el Proyecto Agatha Christie ¡No se lo pierdan!

El sentido de un final

Este mes, los aguerridos lectores de este, nuestro Club de tortura lectura, se han zambullido en las procelosas aguas de  El sentido de un final, novela del autor británico (visto el libro sencillamente no podría no ser un British) Julian Barnes.

La novela no narra una historia apasionante, ni tiene un final que tenga en vilo al lector más allá de la simple curiosidad -de hecho el título no se refiere al final de la novela, sino a la lógica que pudiera haber detrás del suicidio de uno de los personajes-, pero sí es un ejercicio muy interesante relativo a la memoria; estamos "programados" para creernos lo que nos cuenta el narrador, aunque llevemos más de cien años avisados de que el narrador no es fiable y menos aún si se trata de un narrador en primera persona, y todavía menos aún si el que tenemos ante nosotros es un cretino total (dudo que Barnes haya pretendido que a alguien le cayera bien el personaje, un cretino pedante que no pretende ocultarlo) pero, aún así, aunque como lectores dudamos de sus intenciones, nos creemos los hechos que nos cuenta, a pesar de que se sitúa cuarenta años después de los mismos, a pesar de que explicita en varias ocasiones que en la vida le ocurrieron otras cosas que no nos va a contar porque no es la historia que nos interesa... ¡Con qué derecho decide él qué nos interesa para juzgar su vida? 

La historia es sencilla, un grupo de amigos en el típico colegio británico; una pandilla molona, con costumbres de "marca" (llevan el reloj con la esfera en la cara interior de la muñeca... parece baladí, pero luego veremos el fetichismo que tiene), que discuten de grandes y apasionantes temas en dos volúmenes -que diría Benedetti- y que incorporan en sus filas a alguien mejor, más interesante, más lúcido, más independiente (jamás le dará la vuelta al reloj) al que admirar. Uno de los compañeros de colegio, que no es tan molón ni pertenece a la pandilla, se suicida y nuestro bichorista "club de poetas muertos" se dedica a analizar qué sentido tiene ese suicidio del que realmente apenas saben nada, total, el suicida en cuestión era un pobre hombre, y por lo tanto su muerte mediocre no tenía lógica (el "sentido" del título va más por el significado de "lógica" que por "dirección"), es decir, no tenía grandeza alguna. 

Terminan el colegio, van a la universidad, pierden más o menos el contacto. El protagonista se echa novia, una novia horrible, egoísta, que jamás se acuesta con él pero se frota con la cara interior de su muñeca hasta alcanzar el orgasmo (de ahí la insistencia del autor en mostrarnos la muñeca y el reloj, haciendo por el medio referencias entre el Eros -los orgasmos de Verónica- y el Tánatos -el reloj, el paso del tiempo, la muerte-) con la que rompe un día poco después de haber conocido a la horrorosa familia de ella. Un tiempo después, su admirado amigo, el que no lleva el reloj en la parte interior de la muñeca, empieza una relación con ella y, un tiempo después, se suicida. Todos llegan a la conclusión de que su muerte ha tenido un sentido, una lógica... hasta que unos años después muere la madre de Verónica y le lega el diario del admirado suicida lógico al protagonista... Y hasta ahí puedo leer (por extensa que parezca la sinopsis no es más que una introducción)

La novela es un juego de la memoria, lo que creíamos firmemente con veinte años lo dudamos a los cuarenta y lo sabemos falso a los sesenta. Recordamos con meridiana claridad cosas que no fueron ni remotamente como las recordamos y a veces sólo necesitamos una palabra, una "magdalena de Proust", para que la realidad ocupe el lugar del recuerdo en el que éramos estupendos y los demás malvados cuando, quizá, no fue exactamente así. Para avanzar hemos de perdonarnos, hemos de recordarnos mejores de lo que somos, e incluso hemos de olvidar errores propios al tiempo que sobredimensionamos pequeñas faltas ajenas. Ojo, no se entienda que sugiero que el suicidio tiene que ver con el protagonista, lo que quiero transmitir es que la novela es una revisión de la memoria.

También es llamativa la manera en la que está escrita; cuando están en el colegio es una novela ""intemporal", podría ser la preguerra, los años 20... a saber... no es hasta que no avanzamos que vemos, haciendo uso de la aritmética, que comienza en torno a los sesenta porque en el colegio están a salvo del mundo exterior; como Sidharta, están a salvo de la pobreza y la muerte; y entonces salen y el narrador pasa de ser un perfecto gentleman a ser soez, pasa de hablar de grandes temas éticos y filosóficos a hablar de "meterla en adobo" (no usa exactamente esa expresión pero es la idea) y cuando pasa esa etapa, en el postVerónica, vuelve a ser un narrador agradable; la vida en consonancia al recuerdo, como ejercicio de estilo es magnífico.


Ahora bien ¿la recomiendo? sí, mucho, porque es corta pero, a pesar de todas sus virtudes, que son unas cuantas, la historia no termina de cuajar y estoy convencida de que es porque el narrador protagonista es abofeteable de principio a fin pero, insisto, es lo suficientemente corta como para apreciar -al menos atisbar- sus virtudes de estilo.


El mes que viene me toca a mí elegir en esta dictadura rotatoria que ha impuesto el Club, así que leeremos La larga marcha, de Rafael Chirbes. Mientras tanto podéis leer la reseña conjunta y el debate -si este mes se produce- en la página de siempre y, por supuesto, podéis... qué digo podéis ¡debéis! leer cada reseña individual en las casas de cada miembro: Carmen, Newland y Nananalíder.

Y ya, como supongo que si pasáis por aquí sabéis, nos hemos lanzado al mundo de las ondas y hemos empezado a grabar un simpático podcast, el primero es la presentación y el resultado es divertido, no dejéis de oírlo ¡hasta canto!


El libro de la señorita Buncle

Querido lector, ¿Se ha preguntado usted alguna vez qué piensan los demás de usted? ¿Cree que la opinión que tienen lo demás de usted es favorable? ¿Es usted sincero con los demás y, sobre todo, con usted mismo? ¿Se avergüenza de algo que haya hecho lo suficiente como para negarlo aunque todo el mundo lo sepa? ¿estaría a gusto si alguien decidiera retratarlo -sin su consentimiento- en un libro y que este libro, encima, se convirtiera en la sensación de la temporada?

No se preocupe, no estoy escribiendo un libro sobre usted... ¡Cómo podría?... ¡si no nos conocemos! Todas las preguntas formuladas son las que la señorita Buncle les hubiera hecho a sus vecinos en caso de haberles pedido permiso, y es que la señorita Buncle carece de imaginación y necesita dinero por lo que no se le ha ocurrido otra cosa que escribir la historia de sus vecinos y el retrato, totalmente fiel a la realidad, ha disgustado profundamente a algunos de ellos tanto como ha deleitado a lectores por toda Inglaterra.

Nos encontramos en los años 30 y una depauperada señorita Buncle, que hasta entonces vivía de las rentas, escribe, por imperiosa necesidad, un retrato de sus vecinos en el que no omite detalle alguno; en realidad no hay nada vergonzoso, pero algunos de sus vecinos -totalmente British- viven de no hablar de ellos, de no haber sido nunca coristas -aunque lo fueron-, de no haber llevado jamás peluca -aunque la llevaron-, de no haber servido jamás comida fría -aunque lo hagan a diario-... y consideran que no hay nada más calumnioso que la realidad misma. La señorita Buncle, que no tiene imaginación pero tampoco es tonta, firma el libro al grito de ¡es que yo vivo ahí! como John Smith para poder seguir con su vida y ahí vamos a encontrar a los vecinos tratando de descubrir locamente quién es el dichoso señor Smith, porque lo único que saben -es lo razonable- es que el maldito escritor tiene que ser, a la fuerza, uno de sus vecinos (téngase en cuenta que firmar como John Smith sería como decir Perico de los Palotes, Fulanito o similares)
Con bastante incoherencia, añadió que el personaje de la señora Horsley Downs era detestable y no tenia nada que ver con ella, aunque obviamente se había hecho con mala intención, porque era exactamente igual que ella, y que por tanto era difamación en estado puro y debía castigarse con todo el rigor de la ley.
Pero atención, que aún no hemos llegado a lo más divertido del enredo; El libro de la señorita Buncle tiene dos partes, una que es retrato fiel -y horroriza a una buena parte de sus protagonistas, que se reconocen inmediatamente- y otra que transcurre después de que un niño haya tocado un caramillo (no tengo ni idea de qué es eso, recuérdenme que lo mire) cual flautista de Hamelin y provocado con su música que los vecinos del pueblo ficticio que es fiel reflejo del real den rienda suelta a sus deseos... y el retrato es tan fiel, tan fiel, que la señorita Buncle - que recordemos, una vez más, no tiene imaginación pero es tremendamente observadora- utiliza los deseos reales de los habitantes del pueblo, incluso aquellos que no se atrevían a confesarse a sí mismos... ¿y, como el niño, no les va a quedar otra que cumplirlos?
Es como... como alegórico -continuó Sally con seriedad-. Es un pueblecito horrible que solo sabe mirarse el ombligo, solo se preocupa de sus cosas, y se da mucha importancia, pero es puro engreimiento, petulancia, convencionalismo y satisfacción de sí mismo; de pronto, a los habitantes se les cae la venda de los ojos, se olvidan de los límites y actúan cada cual según su verdadera personalidad. Ya no es todo una farsa, son personas auténticas. Me parece maravilloso, la verdad.
El libro me ha parecido una delicia de principio a fin, muy british todo, muy de principios de siglo, muy divertido, muy aparentemente ingenuo... y digo aparentemente por el uso magistral que hace Stevenson (la sobrina de Stevenson) de los distintos niveles de lectura. En definitiva una lectura ligera absolutamente recomendable para el verano ¡Corran a leerlo!
El señor Abbott nunca había leído una novela sobre una mujer que escribe una novela sobre una mujer que escribe una novela. Parecía un juego de espejos.
El resto de reseñas, como siempre, absolutamente recomendables y en los lugares habituales: Bichejo, Desgraciaíto, Carmen y Newland... A ver si este mes sí nos animamos a debatir un poco en nuestro amado Club gastronómico de Lectores 2.0

Me chivan por el pinganillo que hemos sufrido un golpe de Estado, así que no tengo ni idea de qué libros vamos a leer en lo que queda de año... seguiremos informando.

Una historia de la Guerra Civil que no va a gustar a nadie

Empecemos con una breve nota biográfica: por motivos educativos en los últimos dos años he leído unas cuarenta novelas ambientadas en la Guerra Civil, y ni sé cuántas reseñas (tanto de las leídas como de las no leídas), artículos y bichorismos varios sobre la literatura actual ambientada en esa época odiosa... terminé con el tema hace menos de un mes, así que puede imaginarse, querido lector, mi disgusto cuando vi que el libro de este mes para el Club de lectores 2.0 era precisamente, que ya es mala suerte, Una historia de la Guerra Civil que no va a gustar a nadie de Eslava Galán. 
De este autor leí hace unos años Historia de España contada para escépticos, me lo pasé pipa y lo recomiendo mucho (no como libro de historia serio, conste); para los motivos educativos leí Los años del miedo (confieso que más qué leerlo lo ojeé -sí, sin h, que yo leo sobre todo digital y, por tanto, no paso hojas- porque no quería que la realidad me sacara del maniqueímo novelesco... pero eso es otra cuestión que defenderé en unos días) que vaya, échenle un ojo al horror si tienen ánimos, y también leí La mula, una novela más bien flojita de la que se ha hecho una película espeluznante (sale Mario Casas, con eso lo digo todo). Sé que leeré más libros de Eslava Galán en el futuro, igual que en su día leí locamente libros de Marcela Serrano, porque no me entusiasma pero me entretiene, su lectura es rápida, sencilla y totalmente descerebrada... ojo, no tanto como en el caso de la señora Serrano, que no recuerdo ni qué demonios pasaba en Nosotras que nos queremos tanto más allá de que tres novelas después -tres días después, para que se hagan una idea de la ligereza de la autora- me dije ¿y yo qué demonios hago leyendo esto?

Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie es literalmente eso, un relato de lo ocurrido durante a Guerra Civil, desde la preparación del golpe de Estado hasta el cautivo y desarmado contado desde mil puntos de vista -aunque con narrador omnisciente- y, eso sí es destacable, en presente (para que se entienda, por si acaso, no es que lo actualice o lo ambiente en presente, es que lo verbos que narran los hechos están conjugados en presente de indicativo y mi corazón de filóloga palpita con estas cosas). Es un libro ameno, de fácil lectura que va soltando datos como si fuera una novela en la que el personaje principal fueran los españoles y no debieras empatizar necesariamente con ellos, en definitiva, Eslava Galán sobrevuela por la Guerra y nos da una visión a vista de pájaro, lo vemos todo pero apenas sentimos nada... bueno, esto último quizá sea un poco exagerado, que sí hay momentos en los que se hiela la sangre, no tanto por lo narrado como por el hecho de que, a veces, hay que pararse a pensar en cómo demonios se pudo llegar a eso y morirse de vergüenza. El libro no cuenta nada que no se sepa, no pretende ser tanto un manual de historia como una lección de instituto, y la verdad es que se agradece, después de dos años se lo agradezco... lo que ya no sé, querido lector, es si debo o no recomendarlo sin saber cuáles son sus circunstancias y por qué quiere leer precisamente este libro ¿para saber qué pasó en aquellos años? ni de coña, lea otro ¿por placer? ¿seguro que esto le da placer? ¿se lo ha hecho mirar?, ¿por curiosidad sobre los hechos pero sin profundidad? ¡entonces léalo! ¡este es su libro!
Ninguna política se ha de fundar en la decisión de exterminar al adversario; no sólo -y ya es mucho- porque moralmente es una abominación, sino porque, además, es materialmente irrealizable; y la sangre injustamente vertida por el odio, con propósito de exterminio, renace y retoña y fructifica en frutos de maldición; maldición no sobre los que la derramaron, desgraciadamente, sino sobre el propio país que la ha absorbido para colmo de la desventura.
Una cosa que llama la atención es el título y es que hay un juego muy curioso y muy tramposo; es obvio que Eslava Galán nos dice que no le va a gustar ni a derechas ni a izquierdas porque es objetivo... pero eso no es del todo cierto; nadie sale bien parado, cierto, no aplaude a nadie, cierto, no condena a nadie, cierto, pero se debe más a la ligereza con la que pasa la vista sobre el tema que al rigor y eso, querido Eslava Galán, es trampa... y aquí podría soltar un monísimo "cuidado con la equidistancia" aunque en este caso no sea tal... pero eso lo dejo para el debate.
En el puerto de Alicante una multitud de más de diez mil fugitivos se agolpa en los muelles, a la intemperie, sin comida, en espera de algún barco que los ponga a salvo de la ejecución o de la cárcel [...] Se producen sesenta suicidios en un día. Dos amigos que han hecho la guerra juntos se estrechan la mano izquierda mientras se descerrajan y tiro en la sien con la derecha.
Sofía, la madre del historiador Julio Valerón, cuyo esposo y familiares fueron fusilados, vivió hasta 1973 sin superar el horror de la guerra. A veces gritaba en sueños y despertaba a los vecinos.
Las reseñas de mis compañeros las podéis leer en los sitios de rigor: Bichejo, Carmen, Desgraciaíto y Newland y, dado que esta vez no habrá peligro de spoiler porque doy por hecho, querido lector, que saber quién ganó aquello ¿verdad? le animo a participar del debate eterno que nos enciende todavía ¿Paracuellos y Badajoz? ¿Fue Gernika lo peor de la guerra? ¿Era un disparate la II República? ¿Se puede saber de qué pie cojea Eslava Galán? (cof cof, ya les adelanto que sí)

El cero y el infinito


Los personajes de este libro son imaginarios. 
Las circunstancias históricas que determinan sus actos son auténticas.
Mario Vargas Llosa

Hace un par de años leí un maravilloso y espeluznante libro de Martin Amis sobre Stalin, Koba el temible, que quise reseñar en su día, y días después… y así pasaron las semanas y simplemente no fui capaz porque los crímenes que en él se describen, la nula reivindicación de sus víctimas (lo siento en el alma, no se reivindica nada si la oración tiene una adversativa y lo más común, al leer algo sobre los años de este ser salido de las entrañas del infierno, es ver cosas del tipo: Stalin era malo pero... Mató gente pero) y un largo etcétera lo fueron postergando, se me hacía demasiado cuesta arriba asumir el horror de este ensayo y mirarlo desde fuera lo suficiente como para que fuera simplemente un libro del que hablar en una reseña.

En esta ocasión, en lugar de un ensayo, tenemos una novela y eso facilita el proceso. En El cero y el infinito un personaje de ficción (¿ficción? ¿seguro?), Rubachov, antiguo héroe de la revolución, al que oímos pensar, al que oímos entrar en el juego de la Historia (sí, con mayúsculas), al que oímos abdicar gustoso y reconocerse contrarrevolucionario porque:
¿Con qué derecho nosotros, los que desaparecemos de la escena, miramos a los Gletkin con tanta altanería? Los monos debieron reírse cuando el Neanderthal hizo su aparición sobre la tierra. Los monos, altamente civilizados, se lanzaban graciosamente de rama en rama; el hombre de Neanderthal era torpe e inclinado hacia la tierra.

En El cero y el infinito de Arthur Koestler asistimos al proceso en el que alguien, acusado de contrarrevolucionario por…¿?... porque… , va entendiendo que su proceso es necesario, que su muerte es por el bien de la Revolución que él mismo llevó a cabo, que las purgas son buenas para el proceso revolucionario y que para pasar por uno de esos procesos de purga no es necesario cuestionar al líder sino, simplemente tener una opinión ¡ojo! No una opinión distinta, sino una opinión… porque, quizá, eso es individualista y los soviéticos, se ve, eran muy colectivos.

Lo peor de todo este asunto es que a Rubachov nadie le tortura para que confiese, simplemente le convencen con una lógica aplastante (la misma lógica que se usa en Corea del Norte para decir que el amado -y difunto- líder había escrito más libros que nadie en la historia, realizado innumerables proezas atléticas y jamás había ido al baño) y eso es lo que da más miedo de todo, que un proceso absolutamente perverso se sirve de la lógica porque se les escapa (no en vano los procesados aplaudieron procesos similares), conscientemente se les escapa que por mucho sentido que tengan las palabras, por muy bien construido que esté el discurso, el proceso para llegar a él, el proceso en el que el yo se borra para fundirse en la masa es contrario, por su absoluta perversión, a esa aplastante lógica que emplean.

En definitiva El cero y el infinito – ¡primer pleno del Club de lectores! por cierto- es una novela en la que se explica exactamente qué es el crimental que decía Orwell y los peligros de asumirlo y aceptarlo… o disculparlo. Vemos a Rubachov comunicarse a través de las paredes con una suerte de complicado código morse  y aceptar su destino no con resignación sino casi con deseo… y no se me ocurre nada más atroz que alguien acepte que esté bien que lo maten por… ¿pensar?… insisto, no pensar distinto, sólo pensar… o simplemente porque en una aplastante lógica incomprensible la revolución necesita deshacerse de sus líderes primigenios ¿quién sabe?

El Partido no se equivoca jamás -dijo Rubachov-. Tú y yo podremos equivocarnos. Pero el Partido, no. El Partido, camarada, es algo mucho más grande que tú y que yo y que otros mil como tú y como yo. El Partido es la encarnación de la idea revolucionaria en la Historia. La Historia no tiene escrúpulos ni vacilaciones. Inerte e infalible, corre hacia su fin.

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