Un libro a la semana

Hoy es el día del libro, así que la blogocosa se ha llenado de memes y recomendaciones libreras, hay quien recomienda diez, hay quien recomienda cien… yo lo voy a dejar en 52, uno para cada semana del año y, para más inri, 52 libros que me vienen a la cabeza de pronto (téngase en cuenta que hacer una lista limitada implica, necesariamente, dejar algunos en el camino y me dolería demasiado podar según qué árbol) 52 libros sin orden ni concierto, y encima de cabeza (unos me irán llevando a otros y se verá un cierto patrón seguro, pero voy a ir intercalando, para que no se vea tan claro, que es como si enseñara un rincón secreto). Serán libros que he leído y me han gustado mucho de una u otra forma, y eso que en algunos casos no volvería a leerlos ni loca, en otros los leí más de una vez pero me da miedo volver a acercarme porque la vida nos va cambiando y también nos cambian los gustos lectores. Se va a notar que he leído mucho en español, pero qué quieres, si me formé en filología hispánica y -cuando me dejan- enseño lengua y literatura en secundaria...

Una sola restricción me impongo: no se vale repetir autor (para evitar que la lista se llenara de Gabo... o de Borges...o de Benedetti... o de Saramago... o de Delibes... o de Cortázar... o de Galdós... o de...)

Y vamos a ello, sin más preámbulos:
  1. Plenilunio de Antonio Muñoz Molina.
  2. El túnel de Ernesto Sábato.
  3. Cinco horas con Mario de Miguel Delibes.
  4. Irlanda de Espido Freire.
  5. Malena es un nombre de tango de Almudena Grandes.
  6. La colmena de Camilo José Cela.
  7. La plaza del diamante de Mercé Rodoreda.
  8. Don Juan de Torrente Ballester.
  9. Ensayo sobre la ceguera de José Saramago.
  10. Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.
  11. Momo de Michael Ende.
  12. El diablo de la botella de Stevenson.
  13. Doña Inés de Azorín.
  14. El resplandor de Stephen King.
  15. Don Segundo Sombra de Ricardo Güiraldes.
  16. El rojo y el negro de Sthendal
  17. Hyperion de Dan Simmons.
  18. Si a los tres años no he vuelto de Ana R. Cañil
  19. Primavera con una esquina rota de Mario Benedetti
  20. Ficciones de Jorge Luis Borges.
  21. El idiota de Tolstoi
  22. Juliet, desnuda de Hornby
  23. La Regenta de Clarín.
  24. Si esto es un hombre de Primo Levi.
  25. Lolita de Nabokov
  26. El lazarillo de Tormes anónimo.
  27. La voz de los muertos de Scott Card.
  28. Riña de gatos de Eduardo Mendoza.
  29. Facundo. Civilización o barbarie de Sarmiento.
  30. Algo va mal de Tony Judt.
  31. Entre visillos de Carmen Martín Gaite.
  32. Nómada de Ayaan Hirsi.
  33. Fundación de Asimov.
  34. La Celestina de Fernando de Rojas.
  35. El descenso de Jeff Long.
  36. Tenemos que hablar de Kevin de Shriever
  37. La invención de Morel de Bioy Casares.
  38. Un tal Lucas de Julio Cortázar.
  39. La agonía del cristianismo de Unamuno.
  40. Mi planta de naranja-lima de Vasconçelos.
  41. La voz dormida de Dulce Chacón.
  42. Nada de Carmen Laforet.
  43. Mala gente que camina de Benjamín Prado.
  44. Sueñan los androides con ovejas eléctricas de Dick.
  45. 1984 de Orwell.
  46. Sonatas de de Valle-Inclán.
  47. Don Quijote de Cervantes (si no has leído la segunda parte, al menos la segunda...)
  48. La tía Julia y el escribidor de Mario Vargas Llosa.
  49. Paula de Isabel Allende.
  50. Fortunata y Jacinta de Galdós.
  51. Diario de las estrellas de Stanislav Lem.
  52. La vuelta al mundo en 80 días de Julio Verne.


Efectos secundarios

Vaya por delante que me había confundido de medio a medio con la última película de Soderbergh; daba por hecho que iba a ver algo similar a Traffic pero sobre las empresas farmacéuticas y, aunque soy más bien tirando a poco conspiranoica -de hecho abofetearía a todos los antivacunas-, sabía que, siendo Soderbergh, sería interesante, que sería coral y mostraría las bondades y maldades de las empresas... Craso error.

Efectos secundarios es una película de puro Soderbergh, pero no el que hizo Traffic o Contagio sino el Soderbregh que hizo Ocean's eleven, pero, con la ventaja de que aúna lo mejor de los dos mundos, es decir, es entretenida como Ocean's eleven y "sesuda" como Traffic y, por una vez, la dosificación de la información, con todas sus trampas (este director siempre las tiende), hace que el espectador pase más de la mitad de la película sorprendido.

Jude Law lo tiene todo: una mujer estupenda, un hijastro que lo adora, una consulta con dos colegas de renombre... por azares de la vida se convierte en el psiquiatra de una mujer terriblemente deprimida, interpretada por Rooney Mara; Emily (la depresiva) es una joven y frágil mujer que tiene que enfrentarse a la vuelta de su marido tras cuatro años de prisión (por abuso de información privilegiada, es decir, en su "profesión" -por desgracia- la cárcel no es un factor a tener en cuentas como sí lo es para el que se dedica a atracar bancos); lo que debería ser un momento dichoso no sólo no lo es, sino que le provoca una depresión terrible (que incluye varios intentos de suicidio) y a quien la medicación no termina de arreglarle la papeleta hasta que aparece un maravilloso producto nuevo, anunciado en televisión, que ni la atonta ni le provoca insomnio pero que tiene una pega, le provoca sonambulismo y, en una de sus expediciones sonámbulas, mata a su marido...

A partir de aquí tenemos un dilema ¿asesina o mala praxis? es decir, si el pobre pajarillo, enamorada hasta las trancas pero deprimida, ha matado a su marido estando dormida porque uno de los efectos secundarios de la medicación es el sonambulismo no es responsable ¿o sí? No hay intención ¿o sí? Sea como sea el psiquiatra decide ayudarla, considera que no debe ir a prisión, nadie le había dicho que ya había sufrido episodios de sonambulismo en el pasado pero, como médico, antes de recetar algo con esos efectos, debería haber preguntado ¿o no? ¿Cómo es posible que su anterior psiquiatra - Catherine Z Jones- no le hubiera dicho nada? ¿o debería haber preguntado él?

Y entonces todo se va a al mierda, y todo empieza a girar en uno u otro sentido... y hasta aquí puedo leer, porque además del dilema que se plantea, de difícil solución, tiene bastante más de lo que parece a primera vista. No diría que me ha parecido maravillosa pero no sólo es interesante por lo que plantea, es entretenida y, gracias al suspense, podría haber sido firmada -salvando las distancias- por el mismísimo Hitchcock... sí, como suena, no está a la altura ¿Qué película lo está? de Psicosis pero quizá sí sea un Marnie la ladrona más complicado.

Los años con Laura Díaz

El libro de este mes para el Club de lectura 2.0 es la novela insignia, junto con La muerte de Artemio Cruz, del maestro mexicano de la prosa: Carlos Fuentes.


Vaya por delante que a mis compañeros del club de lectura 2.0 el libro -que elegí yo- les ha parecido espantoso y aburrido (aunque coinciden -coincidimos- en que está muy bien escrito) pero yo, aunque reconozco que la novela tiene sus partes arduas, no consigo estar del todo de acuerdo por dos motivos: el primero porque cuando la leí hace más de diez años (veo ahora con sorpresa que entonces estaba recién publicada) me pareció TAN fascinante que, si la elegí, fue porque quería compartirla con mis contertulios y, el segundo y fundamental, porque muchos de los "defectos" que le achacan al texto de Fuentes (un señor de los pies a la cabeza) son perfectamente achacables a cualquier novela latinoamericana, desde la confusión en algunas partes (explíqueme usted Pedro Páramo), hasta la repetición de nombres (explíqueme usted quién es quién en Cien años de soledad) pasando por la indefinición de algunos personajes (¿hablamos del gaucho Don Segundo Sombra o de Facundo?)



Los años con Laura Díaz no es una novela fácil, cierto, tiene partes complicadas y muy complicadas, sí, a ratos se hace pesada, sí; pero refleja lo que es la literatura en español en un siglo que ofreció poco de este lado del Atlántico (poco en comparación) y si Pedro Páramo, todo confusión (aunque tengo que volver a leerle, a ver si a la cuarta la entiendo del todo), es una gran novela -que lo es- me niego a pensar que Fuentes no sea un genio, aunque haya partes que me hayan costado mucho, ahora que estoy tan desentrenada en la confusión de la que tanto gustan nuestros compañeros de idioma.



Hay que decir que, a pesar del título, esta novela no narra la vida de Laura Díaz; Laura Díaz no es más que una excusa para contarnos parte de la peculiar historia del México del siglo XX sin molestarse en embellecerla. Por los años que vive Laura Díaz, siempre Díaz, siempre Laura, transitan personajes que pertenecen a la historia universal de la cultura y multitud de historias que contar; de la mano de Laura Díaz, que parece una Alcántara más ya que está en todos los hechos que importan, recorremos la historia sentimental de México desde antes de la Revolución, pasando por esta y su posterior desencanto con el asentamiento del PRI, nos zambullimos en la vida -por llamarlo de alguna manera- de Frida y Rivera (me pregunto si se puede contar el siglo XX sin ellos), vemos la llegada de los exiliados desde España (recordemos que México acogió al gobierno republicano), la de los exiliados por el macartismo (sin duda una de las partes más interesantes de esta novela llena de nombres propios), sufrimos el horror de la Plaza de Tlatelolco (Tian'anmen antes de Tian'anmen) y volvemos a la magia de una mujer que se despide del mundo como antes se habían despedido sus tías, dos mujeres que parecen sacadas de La casa de los espíritus, pero que no se llaman Alba, ni Clara, ni Blanca, ni nada que tenga que ver con la luz, sino Hilda (heroína luchadora) y Virginia (este no hace falda explicarlo) que pasan la vida lamentando no poder vivir su arte.



La vida de Laura Díaz no importa, salvo cuando la Historia con mayúsculas le da paso, y vemos la vida de los migrados alemanes y cómo se adaptaron a esa tierra nueva que tenía tanto que ofrecer a los que migraban de un continente entonces agotado; los tiempos de los forajidos que vivieron los abuelos de Laura (y del propio Fuentes), los tiempos de los bailes de salón y las mujeres que deciden no resignarse a ser sólo esposas y madres (fenómeno que se da mucho en México a principios del siglo XX y muy poco en otros sitios... sí, ese México machista que todos tenemos en la cabeza era muy diferente en puertas de la Revolución) Vemos una mujer que, como excusa para insertar temas nuevos, se entusiasma con la Revolución cuando se entusiasma con los valores de su medio hermano y casi amante platónico, Santiago, así como se decepciona porque, una vez asentada, esta está representada por el patán y rata traidora de su cobarde marido de humo; Una vida como excusa que nos enseña los arribismos del PRI con su hijo Danton frente al México colorista y mítico de Santiago II. Vemos sus amoríos sin pasión de una mujer apasionada hasta que se produce la explosión del exiliado Maura, que no puede vivir con calma porque no puede dejar de intentar salvar a Raquel porque no salvó a Teresa y porque -como dijo Benedetti en una ocasión- prefiere morir torturado que morir de vergüenza, y se vuelve a enamorar de otro luchador al que no entiende y que oculta un secreto vergonzante, o no, o sí, o quién sabe... Y un largo etcétera de cosas que pasaron en la vida de una sola persona si tuvo a bien venir al mundo a principios del XX en México y tuvo una larga vida, una vida como la de Laura Díaz, Laura la apasionada, Díaz la inconformista, Laura Díaz la luchadora.



Pero no es un libro para leer una tarde de verano, ni una semana perdida... Se trata de un libro difícil no sólo por su densidad (y tamaño, que no es precisamente corto) sino porque hay partes que directamente cuesta entender, y que obligan al lector a volver sobre sus pasos para entender qué demonios cuenta sobre el exilio y la guerra de España y que, quizá, exijan una mínima noción sobre la historia de México (aunque me resisto a creer que alguien no haya oído hablar de la Revolución mexicana o de Frida Kalho, aunque sólo sea por las películas de Hollywood) pero, si te gusta el realismo y también te gusta Rayuela y su no sé qué, puede que este te encante, si estás saturado de realismo (prueba a pasar un año leyendo sólo eso y verás) y necesitas las cosas bien claritas, quizá este no es un libro para ti. La crítica lo adora, yo en su día fui una estudiante de filología hispánica y lo adoré... Ahora, con unos cuantos años más no me ha vuelto loca y de hecho me ha costado un montón -no me refiero a terminarlo, su sola lectura me ha supuesto esfuerzo (es decir, lectura más activa que de costumbre, y yo leo generalmente con un lápiz y dos cuadernos)-, pero a la semana de haberlo terminado por segunda vez empiezo a ver sólo sus virtudes y me arrepiento de no haberlo defendido con uñas y dientes cuando hablamos de si nos ha gustado o no hace sólo dos días... ¿Será que, como un buen vino, Los años con Laura Díaz, necesita reposo? ¿Te atreves a intentarlo?



Las reseñas de mis compañeros de Club de lectura 2.0 las puedes ver en los sitios habituales: aquí está Bichejo, aquí está Carmen y aquí está Desgraciaíto... También está Merichán, que tan pronto nos deja.

El mes que viene Tony Judt con Algo va mal, libro que reseñé hace no tanto pero que tengo ganas de volver a leer, que con Judt siempre se aprende algo, y digo "el mes que viene" en términos literales, porque cambiamos la fecha de publicación del día 15 al día 1, para que el "mes dedicado al libro" sea un mes natural. 

Así que ya sabes, Te esperamos en México hasta mayo, te esperamos en el derrumbe de la socialdemocracia a partir de entonces ¿nos acompañas?

¡Alerta! Madres educando

El viernes por fin encontré, después de más de un año buscándolo, el polémico Madre tigre, hijos leones, de la escritora chino americana Amy Chua, y digo encontré porque llevaba un año con ganas de hincarle el diente a un libro TAN polémico como este, sin caer en la cuenta de que podían traducir su título, Battle Hymn of the Tiger Mother (algo así como El himno de batalla -¿llamada a la guerra?- de la Madre Tigre), como les viniera bien, esto es, como les diera la real gana sin dar cuentas a nadie (¿de dónde demonios salen los hijos leones del título? al menos en la variopinta traducción de Rosemary's baby hay una "semillita" -de esas que papá le regala a mamá- y es del mismísimo demoño).


Por otra parte, hoy salía a la venta el libro de la celebérrima bloguera Molinos Una madre sin superpoderes y, siendo poseedora de un kindle podía disponer de él en cuanto me levantara, así que dicho y hecho, en cuanto me he despertado he comprado el libro en su formato electrónico (me cuentan que a Amazon se le han agotado en papel ¡en sólo un día!) y he disfrutado del día leyéndolo.

Esta es mi primera reseña doble, al menos en este blog, pero se debe a que en un periodo de dos días (acabé con Chua anteayer, con Molinos ayer) he leído dos libros en los que dos madres de dos niñas hablan de cómo han educado a sus dos hijas; y no acaban ahí los paralelismos, aún hay más -que dirían en los dibujos- las dos hijas mayores, Sophia y María, son más responsables y obedientes frente a la rebeldía de las pequeñas, Lulu y Clara; pero mucho más importantes que las similitudes (casualidades de la vida, más que nada) entre Amy Chua y Molinos son las diferencias: si Amy Chua está intentando crear un círculo virtuoso con sus hijas (tan exigente que, de haberlo sabido, hubiera sido desmontado por los servicios sociales) en el que no se consiente nada por debajo del sobresaliente y se pasan horas todos los días -incluidos fines de semana y vacaciones- practicando piano, en el caso de Sophia, o violín, en el caso de Lulu, nos encontramos con el sentido común hecho madre en lo que nos cuenta Molinos; por un lado tenemos a una madre china que enfrenta el modelo (exitoso, qué duda cabe) de educación tradicional chino con el occidental y después, oh afortunadas casualidades de la vida, me doy de bruces con el modelo occidental y resulta que el susodicho modelo que muestra Molinos me gusta, no, me encanta.

Para Amy Chua "el éxito académico es un reflejo del éxito de los padres en la educación de sus hijos" y por eso les presionan para ello, sin embargo, en occidente, aunque pensamos igual, también queremos que puedan elegir -aun a costa del fracaso escolar-, porque preferimos sentirnos culpables del fracaso (ellos jamás lo serán del todo a nuestros ojos) que presionar "de más", ya que no hay mayor pecado que hacer a nuestros hijos infelices.

Molinos quiere que sus hijas sean felices, pero (y aquí es donde toda la argumentación de Chua se va al garete) sin que eso le cueste la felicidad a ella (los drogadictos -según Chua a la droga se llega tocando la batería, sí, como suena- no hacen felices a sus padres); busca -y encuentra- tiempo para hacer cosas sin sus hijas mientras que Chua las obliga a ensayar durante horas y, en el caso de Lulu -la pequeña-, además lo hace a gritos… y consigue así que su hija deteste el violín además de haber convertido su infancia en un infierno. Frente a ello tenemos a una madre occidental que nos cuenta que sus hijas van a museos y les encanta porque se lo vende, no porque las obliga... Comparen con una cita de la madre tigre, comparen:
"estaba decidida a criar a una hija china obediente […] aunque muriese en el intento"
¿No parece lo suficientemente categórico? pues hay que pensar que, en lo que nos está relatando Chua, la que ha de "morir en el intento" no es la madre, no, es una niña de tres años que está a -14º en la calle y sin abrigo porque ha cometido la osadía de aporrear el piano.
"los padres chinos poseen dos cosas de las que carecen los occidentales, a saber: (1) mayores aspiraciones para sus hijos, y (2) mayor estima por sus hijos en cuanto a que saben hasta dónde pueden llegar"
¿¿Quiero más mis hijos porque les exijo demasiado??

Molinos, por contra, nos cuenta que a los hijos se les quiere de manera distinta (y bajo todo lo que narra subyace que ser humana no te hace mala madre) que hay que enseñarles a hacer cosas tan básicas como comer de todo, disfrutar del arte, del campo y sí, también enseñarles quién manda sin que eso suponga un peligro físico ni un trauma intratable para ellos; para Molinos no es cuestión de fuerza, sino de inteligencia, de ahí que tenga "frases comodín" y que sepa que, si las malcría, como se malcrió a sus primos (a.k.a los pesadillas), hará de sus hijas unas ineptas.

Y otra diferencia, probablemente la fundamental: Chua no es coherente con el modelo de educación que defiende, confiesa abiertamente haber sobornado a su hija Lulu en alguna ocasión; Molinos, además de sentido común, es coherente con lo que defiende, se permite perder los nervios, se permite una pequeña desobediencia… lo que no se permite es enloquecer con los niños (explotar, sí, enloquecer, no), en ningún sentido.

Chua describe el declive a la tercera generación de inmigrantes asiáticos hacia occidnete (la 1ª se desloma, la 2ª trabaja duro y llega lejos, la 3ª -ya occidental- se ha adaptado a creer que tienen derecho a todo)
"concluí que no iba a permitir que le ocurriera nada, que no criaría a una niña mimada que se creyese con derecho a todo: que no dejaría que mi familia se arruinara"
La OMS considera que la sobreprotección es un tipo de maltrato, pero no me queda claro si esta mujer está más preocupada por el nombre de su familia que por el bienestar de sus hijas (mayor peso de la comunidad que del individuo... algo muy asiático y muy poco occidental), por contra, nos queda claro que a Molinos lo que le importa es el bienestar y la felicidad de sus hijas, sin descuidar la propia; en definitiva Molinos es el justo medio entre el exceso de Amy Chua (exceso patológico no tanto en la base de lo que piensa -en muchos casos es posible hasta compartirlo ¿quién no ve el declive?- como en los hechos -y por tanto es más grave- que describe) y la sobreprotección (al menos en lo académico) que reciben los pesadillas.

Chua es interesante, muy interesante, para reflexionar sobre la sociedad que tenemos en la medida en la que casi casi hemos abandonado todo el esfuerzo, no tanto si hablamos de maternidad; Molinos es el sentido común hecho madre, se puede ser madre y seguir siendo mujer, se puede ser madre y seguir siendo trabajadora... No sólo se puede, casi debiéramos decir que se debe.

En pocas palabras, ¿Recuerdan la fábula de la cigarra y la hormiga? ¿la hormiga es admirable? ¿seguro? ¿conoce a alguien que tenga como máxima aspiración de vida convertirse en ese detestable ser? pues Amy Chua es lo que pretende hacer con sus hijas, pero infinitamente más duro, según ella todo con vistas a un futuro que no llega nunca; cierto es que hay quien hace de sus hijos cigarras, vagos y sobreprotegidos que sólo piensan en su propia diversión, pero Molinos no sólo se opone al modelo Chua, también es lo opuesto a eso, la vida hay que vivirla y disfrutarla, aunque no todo es divertido, aunque a veces la gente se aburre, aunque a veces hay que decir no, pero nunca, nunca hay que excederse.

Si Amy Chua es un best-seller (que lo es, y de los gordos) espero y deseo que Molinos también lo sea con el tiempo; necesitábamos oír a alguien que hablara de esfuerzo, para variar, pero también debemos escuchar de cuando en cuando el sentido común en un libro ameno, divertido y maravillosamente escrito en un mar de integristas de la maternidad.