Wishlist de FNAC.

Livia me ha dejado escribir un trozo de la wishlist de FNAC, así que en agradecimiento me toca a mí el tostonazo de escribir :p Veamos:

Con esto termina la lista de Livia. La mía empieza aquí. Yo llenaría los dos mil leuros con tebeos o con libros, pero me conformo con lo que me dejan:

Quiero la colección de Percevan. No la tienen entera, pero me compro los que hay: 
Son 11 tebeos a 13 € cada uno, 143 € en total.

También quiero tebeos de Thorgal: 
En total son  257,20 € de nada.

También quiero desde hace mucho tiempo tebeos de Lucky Luke. En FNAC tienen, de la colección de Planeta, que son más baratos: 
En total, son 131,15 €.
Compraría más tebeos (muchos más xD), pero no hay que pasarse de 2013 €, y ya vamos por 2012, 32. Me faltan 68 céntimos, así que compraré un libro de cocina http://ebooks.fnac.es/cocinar-al-wok.-salteados-y-otras-preparaciones-mara-iglesias/9789876345040 que vale justo eso y así llegamos a los 2013 €.

Muchas gracias a Livia por dejarme comprar tebeos xD.

El imperio del sol


El libro de este mes para el club de lectura 2.0 es una historia que supuso, en su adaptación al cine, uno de los más sonados –e incomprensibles- fracasos de Steven Spielberg. Pasados los años conviene revisitar la película y, ya que nos ponemos, sumergirnos en el libro que cuenta la misma historia que lanzó a la fama a Christian Bale, pero es diferente, completamente diferente.

Las reseñas restantes las puedes leer aquí, aquí y aquí… Y, si lo has leído -o no te importa que te lo destripemos- te esperamos en el club de lectura 2.0

Jim es un niño británico que vive en Shanghai en los tiempos en los que Europa se ha convertido en un campo de batalla. Para él, desde la comodidad que da vivir alejado del mundo, la guerra es algo casi tan lejano como lo es para nosotros hoy; es un niño de once años muy muy British, tan British que, una vez sumergido en la guerra, que da por hecho han ganado los japoneses (¿quién creía lo contrario hasta casi el final?), se pregunta si la vida volverá a la normalidad, una normalidad a lo Sidharta en la que los coches de lujo atropellan los pies de los mendigos que piden en las puertas de sus mansiones.

Al mirar el guante, Jim comprendió que era toda la piel de una mano del suboficial, arrancada de la carne por el fuego de la sala de máquinas.

Pero la guerra no ha terminado, lo que terminará es su infancia cuando es separado de sus padres –que, a diferencia de lo que ocurre en la película, pasan la guerra en un campo de prisioneros, igual que él- y tiene primero que sobrevivir solo, a sus once años de comodidad y falta de sentido común, por las calles desiertas y cada vez más peligrosas. Como British considera que el mundo es justo (la Guerra Mundial sacó a la humanidad de su error), que se juega limpio y que entregarse es una buena idea… solo que resulta que entregarse a los japoneses no es tan fácil como él pensaba.

Tras sobrevivir a duras penas acaba en un campo de prisioneros, que convierte en su hogar, extraño, incómodo, pero se adapta, y allí vemos como, entre los prisioneros, a pesar del hambre, a pesar del frío, las enfermedades, la muerte, es muy British todo ¡hasta tienen un comité de esparcimiento que da conferencias! ¡y aprende latín! Pero ¡ojo! No deja de ser un campo de prisioneros.

Nadie criticaba por esto [colaboracionismo] a la señora Pearce, y en realidad la mayor parte de los prisioneros de Lunghua estaban dispuestos a colaborar. Jim lo desaprobaba vagamente, pero admitía que probablemente era sensato hacer cualquier cosa para sobrevivir. Después de tres años en el campo, la noción de patriotismo no tenía ningún sentido.

Y es su hogar, salvo que está solo, y sigue siendo un niño que ha perdido a sus padres, a los que reemplaza por una foto, que no es de ellos, pero es la única que tiene a mano, y busca a quien cuidar, porque

Había aprendido que tener alguien a quien cuidar era lo mismo que ser cuidado por alguien.

Porque no deja de ser un niño, y como tal necesita que lo cuiden, a pesar de haber desarrollado un instinto de supervivencia lo que más teme es la soledad

Jim estaba preocupado […] ¿Cómo sobrevivirían si los japoneses no los cuidaban?

El libro, en general, da una ligera sensación de extrañamiento, me explico ¿has leído Nada de Carmen Laforet? Pues es lo mismo que he sentido con El imperio del Sol, Jim (que es el propio autor contando sus experiencias) pasa por todo tipo de atrocidades, pero como lectora no he sido Jim, he sido una espectadora que sentía que estaba viendo una sucesión de escenas, de lejos, sin implicarme pero, al mismo tiempo, también ha sido como revivir la atroz lectura de Si esto es un hombre, que me hizo llorar océanos de lágrimas, al ver la miseria, el hambre, las largas caminatas, la muerte alrededor del protagonista… con la salvedad, como decía, de que si fui Primo Levi mientras leía Si esto es un hombre pero –afortunadamente- no he conseguido revivir la experiencia de convertirme en Jim mientras lo leía.

La historia es apasionante, sin duda, el estilo ya no tanto…  No quiero decir que esté mal escrito, en absoluto, pero tiene un no sé qué que ha hecho que no haya conseguido meterme de lleno, era –valga la imagen- como si me faltaran fotogramas entre suceso y suceso; Jim parece no entender de qué va todo, o quizá sí pero como es un hijo de la guerra esa manera tan British de enfrentarlo le salva la vida sin duda; yo sí lo he entendido, pero no me ha hecho vivirlo y eso, bien mirado, es una suerte.

No podía tolerar que en Jim se revelara una verdad evidente: que la gente era demasiado capaz de adaptarse a la guerra.

No sé el resto, pero yo espero no tener que adaptarme jamás. ¡A leer!

Diario de invierno

En primer lugar al César lo que es del César. El libro que me propongo reseñar me lo ha regalado la gente de PriceMinister.es, que ha organizado un interesante concurso para elegir la mejor reseña sobre una lista de lanzamientos literarios de 2012; aunque el mío ha llegado esta misma mañana aquí está la reseña pero ¡eh! es Auster y eso siempre es un placer para leer del tirón.
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Cualquier apasionado de los libros se pregunta de cuando en cuando cómo surge una novela, qué hecho es el que impulsa a alguien a sentarse delante del folio en blanco a teclear furiosamente (porque como apasionado lector jamás piensa en el proceso creativo como algo exento de furia) y, sobre todo, por qué decide contar lo que cuenta, cómo lo construye, qué mecanismo previo al proceso de escritura se ha desatado para que el libro llegue a sus manos.

En Diario de invierno, Paul Auster decide enfrentarse a sus fantasmas, echar la mirada atrás para contarnos detalles de su vida, una vida sin más, en una sucesión de memorias fragmentadas que se van aproximando a ese invierno en el que se encuentra.

Tu cuerpo siempre es la zona más afectada por tus miedos y batallas interiores, y acusa los golpes que tu mente no puede o no quiere encajar.

Diario de invierno no es un libro de memorias al uso, Auster no pretende hacer al lector partícipe de su vida, simplemente se deja llevar por los rincones de la memoria y le permite mirar, pero sin la oscura intención de suscitar el morbo que a veces da conocer la vida de los demás. Y es que su vida, tal y como la narra Auster, no está llena de elementos extraordinarios, sino que es vivida –y narrada- como siempre vive cada cual la vida propia, aunque se sea un escritor de (merecida) fama mundial.

Un hombre que camina, un hombre que se ha pasado la vida andando por las calles de la ciudad.

Pero lo que de verdad atrapa del texto no es la historia, nada extraordinaria, sino el hecho de que Auster no sólo nos deja asomarnos a la mirilla para mirar sin ser vistos, sino que nos mete de lleno en el relato con el constante uso de la segunda persona, eje vertebrador del texto, porque, a falta de interlocutor, usamos la segunda persona cuando estamos hablándonos a nosotros mismos. Con la primera persona Auster nos contaría su historia, con la segunda es como si nos contara la nuestra... y entonces nos convertimos en un hombre que escribe, que se siente enamorado de una mujer con la que lleva treinta años, que no conduce porque se (nos) siente (sentimos) culpables de un accidente; gracias al uso de esa segunda persona somos sexagenarios que hemos vivido en más de veinte residencias a lo largo de la vida; gracias a esa elección por la segunda persona sea cual sea nuestro sexo los lectores tenemos erecciones a los doce años y nos vamos de putas... 
Y tan fiel es a esa segunda persona, tan fuerte es su voluntad de estilo en ese "me cuento mi vida a mí" que incluso a ratos aparca lo literario llenando páginas de algo tan prosaico como el gerundio, archienemigo de los correctores de estilo hay líneas y líneas de gerundios, tan poco poéticos pero que, al ser nuestra propia vida porque mientras leemos somos Auster, no sólo nos perdonamos sino que nos sentimos cómodos en ellos... Después de todo, somos nosotros, y nos hablamos así.

 
En definitiva, cuando se dice que los libros permiten vivir otras vidas, se refieren, precisamente a Diario de invierno, un libro que no le va a cambiar la vida a nadie... salvo durante su lectura, que sustituirá la vida del lector, TU vida, por la de Auster.