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La isla de los pingüinos

¿Por qué se preocupa de buscar documentos para componer su historia [de los pingüinos] y no copia la más conocida, como es costumbre? Si ofrece usted un punto de vista nuevo, un a diea original, si presenta hombres y sucesos a una luz desconocida, sorprenderá al lector, y al lector no le agradan las sorpresas, busca sólo en la Historia las tonterías que ya conoce.
La isla de los Pingüinos. Anatole France.

El libro que hemos leído este mes en el Club de lectores 2.0 es ni más ni menos que la obra cumbre de Anatole France, uno de los escritores con más renombre de la literatura francesa del XIX, autor celebérrimo no sólo por su obra sino también por, entre otras cosas, su posicionamiento junto a Zola en el caso Dreyfus (del que hay un hilarante capítulo en La isla de los pingüinos que es infinitamente menos exagerado -esto es, está muy pegado a la realidad- de lo que pudiera parecer)

La isla de los pingüinos es una sátira de la historia de Francia que comienza tras el bautismo accidental, por parte de San Mäel -un hombre muy santo pero un poco cegato- de un grupo de pingüinos, un hecho que, dado que los animales no tienen alma, provoca un pequeño escándalo en el cielo obligando al mismísimo Dios a convocar a los doctores de la iglesia para ver cómo se resuelve (hilarante). Ahí comienza la historia de La Pingüinía, que no es otra que la historia de Francia, y pasa por todas sus etapas, desde la atroz construcción de los mitos, un aún más atroz cristianismo primitivo, la monarquía dinástica, la Revolución que instaura la República con sus defensores y detractores, el caso Dreyfus y un previsible futuro -para France- que supone el ocaso de la civilización para su posterior renacimiento, y ocaso, y renacimiento...

La novela está contada como si fuera un libro de historia, de ahí el párrafo que encabeza esta reseña, y la búsqueda de un fingido Cide Hamete Benengeli que documente la historia de la Pingüinia. Con un ácido sentido del humor France va repasando hechos históricos que luego volverá a citar porque se convertirán en la historia de los nuevos hechos narrados y es, además de un acierto, lo que me ha resultado más divertido de la novela, ver como los hechos se iban convirtiendo poco a poco en leyendas (y ya sabemos lo que inventa el pueblo cuando tiene material) para pasar a formar parte de la historia sagrada de Pingüinia... ¿o es que se creen ustedes que es verdad que el Cid conquistó algo cuando ya había muerto porque a alguien se le ocurrió atar su cadáver a un caballo?

El capítulo más interesante, aunque todos tienen su gracia, es además el más largo y, si me permiten un consejo, antes de meterse en los anales de la historia de La Pingüinia, lean un poco sobre el caso Dreyfus (no, Zola lo leí hace mil años y no sirve para entender bien lo que ocurrió) porque así verán que, por disparatado que parezca el relato que France hace de los hechos, la realidad siempre supera a la ficción.

Por si fuera poco interesante, además, France se atreve a vaticinar un futuro que, al menos mí, recuerda mucho a lo que pensábamos que sería el final en los años 80, se ve que una misma imagen ha poblado nuestras pesadillas desde principios del XX y no deja de ser curioso.

Cuando terminó el siglo pasado, aparecieron montones de listas de Los n libros imprescindibles del siglo XX y, por alguna razón que no alcanzo a comprender, La isla de los Pingüinos no estaba entre los diez primeros en ninguna de las que recuerdo; aunque se trate de la historia de Francia es muy fácil reconocer la civilización occidental en ella, es decir, es muy fácil reconocerse en sus manías, en sus leyendas, en sus creencias... y, para colmo de males, durante muchos años, no fue un libro sencillo de encontrar (afortunadamente eso ya está subsanado). En fin, cosas veredes.

Para leer el resto de reseñas de mis compañeros del Club de Lectura 2.0, diríjanse a los sitios habituales: Desgraciaíto, Carmen y Newland, y en algún momento haremos un podcast al respecto ¡no se lo pierdan!

Durante el mes de mayo leeremos Honrarás a tu padre de Gay Talese, para reseñar el 1 de junio ¡feliz lectura!

La última noche en Twisted River

El libro elegido este mes por el Club de tortura lectores 2.0 es La última noche en Twisted River de John Irving. Puedes leer la reseña general (y la de Bichejo, que ha tomado posesión de momento del salón del club) aquí, y las del resto de lectores residentes en su hogar habitual (que si no visitas aún ya estás tardando): Chez nananalíder, chez Carmen y chez Newland

Tras la Segunda Guerra Mundial, los grandes escritores norteamericanos pusieron todos sus esfuerzos en crear "la gran novela americana" (no es que antes no ansiaran figurar en el Olimpo de los escritores, es que la crítica literaria en general usaba menos epítetos y la norteamericana en particular tenía menos fondo de armario del que tirar), algunos de los aspirantes al título lo consiguieron, ojo, pero, desde entonces, todo autor que se precie tiene que dejarse la piel en emular a sus predecesores y marcar el camino a seguir, debe convertir su novela en un hito que será recordado por los siglos de los siglos Amén...

John Irving escribió una novela magnífica -que yo haya leído- peeeeero a sabiendas de que, a pesar del Óscar (no me he vuelto loca, su adaptación -de Irving- ganó un Óscar), no sería recordada como la gran novela americana; de hecho quien esto escribe, como tantos otros, leyó el libro y lo recuerda vagamente por aquello de "Buenas noches príncipes de Maine, Reyes de Nueva Inglaterra"...que decía Michael Caine... o lo que es lo mismo, no recuerdo el libro sino la película (todo tiene una explicación, con los años recordamos lo esencial, que es lo que cuenta la película, lo farragoso de Irving se va perdiendo por los recovecos de la mente) porque lo leí en cuanto la vi y no ha marcado mi vida, qué cosas.

Pero vayamos al grano, tras los dos párrafos precedentes creo que queda lo suficientemente claro que el libro no me ha gustado en absoluto, me ha parecido farragoso, lleno de detalles que no aportan ni un gramo a la historia, ni a los personajes, ni a los lectores y que sólo sirven para engordar de páginas un libro que narra un viaje que, curiosamente, no va a ninguna parte.

Y en el principio creo Dios los cielos y la tierra, y la tierra la dotó de árboles, y los árboles había que transportarlos de alguna manera y, como hemos visto millones de veces, esa manera era con hombres subidos encima. La novela se sitúa en una maderera y comienza el día en el que Ángel sufre un accidente, muere y el rudo Ketchum se queda hecho polvo... Ketchum -grande como un oso- tiene un amigo -creo que no sería el término exacto, pero sirva para entendernos- al que todos llaman "Coci" porque es el cocinero oficial -aunque se llama Dominic Baciagalupo- gran lector y hombre delicado que tiene un hijo de doce años llamado Danny.

Irving nos cuenta lo que el resto de personajes sabe de la vida de Ángel, que al parecer no viene de dónde decía ni es quién decía ser, y vemos el sufrimiento de Ketchum al tiempo que poco a poco se nos van deslizando las vidas de Baciagalupo e hijo... que son los verdaderos ejes de la novela... pero -y esto se muy Irving, muy gran novela americana y muy aburrido- para llegar a algo que les pase a ellos necesitamos 200 páginas de saltos hacia atrás en los que se nos cuenta la vida de Baciagalupo, su madre, su prima, el origen de su simpático apellido, la trágica muerte maderera de la madre de Danny y un sinfín de detalles sobre sus cuitas con breves interludios del sufrimiento de Ketchum. Y si lo importante fuera la trama sin más ahí debiera quedar este texto, pero como no ha pasado nada a los protagonistas (la muerte de Ángel es un asunto absolutamente menor en la historia) hay que narrar ese acontecimiento de la página 200, en la que el lector o está fascinado ante el cuadro de costumbres e historietas que no son eje central del relato o está, y es mi caso, aburrido como una morsa.

Inciso
En el XIX (soy tan fan del Realismo como odio el Romanticismo) las novelas eran largas y en gran parte se debía a que estaban llenas de descripciones... Ahora cuando son largas es porque están llenas de detalles que le dan verosimilitud... pero que sobran (al menos a mí me sobran)
Fin del inciso

La noche que sigue al día en el que murió Ángel, después de haber oído por enésima vez la historia de cómo se mató a un oso de un sartenazo, Danny, que sólo tiene 12 años, oye ruidos, cree que es un oso, coge una sartén, ve un bulto y golpea con todas sus fuerzas... a la india desnuda de 2 toneladas con la que su padre tenía relaciones sexuales impropias, y digo "impropias" porque la susodicha es a su vez la pareja del alguacil que se cae de borracho hasta el punto de que intentan hacerlo pasar como mata-indias a ver si cuela, pero no, no cuela porque deciden escapar a pesar de las advertencias de Ketchum (que no sé por qué me recuerda a Melquíades) Y ahí viene el novelón: las mismas páginas de blablablá, cuadro costumbrista por aquí, cuadro costumbrista por allá, todo como excusa para la descripción (que de narración tiene lo justo) que Irving nos hace de América (de la profunda y de la no tan profunda) y su historia, cincuenta años de una historia apasionante que ni llegando un momento en el que puedo usar mis propios recuerdos apasionados para comparar con lo que dicen, sienten y hacen los personajes ha conseguido resultarme amena... entre otras cosas porque no me resulta creíble escuchar cómo Ketchum, que empezó siendo un rudo maderero, es evocado por Danny en plan "qué hubiera dicho él en este caso", porque una vez que me metí de lleno en provincias de la América profunda... por mucho que Danny salga de allí y el escritor haga diatribas sobre Bush y Gore y sobre Bush y Kerry, sobre Irak y Afganistán, y sobre todo aquello que me tuvo horas discutiendo una tarde en Nueva York en octubre de 2004... ya no pude salir más, hacerlos cosmopolitas y todo me resultó provinciano.

Antes de salir corriendo, querido lector, confieso que a partir de la muerte de la india, puede que incluso antes, leía en diagonal, cuando no me saltaba páginas y páginas directamente... Pero todo tiene su por qué, LA GRAN NOVELA AMERICANA no es mi tipo de novela, pero sí puede ser la tuya (cuando leas la reseña de Newland y Bichejo entenderás por qué lo digo), así que no quiero desanimarte, a pesar de todo, a leerla... piensa que yo no pude con El señor de los anillos porque el principio -la historia de la tierra media, sus costumbres y advZzzzz- es como este relato... entero.

Embassytown

Portada de la edición española,
de Fantascy

Empiezo confesando que terminé el libro de China Miéville (¿qué clase de nombre de señor es China?) hará cosa de un mes pero hasta este momento no me había animado (atrevido es un término infinitamente más preciso) a reseñarlo por un único y simple motivo: Embassytown es un relato de digestión lenta, que no pesada, que exige una reflexión no ya para escribir sobre él, ojalá fuera sólo eso, sino que incluso antes de compartirlo con los amigos, antes de recomendárselo a nadie –algo que ha hecho, lógicamente, su editorial en España a la que deseo una suerte infinita en su aventura y también, locamente, unos cuantos blogueros- hay que asumir lo que se ha leído, porque cada palabra dicha cuenta en esta novela de ciencia ficción que gira en torno al lenguaje que, no olvidemos, es mucho más que decir palabras… no se hace una idea el potencial lector de Embassytown cuánto más.

La Ciudad Embajada es un pequeño núcleo urbano humano en el planeta Arieke, situado en la frontera del universo conocido, que da hogar –el planeta- a aquellos que llaman, en el colmo del ingenio, Anfitriones; los anfitriones son unos seres extraños (no se imagina el lector hasta qué punto son extraños y sólo muy al final, a base de asumir descripciones, es posible conformar una imagen mental de los mismos) e inteligentes, dotados de un lenguaje que había que descifrar pero que era sólo como primer paso porque, para comunicarse con ellos, había –y aquí estaba la dificultad- que poder producirlo… y para ello hubo que crear a los Embajadores (CalVin, HenRy, y tantos otros) que son seres plurales y singulares a la vez. El Idioma (sí, en mayúscula), su producción, es parte esencial de la vida de la Ciudad Embajada, comunicarse con los Arriekes –los anfitriones- es su privilegio por lo que la metrópoli decide enviar a su propio embajador, EzRa, que, sin querer, lo cambia todo.

Ciudad Embajada cambia con EzRa porque con la sola irrupción del ser humano ya está en proceso de cambio, porque, aun teniendo un lenguaje elaborado, los anfitriones tienen que inventar –que imaginar- nuevas realidades para poder nombrar un mundo cambiante y cada vez más amplio… Participan, embajadores y anfitriones, en lo insólito, en concursos de mentiras y se deleitan ante la visión de algo azul que, en palabras, es de un imposible rojo, mientras, a su vez, aprenden a engañar a la realidad con complicados trucos filosóficos para poder usar el Idioma y casi casi mentir… Y es que ¿qué sería de nosotros sin mentiras, sin metáforas, sin silogismos, sin símiles? ¿qué sería de nosotros sin comunicarnos?

Puede que Embassytown no sea un libro para todo el mundo, pero, al mismo tiempo, no es un libro sólo para lectores de ciencia ficción (yo no soy la más aficionada al género y me atrapó desde la primera página) porque el lenguaje es algo que nos afecta como especie y Miéville plantea un escenario en el que desarrollar una trama que nos lleva a hacernos multitud de preguntas al respecto y no obtener apenas respuestas más allá que nuestras propias conclusiones pero, al mismo tiempo, quizá sí sea un libro para todo el mundo (lo he visto reseñado, atónita me hallo, en algunos sitios como literatura juvenil), porque es la historia de un planeta que cambia con la aparición del hombre, o simplemente una aventura…

En definitiva, un libro que nos mete, sin intermediarios (narrado en primera persona con un personaje que parte de la base de que el lector sabe de qué habla) en otro mundo, en otra realidad que es la nuestra mientras estemos en la Ciudad Embajada, una ciudad viva en un mundo vivo, que se enferma –literalmente- cuando las estructuras sociales básicas se enferman y que recuerda, a ratos y remotamente, a La voz de los muertos en cuanto a la biología (no en su aspecto externo sino en principio elemental) o al mismísimo El juego de Ender en sus dificultades de comunicación sólo que, esta vez, sí fuimos capaces de comunicarnos.

Sólo un último apunte: estoy tentada de hacerme con un ejemplar en inglés, para ver cómo ha resuelto Miéville –en vez del traductor, fantástico por cierto- algunos recovecos de la trama porque, como entenderá el lector, en un libro sobre el Idioma, cada palabra cuenta, y en Embassytown hasta la tipografía del libro juega un papel en la historia… desde Calilla y Dimma no encontraba un libro en el que todo, absolutamente todo, formara parte de la trama… y eso siempre es un placer.

Los años con Laura Díaz

El libro de este mes para el Club de lectura 2.0 es la novela insignia, junto con La muerte de Artemio Cruz, del maestro mexicano de la prosa: Carlos Fuentes.


Vaya por delante que a mis compañeros del club de lectura 2.0 el libro -que elegí yo- les ha parecido espantoso y aburrido (aunque coinciden -coincidimos- en que está muy bien escrito) pero yo, aunque reconozco que la novela tiene sus partes arduas, no consigo estar del todo de acuerdo por dos motivos: el primero porque cuando la leí hace más de diez años (veo ahora con sorpresa que entonces estaba recién publicada) me pareció TAN fascinante que, si la elegí, fue porque quería compartirla con mis contertulios y, el segundo y fundamental, porque muchos de los "defectos" que le achacan al texto de Fuentes (un señor de los pies a la cabeza) son perfectamente achacables a cualquier novela latinoamericana, desde la confusión en algunas partes (explíqueme usted Pedro Páramo), hasta la repetición de nombres (explíqueme usted quién es quién en Cien años de soledad) pasando por la indefinición de algunos personajes (¿hablamos del gaucho Don Segundo Sombra o de Facundo?)



Los años con Laura Díaz no es una novela fácil, cierto, tiene partes complicadas y muy complicadas, sí, a ratos se hace pesada, sí; pero refleja lo que es la literatura en español en un siglo que ofreció poco de este lado del Atlántico (poco en comparación) y si Pedro Páramo, todo confusión (aunque tengo que volver a leerle, a ver si a la cuarta la entiendo del todo), es una gran novela -que lo es- me niego a pensar que Fuentes no sea un genio, aunque haya partes que me hayan costado mucho, ahora que estoy tan desentrenada en la confusión de la que tanto gustan nuestros compañeros de idioma.



Hay que decir que, a pesar del título, esta novela no narra la vida de Laura Díaz; Laura Díaz no es más que una excusa para contarnos parte de la peculiar historia del México del siglo XX sin molestarse en embellecerla. Por los años que vive Laura Díaz, siempre Díaz, siempre Laura, transitan personajes que pertenecen a la historia universal de la cultura y multitud de historias que contar; de la mano de Laura Díaz, que parece una Alcántara más ya que está en todos los hechos que importan, recorremos la historia sentimental de México desde antes de la Revolución, pasando por esta y su posterior desencanto con el asentamiento del PRI, nos zambullimos en la vida -por llamarlo de alguna manera- de Frida y Rivera (me pregunto si se puede contar el siglo XX sin ellos), vemos la llegada de los exiliados desde España (recordemos que México acogió al gobierno republicano), la de los exiliados por el macartismo (sin duda una de las partes más interesantes de esta novela llena de nombres propios), sufrimos el horror de la Plaza de Tlatelolco (Tian'anmen antes de Tian'anmen) y volvemos a la magia de una mujer que se despide del mundo como antes se habían despedido sus tías, dos mujeres que parecen sacadas de La casa de los espíritus, pero que no se llaman Alba, ni Clara, ni Blanca, ni nada que tenga que ver con la luz, sino Hilda (heroína luchadora) y Virginia (este no hace falda explicarlo) que pasan la vida lamentando no poder vivir su arte.



La vida de Laura Díaz no importa, salvo cuando la Historia con mayúsculas le da paso, y vemos la vida de los migrados alemanes y cómo se adaptaron a esa tierra nueva que tenía tanto que ofrecer a los que migraban de un continente entonces agotado; los tiempos de los forajidos que vivieron los abuelos de Laura (y del propio Fuentes), los tiempos de los bailes de salón y las mujeres que deciden no resignarse a ser sólo esposas y madres (fenómeno que se da mucho en México a principios del siglo XX y muy poco en otros sitios... sí, ese México machista que todos tenemos en la cabeza era muy diferente en puertas de la Revolución) Vemos una mujer que, como excusa para insertar temas nuevos, se entusiasma con la Revolución cuando se entusiasma con los valores de su medio hermano y casi amante platónico, Santiago, así como se decepciona porque, una vez asentada, esta está representada por el patán y rata traidora de su cobarde marido de humo; Una vida como excusa que nos enseña los arribismos del PRI con su hijo Danton frente al México colorista y mítico de Santiago II. Vemos sus amoríos sin pasión de una mujer apasionada hasta que se produce la explosión del exiliado Maura, que no puede vivir con calma porque no puede dejar de intentar salvar a Raquel porque no salvó a Teresa y porque -como dijo Benedetti en una ocasión- prefiere morir torturado que morir de vergüenza, y se vuelve a enamorar de otro luchador al que no entiende y que oculta un secreto vergonzante, o no, o sí, o quién sabe... Y un largo etcétera de cosas que pasaron en la vida de una sola persona si tuvo a bien venir al mundo a principios del XX en México y tuvo una larga vida, una vida como la de Laura Díaz, Laura la apasionada, Díaz la inconformista, Laura Díaz la luchadora.



Pero no es un libro para leer una tarde de verano, ni una semana perdida... Se trata de un libro difícil no sólo por su densidad (y tamaño, que no es precisamente corto) sino porque hay partes que directamente cuesta entender, y que obligan al lector a volver sobre sus pasos para entender qué demonios cuenta sobre el exilio y la guerra de España y que, quizá, exijan una mínima noción sobre la historia de México (aunque me resisto a creer que alguien no haya oído hablar de la Revolución mexicana o de Frida Kalho, aunque sólo sea por las películas de Hollywood) pero, si te gusta el realismo y también te gusta Rayuela y su no sé qué, puede que este te encante, si estás saturado de realismo (prueba a pasar un año leyendo sólo eso y verás) y necesitas las cosas bien claritas, quizá este no es un libro para ti. La crítica lo adora, yo en su día fui una estudiante de filología hispánica y lo adoré... Ahora, con unos cuantos años más no me ha vuelto loca y de hecho me ha costado un montón -no me refiero a terminarlo, su sola lectura me ha supuesto esfuerzo (es decir, lectura más activa que de costumbre, y yo leo generalmente con un lápiz y dos cuadernos)-, pero a la semana de haberlo terminado por segunda vez empiezo a ver sólo sus virtudes y me arrepiento de no haberlo defendido con uñas y dientes cuando hablamos de si nos ha gustado o no hace sólo dos días... ¿Será que, como un buen vino, Los años con Laura Díaz, necesita reposo? ¿Te atreves a intentarlo?



Las reseñas de mis compañeros de Club de lectura 2.0 las puedes ver en los sitios habituales: aquí está Bichejo, aquí está Carmen y aquí está Desgraciaíto... También está Merichán, que tan pronto nos deja.

El mes que viene Tony Judt con Algo va mal, libro que reseñé hace no tanto pero que tengo ganas de volver a leer, que con Judt siempre se aprende algo, y digo "el mes que viene" en términos literales, porque cambiamos la fecha de publicación del día 15 al día 1, para que el "mes dedicado al libro" sea un mes natural. 

Así que ya sabes, Te esperamos en México hasta mayo, te esperamos en el derrumbe de la socialdemocracia a partir de entonces ¿nos acompañas?