Felicidades Anijol

Hoy es un día estupendo; por fin ha salido el sol y parece que esta vez lo ha hecho para quedarse, los pajaritos cantan, las nubes se levantan y se largan con viento fresco y, sobre todo, es el cumpleaños de ANIJOL ¡¡bieeeeeen!!

Si alguien no sabe quién en Anijol, déjenme que les dé sólo una pequeña pista para que se hagan una idea de lo estupenda que es: llevo un tiempito persiguiéndola para que me eduque al niño porque los suyos son tan estupendos que creo que me va a ser imposible hacerlo igual de bien, ni siquiera sé si seré capaz de acercarme; así que, si estaba dispuesta a confiarle (por fiiiii) la crianza de mi propio hijo con los ojos cerrados (porque se niega la jodía, que si no, allí que estaba), no hay nada que crea que pueda hacer mal, nada en lo que no sea generosa, inteligente, valiente, sagaz, divertida y un etc de adjetivos elogiosos tan largo, que necesitaría una década para terminarla.

 ¡Felicidades, Guapetona!

El príncipe

Una vez más, aunque unos días tarde (Se me cae la cara de vergüenza) me reúno con mis compañeros lectores del Club de lectura 2.0 para reseñar el libro del ¿bimes? (esto de leer cada dos meses provoca jaleos como hacerse un lío con las fechas como ha sido mi caso, o que si seguimos leyendo pegados a la fecha simplemente no llegamos). 

En fin, sin más dilaciones que no interesan a los lectores, el libro de este mes es El príncipe de Maquiavelo, un texto que debiera ser de lectura obligatoria en todos los institutos del mundo, aunque sólo fuera por la cantidad de la gente que lo cita sin tener ni la más pajolera idea de lo que va, que es como la manzana de la Biblia, que todo el mundo la cita y no existe.

La historia del libro es conocida, Nicolás de Maquiavelo, inspirándose en las andanzas de Fernando el Católico, le regala este texto a Lorenzo de Medici para ayudarle en su labor de gobernante y tras su muerte, el libro es publicado. A partir de aquí no sé si es que no se entiende bien -aunque a mi parecer Maquiavelo se explica perfectamente- o que la celebérrima el fin justifica los medios que no está con esas palabras en el texto han hecho que hayamos convertido el nombre de Maquiavelo en algo para justificar la maldad más abyecta si se persigue un fin claro... y no, no es eso, no es eso exactamente... y decimos eso sin necesidad de cebarse en el hecho de que es un texto del siglo XVI, que tenemos la manía de leerlo todo en clave presente, y aunque todo es aplicable al presente con ligeras actualizaciones, es innegable que El príncipe es, como el código de Hammurabi, en su momento un canto a la cordura y a la justicia; lo siento, jóvenes, pero que el príncipe sepa serlo a base de tener contento al pueblo, en el siglo XVI, es una suerte lo miren por donde lo miren.

Maquiavelo escribe un tratado explicándole a Lorenzo de Medici qué tiene que hacer si quiere seguir siendo gobernante, y la conclusión no es que el fin justifica los medios sino que tiene que utilizar la astucia para llegar al poder y, una vez en él, mantenerse. Tras contarnos los distintos tipos de lugares gobernables nos dirá Maquiavelo que para mantenerse en el poder no basta el miedo, no basta tener a los nobles contigo, no basta tener al pueblo contigo, no basta con ser justo... sino que el arte de la gobernanza consiste en una mezcla adecuada de todo lo anterior... y lo divertido es que todo lo que dice es aplicable a día de hoy, y de ahí su fama... ahora bien, huya de aquel aspirante al poder que lo cite porque, si lo conoce, malo, y si no lo conoce y se limita a el fin justifica los medios, peor.

Del texto me han llamado la atención un montón de cosas, pero hay un fragmento en especial a propósito del principado civil:

En todas las ciudades [con intención de aplicarlo a la actualidad entiéndase naciones] existen estas dos facciones distintas y se debe al hecho de que el pueblo no quiere ser sometido ni oprimido por los poderosos y los poderosos quieren someter y oprimir al pueblo; de estas tendencias nace en la ciudades uno de lo estos tres efectos: principado, libertad o desorden.

El mundo de hoy está muy lejos de ser un paraíso de libertad, pero son muchos los que ahora nos venden que vivimos en un principado, casi tantos como los que no hace tanto decían que eran ellos o el desorden... Las libertades que hoy disfrutamos nos han costado siglos de luchas y, como se vio durante el siglo XX, el progreso tecnológico y científico, la riqueza, la cultura, el bienestar, y la aparente felicidad, no garantizan nada, basta una crisis prolongada para mandar todas las libertades al traste. 

Soy consciente de que no es una reseña al uso, porque es francamente difícil hacerles partícipes de la lectura de un texto tan complejamente sencillo como este, salvo que se acerquen al texto, que es breve, brevísimo pero de los que pasan a la historia. Y, por cierto, si se animan, leánlo con las anotaciones de Napoleón, el megalomaniaco más enloquecido de la historia, que no le hizo caso al sabio Maquiavelo y ya saben cómo acabó la historia.

Pueden leer el resto de reseñas en los sitios habituales: ya están MG, Desgraciaíto, y en algún momento aparecerán las de Carmen y Juanjo.