Los vagabundos de la cosecha

Acudo una vez más impuntual (shame on me!) a mi cita con mis compañeros del Club de lectura 2.0 para reseñar el libro cuya lectura hemos compartido en estos dos últimos meses que, en principio, iba a ser Germinal de Émile Zola pero que, gracias a la sabiduría de Carmen (y la extensión del libro), fue sustituido por Los vagabundos de la cosecha de Steinbeck y hablo de sabiduría porque me hacen en estos momentos de mi vida leerme un libro naturalista con todas sus llamadas a todo lo feo del mundo y no sé qué habría sido de mí.

Los vagabundos de la cosecha no es una novela sino una serie de reportajes que Steinbeck escribió para ¿denunciar? la situación que luego novelaría en Las uvas de la ira, es decir, nos va a contar, con una gran sensibilidad y solidaridad, las condiciones de vida de todos aquellos granjeros que pagaron a lo bestia las consecuencias de la Gran Depresión.

Así pues nos encontramos con una galería de granjeros del sur y medio oeste que lo han perdido todo y han tenido que emigrar a California con sus familias para cosechar por salarios de miseria las tierras de otros que no tuvieron la desgracia de encontrarse con la pertinaz sequía y el polvo (¿Han visto Interstellar? Lo que cuenta del polvo al principio de la película es real, sólo que no pasa por el motivo ni en el tiempo que describe la película, sino en los años 30, es lo que vivieron estos vagabundos de Steinbeck que tenían que darle la vuelta a los platos para poder comer sin polvo, algunos de los ancianos que salen en ese inicio eran estos niños) Allí nos encontramos una galería de seres tristes, de familias humildes pero orgullosas y profundamente trabajadoras en una situación tan terrible com predecible hasta el punto de que, en uno de los reportajes, Steinbeck puede datar como si fuera una prueba con Carbono14, cuánto tiempo lleva la familia en esa situación de chabola limpia, niños aún vestidos y comida escasa y cuánto tiempo le va a llevar convertirse en una más como otras, con chabola sucia, niños que corren desnudos, un par de bebés muertos por familia y comida saciante pero que provoca desnutrición.

Cuenta Steinbeck cómo estos antiguos granjeros americanos que han caído de pronto en la pobreza total vienen a sustituir a extranjeros que eran aún peor tratados, peor, sí, pero por muy poco; narrará cómo no les permiten sindicarse y apenas reunirse, cómo se oponen a la construcción de campamentos por parte del gobierno que no sólo funcionan en todos los sentidos materiales sino que además les devuelve la dignidad y la humanidad que poco a poco van perdiendo a base de hambre y ver morir a sus hijos, cómo hacerse un esguince es un drama intolerable que les lleva de la subsistencia a la nada y todo porque los granjeros de California que se han librado de la Gran Depresión hacen constantemente trampa y aplican técnicas matoniles y mafiosas, como contratar el doble de mano de obra que necesitan con el único fin de mantener los salarios en la miseria.

Es un libro muy interesante que nos remueve la conciencia, entre la literatura de denuncia y el reportaje periodístico sin ser ninguna de las dos cosas, demasiado real para ser literatura y demasiado subjetivo para ser periodismo (Steinbeck no tiene el menor pudor en regar casi cada párrafo de opiniones sobre lo justo y lo injusto) y, además de interesante, es brevísimo, apenas 70 páginas de puñetazos en el estómago, lo justo para llegar al final sin descomponerse. Léanlo y tomen conciencia.

Pueden leer el resto de reseñas en los sitios habituales: Desgraciaíto, Carmen, MG y Juanjo que se ha instalado definitivamente en la página del Club.