Firmin

Salvo Rebelión en la granja es difícil, por no decir imposible, encontrar un libro protagonizado por animales (y por una repugnante rata nada menos) que no sea para críos, pero los milagros ocurren.
Lo primero que hay que decir es que para leer un libro como Firmin de Sam Savage sólo hace falta saber leer, para escribirlo, por el contrario, hace falta estar dotado de una vasta cultura -alejada de la pedantería- que a día de hoy, por desgracia, no abunda.
Firmin es la historia de un lector que tiene toda la pinta de que acabará convirtiéndose en un clásico... si es que hay justicia en el mundo. Pero Firmin es algo más, es la historia de la conciencia de uno mismo y de la incomunicación; la historia del amor y la decepción constante que es a veces la vida.

Firmin es una rata que, a base de comer libros, por casualidad, consigue aprender a leer, al tiempo que puede apreciar muchas de las cosas que encierran los libros y que a nosotros, especie superior, se nos escapan. Con un principio sencillamente espectacular en el que el falso autor de estas falsas memorias, que no es otro que la repugnante rata Firmin, reflexiona sobre lo difícil que es empezar un libro, nos embarcamos en sus vivencias y en lo difícil que es vivir cuando uno toma conciencia de sí y es incapaz de comunicarse (más allá de adiós cremallera)

La rata Firmin ama los libros, vive los libros con intensidad y, a falta de tener con quién compartir su visión del mundo, se define a través de las lecturas, será Quijote, será burgués, será bohemio y, como los personajes más interesantes de la literatura:
La verdad es que nunca he estado bien de la cabeza. Lo que pasa es que yo no ataco molinos de viento. Hago algo peor: sueño con atacar molinos de viento, estoy deseando atacar molinoes de viento y a veces imagino que he atacado molinos de viento.
De su amor por los libros pasará al amor por las personas -el librero con el que vive y que hará, cuando descubre su existencia, lo que esperamos que haga y que le hará cambiar de nombre; así como el escritor para el que toca el piano-, al amor carnal por las beldades del cine que hay cerca de su casa; y el mundo, que en principio se le antoja maravilloso, se convertirá en un lugar difícil, tan, tan difícil que incluso conseguirá mirar a su infancia con su madre borrachina y sus hermanos brutos con cierto afecto:
Cuando me piden que cuente algo de mi niñez, siempre recurro a esto, para que vean lo normales que éramos.
Y todos esos pasos hacia la madurez (lo único más maduro que perdonar a los padres es comprenderlos) los va dando por casualidad: se convierte en lector porque come libros para engañar al hambre hasta que:
Me di cuenta, al principio, de que cada libro poseía un sabor distinto
y empieza a paladearlos, y de ahí a leerlos lo que le lleva a aprender, a crecer, a madurar; hasta que un día, también de casualidad, en su insistencia por ser normal (normal como somos los demás lectores aun siendo una rata) descubre una trampa -obviamente en un libro- en la que decide creer, a su manera, para ponerse en pie de igualdad con los humanos.

Lo mejor del libro es, sin duda, el estilo, la elección de las palabras que hace Firmin para contarnos su historia incluso en su traducción (doy por hecho que es una buena traducción porque, aun no conociendo el original, normalmente se nota) es de lo mejorcito que he leído en la vida. Y todo ello sin desmerecer en absoluto una historia en la que es imposible no creerse que esa repugnante rata ha aprendido a leer, es quizá una rata noruega, puede amar y ser amada y, sobre todo, puede decepcionarse y vivir intensamente, todo a la vez.

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