Cada
vez que alguien me dice espantado que Borges no recibió el Nobel de literatura
me limito a recordarle que el Nobel tiene mucho prestigio, sí, pero no es más
que un premio decidido por una serie de señores y que Borges, con Nobel o sin
él, sigue siendo uno de los autores clave del siglo XX... así que, Señor Nobel,
usted se lo pierde.
Otra
de las cosas que no tiene Borges son novelas y este hecho, igualmente, sigue
sorprendiendo a todo aquel que no se haya asomado aún a su prosa (evitar su poesía es bien, que no lo iba
a hacer todo bien el señor) y es que desde nuestra mentalidad peninsular sigue
siendo extraño que un autor alcance
la fama de Borges sin haberse molestado en escribir nada más allá de las 50
páginas, aún hay gente que sigue pensando que los cuentos son para niños… un
prejuicio de lo más absurdo, que no veo yo a un pobre crío enfrentarse a El Aleph sin que esto le cause un
trauma…
Que
yo recuerde me gustan todos los relatos de Borges, aunque como es natural
algunos se han incorporado a mi vida con mayor intensidad que otros, pero, como
lo bueno si breve dos veces bueno que decía Gracián, me voy a limitar a reseñar
tres, mis favoritos:
La
lotería de Babilonia
Todos
los relatos de Borges son ejercicios mucho más allá de lo literario. En esta
ocasión nos encontramos con la constitución de una lotería en Babilonia en la
que empiezan jugando, como en todas las loterías, suertes económicas pero, para
darle más gracia al asunto con el tiempo incorporan a todos los habitantes (porque
no les parece justo que sólo los ricos jueguen) y para mayor diversión aún insertan
entre las distintas fortunas positivas (no siempre económicas) una serie de
suertes adversas; la cuestión, con el tiempo, queda en que en esa lotería un
jugador (que los será lo quiera o no) puede tener la mala suerte de ser
designado como reo ante el cadalso mientras que otro jugador tendrá la
desgracia de ser designado como ejecutor de la sentencia… O lo que es lo mismo,
Borges plantea que hay una CompañíaTM que decide los destinos de los
babilonios en un juego de azar que, a base de tiempo, se ha ido desdibujando
hasta el punto de que no seamos conscientes siquiera de la existencia del juego
ni de la compañía y… ¿no es así el mundo?
Pierre
Menard, autor del Quijote
Quizá
este sea un relato que hace las delicias de los filólogos y poco más, pero a mí
me parece una de las piezas maestras de la literatura universal.
Borges
era un autor que, entre otras cosas, escribió artículos de crítica sobre
autores inventados y, como era un genio, los construía tan bien que lo único
que tenemos para afirmar que Pierre Menard no existió, que lo que cuenta no
pasó, es la palabra de Borges… Quizá en un par de siglos se pierda ese hecho y
tendremos hordas de filólogos investigando la ocurrencia de Pierre Menard.
Pierre
Menard es un autor francés de finales del siglo XIX que se ha propuesto escribir
el Quijote, ojo, no reescribir el
Quijote, no copiar el Quijote, lo que
Menard quiere es escribirlo como lo
hubiera hecho Cervantes en su momento y, para ello, el falso crítico construye
su semblanza biográfica en la que cita escritos suyos y tiene la virtud, como
buen crítico, de valorarlos. A continuación empieza el delirio en la escritura
del Quijote, esto es, Borges nos cuenta qué condiciones perseguía Menard para
acometer su empresa, entre otras:
El método inicial que imaginó era relativamente sencillo. Conocer bien el español, recuperar la fe católica, guerrear contra los moros o contra el turco, olvidar la historia de Europa entre los años de 1602 y de 1918, ser Miguel de Cervantes.
En
definitiva Pierre Menard autor del
Quijote es una suerte de juego literario en el que Borges nos plantea
cuestiones sobre historia y literatura que dejan las rarezas de Kafka a la
altura del betún pero lo más interesante es que, como todo Borges, consigue que
todo nos parezca sencillo y posible.
Funes
el memorioso
El
protagonista del relato cuenta la historia de Funes, un personaje extraño que
tiene el don de saber en todo momento la hora exacta. Unos años después, cuando
se vuelven a encontrar, Funes ha sufrido un percance y a partir de ese momento
puede recordarlo todo, y cuando digo todo, digo absolutamente to-do; nos dirá
el narrador:
Lo recuerdo (yo no tengo derecho a pronunciar ese verbo sagrado[…]
De
tal manera que Funes, incapaz de abstraer nada, utilizará 24 horas para
recordar lo que hizo en su pasado en 24 horas; se sentirá molesto (ante su
¿capacidad o maldición?) porque un perro de frente se llame igual que el mismo
perro de perfil o porque el sistema numérico sea repetitivo.
Como
Borges es el más tramposo de los autores en la mayor parte del relato
envidiamos la memoria que tiene Funes hasta que vemos a base de pistas regadas
por toda la narración que es un pobre desgraciado porque una de las cosas que
nos permite relacionarnos, que nos hace humanos en definitiva, es la capacidad
de abstraer, de resumir, de concretar en lo importante y olvidarnos de los
detalles.
De
lo único que estoy segura con respecto a Borges es que este fue el primer
relato suyo que leí y, probablemente, uno de los que más veces he visitado…
Aunque sean cuentos (y eso tiene una ventaja porque por su brevedad se puede
volver a ellos con frecuencia) hay que tener en cuenta que si queremos de
verdad leer a Borges y no sólo pasar los ojos por su prosa, su lectura ha de
llevarnos un tiempo y repetirse; si de Borges se trata es importante que
reflexionemos tras cada relato para descubrir de verdad qué nos está diciendo aplicable a nuestro día a día.
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