Este mes, el Club de lectura ha decidido meterse de lleno en la Alpujarra para cultivar limones, que ya hay que tener valor, y ganas, y corazón, porque cabeza, lo que se dice cabeza... el autor tiene la cabeza justita para no hacérselo encima.
Entre limones narra las peripecias de un inglés insensato que decide coger sus ingleses bártulos allá por los años 80 y comprarse un terrenito en la Alpujarra... y eso sin darse a la heroína tiene que tener una explicación científica. Me pasé aproximadamente la mitad del libro pensando que el autor, Chris Stewart, no había estado jamás en la Alpujarra y no había visto un olivo ni de lejos porque todo lo que describe parece sacado de la prehistoria: señores que hacen casas a mano, puentes con troncos, medicinas con hierbas... y entonces busqué información para ver de dónde sacaba tantas insensateces y me encontré con que este señor fue el primer batería que tuvo el grupo Génesis y, como se ve que no tenía muchas luces, lo sustituyeron tras el primer disco por lo que empaquetó todo y se vino a la Alpujarra (aunque de cuando en cuando se iba a Suecia a esquilar ovejas, todo muy cuerdo, sí)... vamos, que lo que cuenta en el libro lo vivió... y encima el insensato no está solo, hay otros extranjeros como él que se van a la Alpujarra a "cultivar olivos", un árbol que tarda diez años en hacer algo, que hay que golpear con saña para sacarle algo, y que si no tienes una infraestructura detrás poco rendimiento le sacas al producto... un disparate, en definitiva.
El libro se lee rápido y con facilidad pero, como decía, es una sucesión de insensateces que no consiguen retener al lector, ni siquiera moverlo a la carcajada (que juraría que es lo que pretende en algunos pasajes). Entre limones narra la historia de un hombre que decide vivir como un pastor de cabras alpujarreño de los años 80 (en la Alpujarra los años 80 del siglo XX no deben de ser muy distintos de los años 80 del siglo XIX... ni del XVI) habiendo sido un batería de Génesis en los años 80 y claro, se le caen los puentes, se le escapan las ovejas, le toman el pelo doscientas veces los lugareños que lo alimentan a base de papas a lo pobre y los tratantes de ovejas lo boicotean hasta que aparece un carnicero milagroso porque es lo que pasa cuando tienes el sueño hippy de vivir de forma natural cuando lo natural para ti no tiene nada que ver con la tierra. Le pone voluntad, eso sí, y por lo visto allí sigue... Tal vez un día de estos me acerque a ver si lo encuentro ahora que ha decidido poner una carretera que conecte su Valero con el mundo... Lo que ya no sé es qué hacer si lo encuentro porque por lo que cuenta es feliz y ha salido adelante a pesar de, por ejemplo, el penoso incidente de coger una escopeta para matar a uno de sus perros -que escapó milagrosamente- porque trató de comerse una de sus ovejas o del hecho de tener que levantar el dichoso puente del río cada dos por tres.
Entiendo que haya quien renuncie a todo para irse a la Alpujarra a vivir pegado a la tierra, si son felices, lo que no termina de cuajar es en formato de novela, un psé de manual.
El premio higo del año, ea.
Podéis leer el resto de reseñas en los sitios de costumbre: Club de lectura 2.0,, Carmen, Newland y Desgraciaíto ¡Y no os perdáis el podcast, que seguro que es divertido tras tanto disparate!
Coincidimos bastante en todo. Ahora, como casi oriunda, ¿se dice Alpujarra en singular? Lo cambiaré en el post mío.
ResponderEliminarDel libro no tengo mucho más qué decir. Mira el vídeo de este señor. Es un hippy de la vida total https://www.youtube.com/watch?v=TNDbz7NgED4
ResponderEliminarInsisto en que sois demasiado crueles con este hombre que no hace daño a nadie. Allá él con sus cosas, total, sólo ha vendido un millón de libros como éste, que se dice pronto... quiero decir con esto que hay gente para todo y claramente tiene su público. Si nosotros hemos decidido ser su público es culpa nuestra xD
ResponderEliminarNo sé si lo de que no hace daño a nadie... A ver, que a mí me da igual siempre que no me dé lecciones de saber vivir. Yo no entiendo el gusto de vivir entre pulgas pudiendo evitarlo.
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