Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada.
Ana Karenina. Leon Tolstoi
Todo el mundo conoce, y reconoce, la cita con la que da comienzo Ana Karenina; a pesar de ello, a pesar de su fama, no puedo estar en mayor desacuerdo con Tolstoi porque yo diría que es más bien al revés: las que se parecen son las familias desgraciadas, llenas de Johnnys y/o Jennys que no aprueban ni la gimnasia y cuyo futuro se adivina meridiano desde los diez años, mientras que las felices no tienen nada que ver las unas con las otras; unas son felices porque tienen como máxima preocupación elegir su destino de vacaciones -fuera de temporada, faltaría más- entre las Seychelles y la isla Reunión, otras no tienen un chavo pero disfrutan de cada momento de realización compartido, otras disfrutan de sus espacios por separado pero sabiendo que no están solos, que alguien les espera; las hay gigantescas, grandes, medianas, pequeñas, diminutas, las hay sanguíneas y aquellas que te construyes como te apetece, en la que esa amiga estupenda es más que tu hermana y la vecina del quinto que te regala croquetas es más que tu madre y también hay familias unipersonales, qué demonios, que hay gente que de verdad, de verdad, no necesita que otros sean su familia.
Un matrimonio feliz narra la historia más triste que he leído en años... ¡pero no huyas todavía lector! porque el libro es lo mejorcito que vas a encontrar en estos tiempos de originalidad perdida y libros mal escritos porque están concebidos sólo para hacer películas; Si Un matrimonio feliz me ha resultado triste es porque de verdad llegué a querer a los personajes que componen este matrimonio -Enrique y Margaret-, llegué a hacerlos mis amigos tanto en su juventud universitaria como en su lucha contra la enfermedad, fueron mis padres, me despedí de ellos como si fueran mis hermanos; soy perfectamente consciente de lo cursi que estoy sonando, pero durante el tiempo que me llevó leer este libro, Enrique y Margaret fueron mi familia... y es triste porque todo gira en torno a la decisión de Margaret de no prolongar más su perdida lucha contra el cáncer y dejarse morir, serena, en su casa, despidiéndose de los suyos. Pero lector, si bien es cierto que el libro es triste, que es absolutamente conmovedor, también lo es que incluso en los momentos más dolorosos se disfruta cada palabra, y no hay nada mejor que llorar con una sonrisa en la cara sabiendo que echaré de menos a Margaret el resto de mi vida y que un día de estos tengo que llamar a Enrique.
Se consoló pensando que, incluso en su muerte, Margaret le concedía algo precioso: tiempo para poder tener una hermosa despedida.
[…]supo, casi con exactitud, cuánto tiempo le quedaba. Siete días de esferoides y suero para los adioses, siete más hasta la muerte. Catorce días de Margaret.Cada capítulo de "el presente" (los referidos al abandono del tratamiento) se entrelaza con otro en el que vemos cómo se conocieron, cómo Margaret era una divertidísima joven de ojos azules y Enrique, una promesa un tanto estrambótica en el mundo de la literatura, se había enamorado de ella al instante.
[…] te acercas, te colocas justo delante de ella, te quedas inmóvil un segundo, sólo un segundo, y a continuación la besas suavemente en los labios. […] Te ha invitado a cenar con sus viejos amigos y tú tienes que demostrarle que no eres un amigo más.Vemos cómo cree que no podrá ser, pero es. También veremos algunos baches en su relación, pero todo, todo, nos devuelve al presente, a cuando de verdad viven plenamente esa felicidad y que, curiosamente, tiene que ver con el momento final, el momento en el que van a despedirse sabiendo que lo han sido todo el uno para el otro... a pesar de todo.
Enrique perdía a la pareja de baile de su pasado, su presente y su futuro justo cuando más deseaba su coreografíaComo es de rigor, la única manera de hacer que una historia como esta sea conmovedora sin caer en la ñoñería es que el relato está maravillosamente escrito; el tempo del relato es perfecto, el autor sabe ir soltando bombas informativas de cuando en cuando para que lleguemos incluso a enfadarnos con los personajes como si sus afrentas fueran las nuestras (¿recuerdas, lector, Tenemos que hablar de Kevin? ahí había trampas gordas como camiones, en este no), y, lo mejor de todo, es que a pesar de lo cursi que parece esta reseña, el libro no es cursi en absoluto, es conmovedor con mayúsculas, de esas cosas que te calientan el espíritu y no te da ni un poquito de vergüenza decirlo (que no es como confesar que te encanta Tengo el corazón contento de Marisol, vaya) y ya es difícil conseguir algo así con un libro que habla, en este orden, de la felicidad, de la muerte y, sobre todo, del amor, pero del de verdad, del que hace que al principio te mueras de amor tanto como quieres matarlo a los diez años y, quince después, la vida se te hace insoportable sin él, pero insoportable sin tramas.
Por fin, después de décadas de darle vueltas, tras haber visto morir a su padre lentamente y ahora ver cómo la madre de sus hijos se consumía poco a poco, estaba convencido de que la muerte era algo más que la mejor manera de resolver la historia de un personaje, que la muerte era, de hecho, real. Ahora comprendía, en el mismísimo núcleo de todas las células de su cerebro, que él y todos los que estaban sobre la tierra pronto desaparecerían. Y con esa comprensión acompañándolo día y noche, sonaba a falso enfadarse por nada, ni siquiera por la muerte, pues la muerte era, después de todo, la consecuencia más ecuánime de la vida.Para seguir debatiendo con nosotros, te invitamos a participar en el Club de lectura 2.0 en el que dedicamos este mes a esta maravilla llamada Un matrimonio feliz; puedes leer las otras tres reseñas -además de, junto con otras, en el propio Club de lectura- aquí, aquí y aquí.
No encuentro nada cursi la entrada. Creo que te infravaloras :-)
ResponderEliminarYo no sé cómo hacer para darte la razón y al mismo tiempo decir que se me ha hecho bola, y que el final me ha parecido muy malo y muy previsible, aunque no por Margaret. Pero lo comentaremos en el club.
Buena entrada, como siempre.
A mí me ha llegado y explica cosas que yo pienso y que nunca he sabido explicar. Y sólo por eso ya me flipa.
ResponderEliminarPara no tener corazón, Livia, te ha quedado un post de lo más apañado! :P
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